Como con los tacos, las posibilidades de la torta son infinitas. Todo cabe entre dos panes sabiéndolo acomodar. Por eso nunca son demasiadas innovaciones, experimentos tortísticos ni establecimientos que la sirvan.
La apuesta de Tortas Atlixco no es reinventar este platillo, sino partir de la base más simple para reconstruir clásicos con ingredientes de alta calidad. O sea: devolverle la alegría de la torta a los veintitreintones exigentes de clase media que habitan o frecuentan la Condesa, que ya se sofisticaron demasiado para el jamón rosa radioactivo con una embarrada de mayonesa amarillenta en una telera de antier bañada en aceite renegrido que sirven en los puestos lamineros de afuera del Metro (#NotAllPuestos).
Para empezar, aquí el pan es tipo birote tapatío: firme y crujiente para aguantar el relleno sin ponerse aguado, pero terso y aromático por dentro.
¡Y los rellenos! La de cochinita es el orgullo de la casa, porque aseguran que los mismísimos yucatecos la aprueban. Y sí: la carne suave, impregnada de achiote, naranja agria, canela y otras especias, explota en el paladar con ayuda de la cebolla morada y el habanero. Otra de las favoritas es la de milanesa de pollo con chilaquiles en una salsa verde acidita que contrasta con el queso Cotija-que-sí-es-Cotija. La de chipotle relleno también está espectacular, y el pepito, con un filete término medio y mucho aguacate, será la perdición de los carnívoros. Hay, también, de pollo con chilaquiles, cubana y hasta molletes.
El lugar es chiquitito y no quiere parecer local hipster de Brooklyn, sino que es fiel a la estética tortera, con manteles de plástico floreados, latotas de chiles a la vista y una vitrina con Boings y chelas. Obviamente es más caro que el changarro promedio, pero cada mordida lo vale.
Fotos: Lulú Urdapilleta