Tortas Robles intenta no desaparecer. La semana pasada, con ayuda de la plataforma vecinal 06000 y Culinary Backstreets, organizó un tortatlón como un intento de mantenerse después de 60 años.
La convocatoria se hizo en redes sociales y mucha gente acudió. Durante una hora se regalaron tortas de queso de puerco, de quesillo con aguacate y de pastel de pollo, y se tomaron fotografías de gente muy sonriente con su torta detrás de un marco con los hashtags #TortasParaTodos y #SaveRobles. El objetivo: contar la historia de este negocio que, como muchos, cerrará porque el viejo predio donde se hospeda ha sido vendido.
El edificio Trevi dejará de ser habitacional con accesorias comerciales y se convertirá en un moderno coworking, un hotel boutique y un food court con restaurantes. Gentrificación pura y dura.
La nostalgia del pasado y la resistencia a ese cambio movieron a mucha banda que hizo posible esta pequeña y bella protesta. La tortería se convirtió en curiosidad. La historia de los Robles nos conmovió y simpatizamos con el statement anticapitalista del dueño: “No vendo tortas de jamón porque esas son para ricos”, dicen que decía.
Muy bonito todo, ¿pero impedirá que Tortas Robles deje de existir en el mapa tortero de la ciudad?
No es la primera ni será la última que se enfrente a este amargo final. Hace poco más de un año, un localito de tortas “poblanas” cerró en Isabel la Católica, por ejemplo. Mientras esperamos a ver si el Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México se interesa en salvaguardar los intereses inmobiliarios y económicos de las torterías, algo podemos hacer: consumir.
Tortas Robles está en Cristóbal Colón 1 D. De paso, vamos cuidando a otras torterías del Centro. Ahí están, resistiendo, la Casa del Pavo (Motolinía 40), La Rambla (Motolinía 38), El Cuadrilátero (Luis Moya 73) y Tortería Armando (Humboldt 34), posiblemente la primera tortería de la ciudad.