No es nuevo, pero es cierto que el cómic adquiere cada vez más relevancia y cercanía como soporte de una biografía. Recientemente conocimos el trabajo del artista alemán Kleist Reinhard, quien tardó más de tres años de pláticas y complicidad con el músico australiano Nick Cave para poder dar forma gráfica a la historia de su vida. En el inter, murió Arthur —el hijo de 15 años de Cave y la actriz Susie Bick— al resbalar por un acantilado tras haber consumido LSD. Y aunque ese triste episodio el dibujante decidió omitirlo en Mercy On Me (ECC Ediciones), su obra representa fiel el carácter sombrío de Nick Cave, y lo resalta como un músico y escritor obsesivo de creatividad prolífica.
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Por otro lado, es conocida la admiración del periodista Jon Lee Anderson —quien en su labor ha realizado coberturas como corresponsal de guerra— por El Che: ha leído su diario, hablado con sus familiares, e incluso, gracias a él, se dio con la ubicación de los restos del héroe revolucionario. Escribir una biografía más para conmemorar los 50 años de su muerte hubiera sido poco novedoso, salvo por la frescura del formato que decidió junto al ilustrador José Hernández, quien afirma que a través de su trazo, quería contar una historia lejana al personaje histórico y más cercana a la persona real. Para esto, de nueva cuenta, tres años de largas pláticas entre autor-dibujante, acotaciones y sugerencias mutuas para dar vida a una trilogía (Editorial Sexto Piso) que explora tres etapas de Guevara: su incipiente deseo revolucionario, su ser heroico y su muerte.
Es tiempo de quitarnos de la cabeza la idea de que el cómic o novela gráfica son géneros menores, para jóvenes o para lectores principiantes o perezosos. Nada más alejado de la realidad. Es un género que, por su naturaleza, tiene la virtud de poder unir lo mejor de dos lenguajes artísticos: la palabra y la imagen.