Hay lugares donde te toma tiempo encontrar la hamburguesa ideal. Así me pasó con Smokey’s Burger House como que tardó en encontrarme y sigo sin ser incondicional.
La primera vez que fui apliqué todas mis reglas al pie de la letra: pedí la tradicional, que es una cheeseburger con tocino. ¿Dije tocino? Sí, mucho y crujiente. Unas cuatro tiras grandes y bien fritas. El bollo, de buen tamaño y no tan seco. Casi perfecto. Pero la carne no me encantó desde un inicio. Aunque es de buen tamaño, estaba bien a secas. Quizá le faltaba sabor, definitivamente no le faltaba grasita; tal vez era la consistencia de la carne. En mi segunda visita fui más osado y pedí otra que se llama Elvis. En cuanto llegó a mis manos supe que esa primera visita no debió contar.
La Elvis es un portento, un verdadero monumento a lo que debe de ser una creación. Está inspirada en los gustos culinarios del rey del rock. Tiene una generosa porción de carne con gran sabor, jugosa y grasosa rodajas de plátano, queso cheddar, mantequilla de cacahuate y pepinillos. Todo esto entre un bollo hecho por la casa. La combinación dulce y salada por la crema de cacahuate hace que el platillo embone perfectamente. ¿Qué tan buena estuvo? Físicamente me dolió el brazo izquierdo y esperaba no caer fulminado por un ataque a las coronarias.
He ido muchas veces más, pero en la más reciente visita regresé a lo simple y volví a pedir la más sencilla. Me decepcionó: pan viejo, correoso, la carne sin mucho sabor y mal término. Tal vez se durmieron en sus laureles y pensaron que ya no hay mucho que hacer. Espero que haya sido un bajón temporal y la próxima vez que me dé una vuelta, hayan recuperado el buen camino.
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