Ayer me acosaron en la calle, lo cual no es noticia, porque es lo que vivimos diario todas las chilangas. Lo que sí es novedad es que denuncié… ¡y funcionó! Les cuento:
En la tarde iba yo caminando cuando un taxista, desde su vehículo, me gritó “¡Guapaaaaa!”. Me regresé y le solté: “Nadie te pidió tu opinión”. Él respondió: “No te hablaba a ti”. Jaja, no sólo aventó la piedra y escondió la mano, sino que intentó gaslightearme, hacerme creer que estaba loca, porque “ni que estuviera tan guapa”. Pero no nací ayer y ya me la sé. Se burló de mí cuando le dije que eso era una falta administrativa y que si hubiera un policía le pondrían una multa. “Uy sí, acúsame, qué miedo”, dijo. Ya me empezaba a dar coraje, porque estos cabrones casi siempre se salen con la suya.
Pero a veces el guionista de esta comedia de enredos llamada “Ciudad de México” tiene buenas puntadas. En ese momento pasó una grúa de la Policía de Tránsito. “Este señor me acosó… ¡y quiero proceder!”, les dije. Las palabras mágicas. Los oficiales, inesperadamente profesionales, le pidieron sus documentos y le dijeron que nos iba a tener que acompañar al Juzgado Cívico. ¡Al taxista le dio la pálida! Su semblante cambió, no entendía qué estaba pasando. De pronto ya estaba yo a bordo de la grúa, conducida por una agente simpatiquísima. Su compañero se fue con el taxista para que no se nos fuera a pelar. Qué Uber ni qué nada.
Ya en el Juzgado Cívico de Buenavista, que está al lado de un Ministerio Público, el policía me insinuó que mejor presentara denuncia ahí junto por “delito sexual”. Pero noooo, porque ese proceso ya se sabe que es complejísimo, desgastante y revictimizador. Además, no había sido eso: acosar verbalmente en el espacio público es falta administrativa, ni más ni menos. Me aferré a que nos quedáramos ahí.
Aproximadamente una hora después nos pasaron a rendir una especie de “pre-declaración” (como el pre-copeo de la justicia). Nos atendió una mujer muy chida. El señor ahora sí reconoció haberme gritado “Guapa”, y añadió: “Sólo fue un piropo. ¡Pero luego la señorita se regresó a insultarme! ¡Me llamó ‘Maldito acosador’!”. Lo decía en serio, como queriendo que me levantaran a mí la multa. Cuando la funcionaria se puso de mi lado y lo increpó por andar soltando “piropos” no solicitados, el tipo se puso de mil colores. Seguro se sentía en un capítulo de La dimensión desconocida… versión mexicana, producida por Pedro Torres.
Minutos después pasé a declarar-declarar. Narré los hechos, firmé un papel y me dijeron que me podía ir. Me aseguraron que se encargarían de levantarle la multa al taxista. Así de fácil.
En la noche recibí un mensaje en mi página de Facebook. Era la agente que me había apoyado. Me contó que el taxista no pagó y que pasaría la noche en el Torito. Me sentí fatal: él pasando frío en una celda llena de borrachos y yo en mi camita mullida. Típico pensamiento de privilegiada. Me dije: no, Plaqueta, no se trata DE TI y tu pinche culpa clasemediera. Se trata de todas las mujeres que andan por la ciudad sintiéndose vulnerables por los hombres que insisten en marcar su territorio por medio del acoso, de comentarios que no están hechos para halagarte sino para hacerte sentir insegura. Y sólo poquito a poquito, respondiendo de frente y, si se puede, institucionalmente, se les va a ir quitando la idea a los hombres (#NoTodosLosHombres) de que pueden ir por la vida intimidando mujeres. Tienen que saber que sí hay consecuencias.
EPÍLOGO
Llevo horas bloqueando mensajes agresivos de trolls en Twitter, de los que atacan en masa. La mayoría dicen variaciones de “ESTÁS BIEN FEA DEBERÍAS AGRADECERLE AHAHAHA”, pero también han llegado amenazas de violación y de muerte. ¿Les suena parecido? ¿Se acuerdan de Andrea Noel y de Morras? ¿Casualidad? No lo creo.
(Foto: Twitter)