Tomás Barreiro, compositor mexicano de música para cine, acaba de regresar del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), en el que participaron dos películas que llevan su música. Una de estas es Museo, el último largometraje de Alonso Ruizpalacios, protagonizado por Gael García Bernal y Leonardo Ortizgris, estrenado en septiembre en Nueva York y que mañana llega a los cines mexicanos. La otra es Las niñas bien, historia de una niña rica a quien se le cae el mundo porque el peso se devalúa, producida por Rodrigo González y dirigida por Alejandra Márquez Abella.
Sentimientos mexicanos
“Lo que está padre de estas dos películas es que son realmente mexicanas”, comenta Barreiro. “Actualmente hay una gran camada de cineastas mexicanos que llenan las salas, pero hacen cine gringo”. En cambio, Museo es un himno a las raíces de México, una reflexión sobre nuestro pasado, una interpretación de la constante búsqueda de identidad que nos caracteriza. La historia, basada en hechos reales aunque increíbles, es la de dos jóvenes estudiantes de Veterinaria que en la madrugada de Nochebuena de 1985 entraron a escondidas al Museo Nacional de Antropología y robaron 140 piezas del patrimonio arqueológico del país.
“Museo hasta ahora es el trabajo del que más estoy orgulloso”, cuenta el músico, quien ya ha escrito la banda sonora de más de 20 películas. “La anécdota es fantástica. Es una peli divina, tan particular, con escenas de la selva, de Palenque, de cuando trajeron el Tláloc a México en los 60, con tomas dentro del Museo de Antropología. Un compositor no puede sino sentirse inspirado”.
¿Dónde están los compositores?
Últimamente México ha dado a luz a cineastas famosos. Ya sabemos que hay directores, ya sabemos que está el “Chivo” Lubezki haciendo fotografía increíble, pero también hay una nueva generación de compositores muy talentosos en el panorama mexicano. “Estamos en una época de oro de la composición en México, de música para cine, teatro y de concierto, un caldo de cultivo para nuestro país”, continúa Barreiro. El potencial de estos compositores es enorme y solamente falta que se empiece a hablar más de ellos.
Tomás Barreiro toca la guitarra desde niño, cuando acompañaba a sus tías cantando en las borracheras de la familia y siguió con los estudios hasta obtener una maestría en guitarra clásica en San Francisco. Cuando más tarde se lesionó una mano, dejó ese instrumento para darse cuenta de que siempre había sido compositor. La primera película en la que quedó su música fue Amores perros. Aunque lamentablemente no le acreditaron la pieza como suya, ahí fue cuando entendió que a eso se quería dedicar. Desde muy joven empezó a colaborar con Ruizpalacios, y actualmente está componiendo para Alfa (del director regiomontano Andrés Clariond) y para la serie Mami, además de buscar llevar su música a Estados Unidos.
En Museo, desde la primera escena —que retrata unos niños mexicanos de la primaria tocando la flauta— queda claro el papel fundamental de la música.
“Somos un país desafinado, que da escasa importancia a la educación musical. Pero cuando un niño mexicano de la primaria toca la flauta Yamaha, que es un invento capitalista del siglo XX, la suena como si fuera una flauta indígena de su pueblo, que en realidad nunca fue colonizada, nunca estuvo muerta, siempre estuvo ahí. Toda la película tiene flautas desafinadas que recuerdan silbatos precolombinos. Y toda la película está llena reivindicaciones como esta”, reflexiona el compositor.
En otra escena, los dos protagonistas se regalan un casete de La noche de los mayas, de Silvestre Revueltas. La pieza, inicialmente compuesta para cine pero conocida en su versión sinfónica o de suite de concierto, “les encanta a los directores porque es como si hicieran un ritual”. La música de Museo ayuda también a plasmar que los dos protagonistas actúan todo el tiempo como si estuvieran jugando un videojuego, “para esto usamos sintetizadores de los 70 sobre la música orquestal”, menciona Barreiro.
La respuesta del público
Museo es una cinta inteligente y enredada, pero totalmente disfrutable, también gracias al timing de comedia de Gael y Leonardo. “Te carcajeas y lloras, subes y bajas con los personajes. Es una película muy emotiva, no tendría por qué no ser muy bien recibida y espero que el público mexicano no me conteste de otra manera”, dice Tomás Barreiro, quien trabajó en la música de esta película durante casi un año y medio.
“Las audiencias norteamericanas han aceptado muy bien tanto Museo como Las niñas bien. Es una prueba más de que el cine mexicano ya no es un cine exótico y localista, sino que empieza a ser más universal. Hay cine de autor muy bueno en México, pero actualmente las películas súper taquilleras que son las únicas que compiten con el cine gringo, son películas de pastelazo. Hay un espacio fantástico para que un cine inteligente pueda tener un diálogo con su público. Hoy se está abriendo una puerta para que un público más grande pueda disfrutar de una mexicanidad menos panfletaria y menos clavada en sus costumbres, asumiéndose y aceptándose en la complejidad del mundo como todos los países fregones hacen”, concluye el compositor. Abramos la puerta.