No son originarios del país, pero estos tragos se han vuelto indispensables en los bares o cantinas chilangos porque la CDMX es uno de los mejores lugares del mundo para beber. ¡Así que a brindar!
Por Israel Lara*
Martini
El clásico lleva 6 partes de ginebra por 1 parte de vermut seco (hay quienes prefieren 7-1), pero el Martini no es sólo un coctel: es un emblema, un tributo líquido que ha desafiado el paso del tiempo. La controversia en torno a sus orígenes, con teorías que apuntan al bar del Hotel Knickerbocker en Nueva York o a los albores de la fiebre del oro en San Francisco, sólo realza su mística.
Pero más allá de sus raíces, el Martini se ha convertido en un símbolo de sofisticación. Imposible no evocar a un elegante agente secreto pidiendo su Martini “agitado, no revuelto”. Esta bebida ha sido testigo silente pero contundente de los cambios socioculturales que han definido más de un siglo. Puedes beberlo en Baltra Bar (Iztaccihuatl 36-D, col. Condesa).
Sake
Conocido como el vino de arroz japonés, ha traspasado las fronteras del “país del sol naciente” para incursionar en la escena coctelera de la CDMX. En esta metrópolis el sake se ha reinventado, fusionándose con ingredientes locales y técnicas modernas que dan vida a cocteles con una simbiosis perfecta entre la tradición japonesa y el carácter efervescente mexicano.
Las cantinas y bares más innovadores de la ciudad lo han acogido como un elixir versátil, combinándolo con chiles, agaves y cítricos locales. Bartenders y mixólogos desafían continuamente los límites, entrelazando dos culturas en un vaso y demostrando que este arte no conoce fronteras. En Kaito del Valle (Enrique Pestalozzi 1238, col. Del Valle Centro) el sake está a otro nivel.
Cuba Libre
Su historia se entrelaza con la del Carajillo: mientras los españoles buscaban “coraje” en la mezcla de licor y café del Carajillo durante la colonización cubana, tiempo después vendría la independencia en la que los residentes de la isla recibían apoyo militar de los Estados Unidos y también un producto que estaba en auge en esos momentos en la unión americana: la Coca-Cola.
Sólo fue cuestión de tiempo para que el ron cubano se comenzara a mezclar con el refresco norteamericano. Ambos bandos tomaban juntos en los cuarteles. Al término de la guerra en cada rincón de la isla se escuchaban los brindis: ¡por Cuba libre! ¡Cuba libre! Y así se le quedó el nombre. En la Cantina La Mascota (Mesones 20, col. Centro) puedes gritar “salud” con este trago.
*Texto adaptado para +Chilango
CHILANGO SEPTIEMBRE P. 8-23