Joaquín Cosío y José María de Tavira: dos astros que se adueñan del teatro

Cultura

Esta puesta en escena, escrita por Juan Villoro y dirigida por Antonio Castro, está en el Teatro Helénico hasta el 1 de octubre y ha sido muy bien recibida por el público.

Una relación de amor-odio: así es la amistad —si se le puede llamar así— de Johannes Kepler y Tycho Brahe, dos astrónomos que hicieron grandes aportaciones a la ciencia y que son representados por José María de Tavira y Joaquín Cosío en La desobediencia de Marte, obra escrita por Juan Villoro, y en la que también representan a dos actores que interpretan a los científicos.

La complicidad entre ambos es notoria dentro y fuera del escenario. Contrario a ellos, los cuatro personajes de la obra tienen diversos conflictos entre sí. ¿Cómo definen la relación de los científicos?

José María de Tavira (JMT): Como la que tienen los planetas con el Sol: una de atracción y repulsión constante.

Joaquín Cosío (JC): No lo pudo haber dicho mejor el joven Kepler. Efectivamente, es una relación compleja en ese sentido. Como lo dice constantemente la obra: se necesitan y se repudian al mismo tiempo. Son personajes antagónicos, pero que tienen cosas que necesitan del otro.

Tanto los científicos como los actores son opuestos entre sí.

JMT: Hay un gran paralelo entre Tycho Brahe y el actor mayor, y Kepler y el actor menor; en este sentido, nosotros planteamos un Brahe hedonista, noble, con mucha experiencia, que recorrió el mundo; y un Kepler que, al contrario, es ortodoxo, luterano, puritano y todavía no tiene tanta experiencia, en ese sentido, el actor joven, al ser una promesa del teatro universitario que rechaza todos los programas de televisión, los anuncios y todo el mundo comercial, lo vuelve un puritano del arte a la vez que Kepler era un puritano de la vida.

Dirían que, en general, una fórmula para que haya armonía entre las personas es que deben ser polos opuestos.

JC: No tanto que deban serlo, sino que justamente es un planteamiento de la obra. Pareciera como una ley de gravedad, al menos en este universo de cuerpos celestes que se atraen y se rechazan. La obra justamente plantea esta imperfección de la vida humana y del comportamiento, de esta imposibilidad de entendernos y de comprendernos de alguna manera, cuando siempre podrá existir otra.

JMT: Para que haya un balance tiene que haber fuerzas opuestas y supongo que eso es algo que el autor trae en la cabeza.

¿Cómo definiría cada uno a los dos personajes que interpreta?

JC: Tienen maneras de pensar, de ver la realidad, maneras de percibir al otro muy opuestas. Uno es joven y, por tanto, tiene una serie de ideas en relación con la vida y el arte de actuar; el otro es un hombre mayor que ya ha vivido lo suficiente para afrontar o resolver una vida a partir del trabajo actoral. Igual que Tycho Brahe y Johannes Kepler, quienes tienen antagonismos radicales. La obra plantea justamente esta imposibilidad, o la posibilidad ante la imposibilidad.

JMT: Y es la relación entre el empírico práctico y el teórico idealista.

¿Se identifican con ellos?

JC: Un actor hace personajes diversos uno tras otro; le provee parte de lo que es, de lo que yo soy, pero la mayo- ría de las ocasiones el personaje se construye con lo que no soy. Yo creo que es necesario establecer identificaciones, tienes que conciliarte con el personaje y tienes que intentar entenderlo, pero no necesariamente justificarlo; es decir, se establece una relación singular, pero nunca he estado muy de acuerdo con la palabra identificación; no sé si me identifico o no, yo me presto en todas mis posibilidades a que ese personaje entre en mi forma de pensar, de respirar, pero no sé si eso sea una identificación.

En el folleto de mano, Villoro dice que hay algo más misterioso que las galaxias: la persona que respira junto a ti. ¿Qué es lo que les parece más misterioso uno del otro?

JC: Lo que más me seduce de mi compañero es su inteligencia, su gran bagaje intelectual, su talento y su sensibilidad interpretativa. Eso es una fuerza que permite que la obra se desarrolle, porque hay, en mi caso, una admiración a ese ímpetu y a ese conocimiento. De ahí a la inquietud, no lo sé.

JMT: Son muchas cosas, pero lo que me parece misterioso y admirable es que es tremendo. Soy su primer espectador. Llevo toda una vida en esto y no hay nada más misterioso que lo que lees [en el guion] y yo estoy ahí haciéndolo y viendo al actor trabajar. Este desdoblamiento que a veces ocurre… cómo es que de repente al que estoy viendo es Tycho Brahe y no Joaquín, luego es Joaquín haciendo del actor que hace de Tycho Brahe y las capas de significado que yo puedo ver que personifica con maestría, así como prestidigitador, es algo que me parece misterioso y profundamente admirable. Esto de la actuación cada vez me deja más perplejo: qué es exactamente lo que sucede en la mente de un actor; no sé qué pasa ahí y ver a tremendísimo, grandísimo actor frente a mí haciendo este misterio es increíble.