La pieza ya había alcanzado una cifra récord; sin embargo, vendría la puja máxima que convertiría a Salvator Mundi —el último Da Vinci en una colección privada— en el cuadro más caro del mundo, desplazando la marca que había impuesto Las mujeres de Argel, de Picasso.
Subastado a través de la casa Christie’s por 450.3 millones de dólares a un comprador que pujó de manera anónima vía telefónica, la obra muestra la imagen de Jesucristo sosteniendo una esfera de cristal que, simbólicamente, representa la totalidad del cosmos. Como casi todas las obras del gran renacentista, la pieza está rodeada por un halo de misterio.
Realizada para el rey Luis XII de Francia, entre los años 1506 y 1513, la pieza es una de las menos de 20 tablas que sobreviven del inventor y artista italiano, y, como el propio Cristo, hubo un periodo en el que nadie supo de ella, hasta que reapareció en nuestra era como el Santo Grial del arte.
En 1958, una casa de subastas la adquirió por 50 euros y, a su vez, la vendió en 2013 por 108.3 millones de euros al actual presidente del equipo de futbol A.S. Mónaco, Dmitry Rybolovlev, quien pensaba que había desembolsado demasiado por una obra olvidada y con varios intentos fallidos de restauración —pero que, seguramente, le sirvió para exención fiscal de unos cuantos millones—.
Como dato curioso, este mismo año el magnate ruso dejó ir, por más de 180 millones de euros, al jugador Kylian Mbappé al París Saint-Germain. Entre eso y el Da Vinci, el señor Rybolovlev cerrará el año con casi 700 millones de dólares más en su cuenta.
Mientras tanto, Salvator Mundi no volverá a ser olvidado. Aunque ahora el feliz dueño o dueña es alguien desconocido, la obra regresó con la grandeza que merece una pieza creada por el genio más grande que ha dado el arte. Eso sí, quién sabe cuándo volvamos a saber de él.