Que viva el Vive

Ciudad

Los festivales son tan sólo un reflejo de lo que ocurre en la escena musical, y no podemos responsabilizar al Vive por el poco o nulo desarrollo de nuevas propuestas

Vivimos en la era de la festivaliza loca. Y no hablo exclusivamente de los Coachella, Lollapalooza o Glastonbury. Basta voltear a ver el calendario de conciertos del primer semestre del año para darnos cuenta de todos los festivales que se celebran en nuestro país: Electric Daisy Carnival, Corona Capital, Pal Norte, Live Out, Roxy, Cumbre Tajín, Nrmal, Ceremonia y un larguísimo etcétera. Sin embargo, sería muy difícil imaginarnos el inicio de la era festivalera en el México contemporáneo sin el Vive Latino. Y sí, sé que suena al típico “foreverazo”, pero si hacemos memoria, podemos sentirnos muy afortunados de vivir en la era en la que vivimos, pues hace menos de 30 años NO HABÍA CONCIERTOS EN MÉXICO.

Así que en 1998 nace el Vive, al que muchos consideramos simplemente un evento musical, pero que, como su nombre lo dice desde un principio, se trata de un festival de cultura musical iberoamericana que desde entonces ha abierto sus puertas a todo tipo de bandas, géneros y demostraciones, como el tianguis del Chopo, la Carpa Ambulante para la proyección de documentales y, por supuesto, el arte urbano.

Han pasado casi 20 años del Vive, lapso durante el cual todo tipo de bandas se han presentado en sus escenarios y este fin de semana no fue la excepción: Zoé, Meme, The Little Jesus, Los Cadillacs, Bronco, La Sonora Santanera con Paquita la del Barrio y varios más. ¿Que cómo me la pasé? Es lo de menos, desde hace casi 20 años, siempre que voy al Vive salgo convencido de la importancia y trascendencia que puede llegar a tener un festival, para bien y para mal.

Las connotaciones positivas del festival son más que obvias, sin embargo, es imposible no escuchar todas aquellas quejas que señalan que “el Vive ya no es como antes” —lo cuál es un acierto, qué aburrido que siguiera siendo “como antes” 20 años después—, “que siempre están las mismas bandas”, blah blah blah… No diré si están bien o si están mal. Lo que sí es que no debemos perder de vista que los festivales son tan sólo un reflejo de lo que ocurre en cierta escena musical, y no podemos responsabilizar al Vive por el poco o nulo desarrollo de nuevas propuestas. Por el contrario, me atrevería a decir que es gracias a espacios como el Vive que muchos artistas han logrado consolidarse. ¿Que hacen falta más? Toda la razón. Pero no sólo festivales, sino estaciones de radio, lugares para tocadas, bares, conciertos e incluso me atrevería a decir que hasta escuchas que estén dispuestos a descubrir nuevas bandas, en vez de irse directamente a la playlist de hits en su reproductor.

El Vive se vive en esa continua etapa de transición, y desde ahora me estoy frotando las manos para ver qué nos presentará para festejar sus 20 años de existencia.

Foto: Lulú Urdapilleta