Un clásico norteamericano

El Old Fashioned se ha ganado el título como primer coctel de la historia. En 1806, el editor del Columbia Repository escribió que el cocktail era la mezcla de licor, bíter, agua y azúcar. A lo largo del siglo XIX, en Estados Unidos, el combinado más popular se preparaba con whiskey, azúcar y cáscara de naranja; con la intención de despejar cualquier duda, el cliente pedía su bebida old fashioned style.

Una de tantas leyendas que explican el origen del Old Fashioned atribuye el invento a un viejo general norteamericano, —hígado hecho pedazos tras un sinfín de combates y borracheras— quien tuvo la ocurrencia de reducir el fuego de su brebaje con un añadido de azúcar. Casi dos siglos más tarde, la revista Esquire dirá que esta es “la bebida que todo hombre debe saber cómo preparar”.

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¿Será?

Sea como sea, el Old Fashioned es el gran clásico de la coctelería norteamericana (sinónimo de elegancia, virilidad y sofisticación). No es casualidad que a Don Draper, el protagonista de la serie Mad Men, se le asocie con este mítico coctel. La receta tradicional sugiere bañar un cubito de azúcar con gotas de angostura y machacar la mezcla al fondo del vaso; agregar hielo, piel de naranja y whiskey rye; finalmente: revolver para que los ingredientes liberen sus sabores. Hay mixólogos que rematan el trago con una cereza marrasquino e intercambian el azúcar por jarabe endulzante. No se trata de ser puristas ni de arruinar cualquier connato de innovación; pero —y este punto es incontrovertible— existe un elemento fundamental para disfrutar este trago: la pausa.

El Old Fashioned reclama el tiempo, la paciencia y la atención al detalle que atraviesa las novelas de Charles Dickens; pertenece al mundo donde cohabitan los relojes de péndulo, las levitas de paño fino, los lupanares con matronas amables y las barbasestilo Francisco José.

 

 

(José Manuel Velasco / @gueroterror)