¿Se vería como una traición a los principios del oprimido de esta columna dedicarle mil 700 caracteres a un restaurante como Sud 777 (Boulevard de la Luz 777, ¡Jardines del Pedregal!), un restaurante que claramente “ya la hizo”, que de oprimido no tiene ni un bigote, que la contestable pero poderosa lista de los ‘Latin America’s 50 Best Restaurants’ considera en la primera mitad de sus aficiones y cuyo chef, Édgar Núñez, es una de las cabezas visibles de la cocina mexicana actual? ¿Dedicarle este espacio sería pasarse al siempre sospechoso lado de los ganadores? Tal vez. Perdón.
Pero consideren el menú degustación que el restaurante propone en estos días. Una ensalada de jitomates –del huerto del propio Sud 777– vuelta placera por la intervención de cotija, nopales, chicharrón. Otra ensalada: ácida, salada, despertadora de la parte interior de los cachetes, de hinojo, jocoque, aceituna: puro zing. Un saludo del invierno: calabaza entachada, hueva de trucha. Una apuesta por la opulencia, un insulto a los tiempos duros que vivimos: ostión en salsa cítrica/cremosa copeteado de foie gras. Otra visión lujosa, pero cuyo lujo está en la untuosidad y en la grasa: ensalada de kale, caracoles, hongos, tuétano. Un caldito sorprendente humilde: vegetales, flores y salchichitas de pavo. Un bacalao de punto perfecto con salsa verde de todo: guías de calabaza, puntas de ejote y, sorpresa, frijolitos varios. Un salto mortal: pechuga de pato con mole de dátil y un bok choi a la parrilla. Final en laguna: plátanos fritos.
Vayan. Pídanlo. Abotarguen la tarjeta de crédito. Ni modo. Pero cuando el banco se aparezca con el estado de cuenta, miéntenle la madre. Es una respuesta digna –un puño izquierdo alzado– después de una noche como esta.
(Alonso Ruvalcaba / @alonruvalcaba)