El aroma a pan recién horneado nos ha inspirado para buscar los lugares de la República donde este alimento ha tomado una forma única y digna de saborear en su sitio de origen. ¡Llévate tus pinzas!
Por Ivett Rangel
Desde Puebla con sabor, una cemita
No se puede andar en Puebla sin probar una cemita. Este pan, que llegó a México a mediados del siglo XIX, se distingue por su sabor salado, su suave interior y corteza crujiente. Se dice que es como un híbrido entre el pan rústico europeo y los bolillos.
Se prepara con harina de trigo, levadura, huevos, malta, agua y sal, y se puede rellenar casi con cualquier cosa, aunque la receta tradicional dicta que sea con quesillo, frijoles, aguacate, chipotles y pápalo fresco. Para más sabrosura se le agrega milanesa, pollo, pata, carne adobada o jamón. De Puebla también es el pan de pulque, el pan de burro, el pan de Zacatlán y los polvorones de piñón. Toda una tradición panera.
Las coyotas, una receta de amigas
Lo más emblemático de Sonora son las coyotas. El relleno original era piloncillo, aunque ahora también hay de cajeta, mermelada de guayaba o jamoncillo. Su historia nace alrededor de los años 50 del siglo pasado en Hermosillo, cuando María Ochoa González intenta la receta de su amiga Agustina Araiza, casada con un español.
La historia cuenta que lograron popularizarse cuando las madres mandaban a sus hijas con estas tortillas rellenas para convidar. De manera afectuosa, a las niñas comenzaron a llamarles “coyotitas”, palabra que significa “hija de india y español”, dando origen al nombre de lo que terminó convirtiéndose en parte de la tradición gastronómica de Sonora.
Para las celebraciones, pan de yema
El pan de yema, originario de los Valles Centrales de Oaxaca, se consume en el desayuno con chocolate o atole, especialmente en fiestas patronales, cumpleaños, bodas y, especialmente, en Día de Muertos. Para esta fecha se les ensarta una gira de alfeñique que representa el ánima de quienes ya no están. Los hay desde cinco hasta 30 centímetros, de 30 gramos a un kilo y medio, y son costosos.
Aunque algunos gustan de compararlo con el brioche francés, la realidad es que es más aireado por dentro y su miga tiene menos grasa, además de ser más dulce. No se prepara con ningún líquido, salvo el de las numerosas yemas de huevo que le dan su sabor e intenso color característico.
*Texto adaptado para +Chilango