El autor, nacido en la Ciudad de México, pero criado en Guadalajara, donde ha sido periodista, editor y maestro universitario, se estrena en la novela con La caída de Cobra
José Miguel Tomasena recuesta su 1.80 m. de estatura en un parque, y dice “Puedo escuchar a mi mamá”, mientras el fotógrafo dispara el obturador para captar su imagen. El joven Tomasena aún no pierde esa extrañeza de posar para una cámara y no estar él detrás del fotógrafo, pluma y libreta en mano para escribir una nota, correr a la redacción y tratar de contar una historia. José Miguel debuta como escritor y viene a la ciudad donde fue periodista para promoverla e invitar a propios y extraños a conocer una historia de presos.
“¿Será que nuestra tragedia nacional, tapizada de cadáveres y fosas clandestinas, niños sicarios, colgados, encajuelados, levantados, decapitados, desaparecidos, enajenados en maquiladoras de luces siniestras, tiene que ver con la imposibilidad de construir un país en el que la gente pueda hacer lo que le gusta, y al hacerlo, ser quien quiere ser?”, esas fueron las palabras de Tomasena al recibir el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí con la recopilación de cuentos ¿Quién se acuerda del polvo de la casa de Hemingway?
Es en esas preocupaciones y en ese ciclo narrativo que entra La caída de Cobra, proyecto que —de acuerdo con lo contado por el mismo autor— se concluyó más o menos al mismo tiempo que su libro de relatos.
La lectura de la novela deja una sensación hasta cierto punto cinematográfica, ¿tenías alguna referencia fílmica al momento de escribirla?
Pues no, cinematográfica como tal no. Bueno, aunque supongo que inconscientemente sí, porque vivimos todos ya en una cultura muy audiovisual. Pero no, deliberadamente no lo pensaba así. Lo pensaba, sobre todo por el tema de la extensión, que fuera muy expresivo el lenguaje y muy ágil. Así que el trabajo [de escritura] era, más que aumentar páginas, cómo concentrar y hacer que cada frase fuera lo muy expresiva. Así que supongo que eso hace que se “vea” bien y que avance la historia
Tú has sido periodista, sabes que muchas veces se puede escribir un reportaje con muchos testimonios, estadísticas y reporteo, pero la literatura revela siempre otra capa de la experiencia humana. Uno lee La caída de Cobra y tiene una sensación más vívida de lo que viven los reclusos en los centros de rehabilitación social… Tú que has vivido las dos etapas cómo lo sentiste al escribir.
Bueno, claramente no era mi intención construir una novela periodística, documental o apegada a los hechos. Digo, todo lo que cuento es inventado. Pero sí se nutre de, en términos del ambiente, de cosas que yo viví cuando trabajé como voluntario en un reclusorio. Y eso era lo que me interesaba más. Y como dice Revueltas en el epílogo, que al hablar de una cárcel se habla de un microcosmos social y se puede hablar del mundo entero. Porque en el fondo estás hablando de la injusticia, de la desigualdad, de la pobreza, de la explotación, de la lucha por el poder, de las economías legales o subterráneas; cómo a través de una historia pequeña se podrían abordar temas universales.
Hace unos días nos topamos con la noticia de que hubo otro enfrentamiento en el Penal de Topo Chico, que dejó tres muertos. Un penal donde hace poco tronó un motín masivo y se descubrió el autogobierno de la prisión y sus tensiones. ¿Qué sensación te dejó esta noticia?
No me sorprende. Es decir, hay documentos de las comisiones de derechos humanos, la Nacional como las estatales, que desde hace 20 años advierten sobre los problemas de sobrepoblación; hay investigaciones académicas muy serias que hablan del grave problema que representa el abuso de la prisión preventiva, como política pública, que es un desastre económico porque le cuesta mucho dinero al Estado, pero también en términos sociales porque desgarra a las familias, y en términos de convivencia social porque hace que muchas personas que no cometieron delitos graves, pasen condenas muy largas, haciendo que durante ese tiempo, mientras se alarga el proceso, sean sometidas a situaciones físicas y psicológicas de mucha violencia.
En el lenguaje das un paso más en tu obra. Para los que conocemos textos tuyos anteriores a esta novela hay una evolución. Encontraste un lenguaje cercano a esa realidad que tratas de construir, de crear. ¿Cómo fue para ti al escribirla, retomaste algunas de tus experiencias como voluntario en el reclusorio para encontrar la voz de Cobra? Porque no escuchamos a Tomasena, sino la vida de este mafioso.
En eso fincaba mi trabajo. Porque no son muchas páginas, pero me costó mucho esfuerzo, así que me alegra. Para mí el gran hallazgo fue cuando encontré la voz para contar esta historia, este narrador en tercera persona que es muy próximo a la conciencia de Cobra, con un recurso técnico que no es nuevo… porque Flaubert es el gran inventor del estilo libre indirecto. Que es un narrador que tiene acceso a la conciencia del personaje, que al mismo tiempo te puede retratar lo que no ve, que era lo que me interesaba contar, pero luego contar estas zonas donde no queda claro si la intención del personaje corresponde con lo que realmente sucedió.