Curiosamente, esa esquina a la que me dirigía es una que se asocia con hamburguesas, gracias a que en una de sus aristas está el clásico Mr. Kelly y el Sixties Bar, además del Daddy’s Burgers & Salads.
La recomendación vino de varios lados, así que tuve que darme una vuelta para constatar de qué me hablaban.
Llegué y el reguetón a todo volumen casi acaba con la misión aún antes de siquiera empezar.
“Vamos me dije puede ser que una buena burger haga que aguantes lo que sea. Con ganas de taparme las orejas, entré y busqué una mesa lejos de toda bocina. La carta, bien. Me llamaron la atención los precios. Ninguna costaba más de $75. Eso podía ser muy bueno, aunque también podía ser indicativo y una comprobación más de mis sospechas. Me fui por la Daddy’s Clásica: pan, 150 gramos de carne y queso amarillo. Perfecto.
No tardó mucho en llegar y, de entrada, la pinta era todo lo que esperaba: pan industrial, queso amarillo industrial, carne debajo de los complementos de ley. Primera mordida y… bueno, no estaba tan mal. Segunda mordida igual y así hasta que pasó a mejor vida. No tan mal como lo esperaba, pero no bien como podía ser.
Aunque el sabor nos quedó mucho a deber; el pan seco y soso, normal para un pan industrializado. Iba yo con la idea de que serían como hamburguesas de carrito graduadas a un local cerrado. No fallé. Faltan detalles para hacerme regresar, pero si tuviera que escoger entre éstas y su vecino clásico, sin duda iría a estas.
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