En general, soy un tipo feliz. Saber que cada semana trae consigo nuevos lugares donde podré comer nuevas hamburguesas y probablemente encuentre mi cáliz sagrado, me hace muy feliz y da sentido a mi vida.
Me regocijo al saber que no me voy a dar abasto, ni comiendo a diario una burger, con todas las nuevas opciones que hay tan sólo en la Ciudad de México. Y es que mi obsesión se ha vuelto el comfort food de moda. Para muestra, un bóton.
Hoy toca el turno a un burger joint que, cuando lo visité, llevaba apenas tres semanas de haber abierto. Se trata de Connor’s (Newton #53 esq. Temístocles, en Polanco). Polanco es rudo. Es difícil salir avante con un restaurante en ésta zona, sobre todo para la enorme oferta de buenos y grandes lugares. Bienaventurados sean los que abren un lugar de hamburguesas, siempre tendrán mi buena vibra.
Llegué y pedí lo básico, como siempre: una hamburguesa clásica con tocino y queso (sin cebolla, gracias). Siempre la más sencilla será el mejor termómetro, aunque en la carta hay una amplia gama de posibilidades. Abrí boca con un muy competente Mac & Cheese ahumado al chipotle, lo cuál abría la posibilidad a una buena burger. Llegó, con todo y sus muy generosos 180 gramos de carne (mezcla secreta sin especificar) cocida al carbón, y se miraba muy bien. Un bollo amplio, propio; una generosa porción de tocino y los complementos acostumbrados.
Con todo y que la pedí sin, llegó con cebolla. Hmmm. Me hizo dudar de inmediato. No me preguntaron si quería algún término en especial, con lo que supuse que, por default, sería término medio. Un poquito de ketchup tradicional (hay de tres tipos diferentes) y lista para hincarle el diente. Primera mordida y todo aguado. Continué y rápidamente fue evidente que el término no era el correcto. No sé si estaba poco cocida o cocida en temperatura no adecuada. Muchas veces pasa que, quizás por ahorro o por costumbre equivocada, no se logra la temperatura adecuada para la cocción, y se echa al traste con un buen pattie.
Creo que éste es el caso con la clásica que tuve a bien degustar. No se deshizo, pero estuvo a punto. Aguada, fofa y medio sin sabor. Me la acabé de todos modos. El pan bien. Aguantó el embate de una carne malograda con dignidad e integridad. El tocino muy bien: muy crujiente. Pero todos los ingredientes opacaban el sabor de lo que debería de reinar de manera suprema, la carne. Así que me supo a tocino con queso, pepinillos y ketchup. Sonreí, pero no mucho.
Me sorprendió también que no venga con papas. Se sirve con unas chips de betabel, con muy buen sabor, pero escasas. Para el precio del platillo sí hubiera merecido una guarnición más digna. Si quiere uno papas, tiene que pedirlas aparte. Lo cuál me lleva al precio. Un poco cara para lo que es.
Le doy el beneficio de la duda simplemente porque acaban de abrir, aunque como he dicho en otras ocasiones, un restaurante que no le da al término de la carne, ni con años de experiencia lo logrará. Regresaré en unos meses, para ver si sólo fueron los nervios de la apertura o así es la cosa.