Cuando vi un anuncio sobre una hamburguesa de res en La Cervecería de Barrio supuse que debía probarla. Curiosamente nadie me la había recomendado, a pesar de que todas sus sucursales son muy concurridas. Tampoco se me había antojado comer ahí porque su concepto no es de mi estilo, pero decidí ir por la burger. Prejuicioso como soy, me hice a la idea de lo que me esperaba.
Pedí la “Hamburguesa de Res Sirloin”, tal como viene en el menú (también hay otras de camarón, atún y marlin), y una cerveza de barril.
A la primera impresión encontré lo que esperé: una delicia congelada. El pattie tenía toda la pinta de carne industrializada, que pasó directamente del congelador al sartén o la plancha. Venía con una rebanada de queso tipo Manchego que, derretido, lucía bastante bien. El pan se veía decente; no artesanal, pero tampoco Bimbo del súper. Todos los complementos llegaron por separado: lechuga, jitomate, cebolla y pepinillos. Aquí sí tuve que aplicar una generosa porción de catsup y ¡vénganos tu reino!
A la primera mordida supe perfectamente de lo que se trataba: en efecto, una delicia congelada. No solo eso. Con esta burger inauguramos una nueva categoría: la hamburguesa Costco. Todo es industrializado, ingredientes que uno compra en grandes cantidades para hacer muchas hamburguesas en casa.
De sabor… sabía pero no. No sé. No me supo mal, pero no me supo suficientemente bien. Quizá el congelador mata algo del platillo. Sin embargo, me la acabé. No es la primera ni la última vez que como una hamburguesa como esta —se está convirtiendo en una práctica común—.
Pasó sin pena ni gloria. No tiene personalidad. ¡Ah!, y es un poco cara para lo que es. No sé si regrese.