El barrio de Tepito es un espantafresas por excelencia. No solo por sus leyendas de bravura, sino por algunos de sus platillos típicos: tacos de tripa, enormes quesocarnes a la parrilla, huevos “de tortuga” (dicen que en realidad son de gallina “redondeados” con ayuda de un molde), patitas de pollo con chile y, de manera muy especial, las migas de Tepito: un manjar que le provocaría un soponcio a cualquier mirrey acostumbrado a la aséptica comida de cadena gringa finolis o de restorán mamón.
Como muchas otras creaciones culinarias chilangas, las migas son producto del afortunado matrimonio entre la necesidad y el ingenio mexicano. Se trata de un caldo compuesto “de lo que sobró”: pan viejo y huesos de cerdo (con tantita carnita para roer, o sea que es un alimento interactivo). Para darle saborcito, se le añade un poco de epazote, ajo, cebolla y chile, además de los ingredientes secretos que cada tepiteño le quiera poner.
Las migas más famosas son las de La Güera (Toltecas 12, col. Morelos), que ya hasta salieron en No Reservations, el programa de comida exótica de Anthony Bourdain. Su éxito ha hecho que conquisten la calle y que ocupen espacios que antes estaban ocupados por puestos de ropa, películas pirata o gadgets baratos. Echarse un plato de migas o de pancita es un sabroso paréntesis al ajetreo del mercado.
Sin embargo, quienes dicen ser herederos de la receta original son los de Migas Mary (av. del Trabajo, esq. Caridad y Peralvillo, entre Matamoros y Rivero), en una de las orillitas del tianguis. Mary, quien le da nombre al local, asegura que su abuela las empezó a vender en 1913, que la receta ha ido pasando de generación en generación y que su característica única es la longaniza y el chile cascabel que le echa. También se jacta de haber alimentado al equipo de filmación de la cinta Nosotros los pobres —tienen fotos para comprobarlo—.
Las migas también se pueden probar en un changarro sin nombre en Carpintería, entre Mineros y Mecánicos, en un localito oscuro que queda sobre La Rinconada, en el mercado Morelos y en otros puntos desperdigados por la colonia. Es cosa de preguntarle a tu marchante de fayuca (o cualquier mercancía que hayas ido a buscar) cuáles son sus favoritas.
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