Cuando pasó el shock con el que despertamos el viernes 8 de junio, todos los que “conocimos” a Anthony Bourdain hicimos lo mismo. Primero, las preguntas —¿por qué?, ¿cómo pudo?—; después, los recuerdos de comida, que son siempre los más necios. “Los lugares que visitó Anthony Bourdain en CDMX”, dijimos los medios, quizá porque no se nos ocurrió más. Así pasa cuando la muerte, inesperada y cruenta, sucede mientras el mundo está distraído.
Millones de televidentes lo vimos comer y opinar sobre nuestras migas y nuestros tacos de suadero en No Reservations. Bourdain, tragón memorable, recorrió nuestro entonces DF con un apetito envidiable. Qué manera de comer, Tony, carajo. Le interesaba todo: el barrio, la gente, su vida. Absorbía todo: los sabores, las texturas, las costumbres. Migas La Güera, Cantina La Mascota, Máximo Bistrot y los otros cinco lugares que visitó se antojaron más después de que él los presentó al mundo.
Es parte de su legado: el apetito; no solo por la comida, sino por las personas y la cultura que hacen posible la experiencia de comer. El apetito se contagia y Bourdain, voraz irredento, lo hizo. Si pudiera, lo invitaría por unos tacos. Es más: Tony, vente, vamos a El Rincón (Santos Degollado 22, Centro). La Ciudad de México come tacos de guisado y es lo que le faltó a ese No Reservations.
En el Centro, a las 2 de la tarde, esta fondita está que revienta. Revienta también la cocina y la barra con unos 20 o 25 guisados: chicharrón en salsa verde, chile relleno, cerdo en verdolagas, huevito con nopales, tortas de papa. Aquí, cuando pides “un taco” te dan una fuente desbordante de guisado con arrocito rojo. En la mesa hay tortilleros llenos. Aquí, “un taco” son diez y pagas lo que te cuesta un café. Aquí comen los que trabajan en el Barrio Chino, la Friki Plaza, las joyerías de Madero o el Palacio de Gobierno. Este es un lugar decididamente chilango. Te hubiera gustado, Anthony Michael Bourdain.