Uno de los pilares más importantes para la difusión de libros y el acceso a la lectura son las librerías independientes, actualmente amenazadas por obstáculos que pueden librarse en comunidad
Por Dora Navarrete*
Es una realidad que, dentro del ecosistema del libro que abarca (entre muchas otras áreas) a las librerías, las editoriales, las imprentas, las distribuidoras, y por supuesto a lxs autorxs y lectorxs, las librerías independientes son el eslabón más débil a pesar de que son los principales espacios de vinculación con el público lector. Esto se debe al abandono por parte de las instituciones gubernamentales y gremiales, ya que no están contemplando políticas públicas que las fortalezcan en cuestiones fiscales, financieras, comerciales, administrativas, comunitarias y formativas. Es decir, las librerías están arrojadas a un campo desprotegido y vulnerable, donde lo único que las sostiene es la comunidad que logran construir. Uno de los retos de las librerías independientes es que la operación se vuelve prioritaria para pagar la renta del local. En un panorama optimista, la librería se queda con el 20% del precio de venta a público del libro (después de comisiones de las terminales bancarias, impuestos y gastos operativos). Con ese ingreso se tienen que pagar sueldos, servicios y renta.
La Ley del Precio Único menciona que debe mantenerse el mismo precio del libro en todos los puntos de venta. No obstante, eso no se respeta porque el duopolio de librerías ha construido una guerra de descuentos (entre ellas) que afecta directamente a las librerías independientes. No podemos asumir los mismos descuentos y de aquí se desencadena la crisis en el sector. Es por eso que las librerías independientes han construido una estructura de sostenibilidad que va más allá de sólo vender libros, es decir, su modelo de negocio se ha construido con base en otros servicios como cafetería, venta de papelería, oferta de talleres o diversas actividades en torno al libro. Otro reto que es necesario mencionar, es la transformación de consumo de libros a partir del 2020: la pandemia forzó la creación de tiendas en línea de librerías y editoriales, donde por un lado, fomentaban el acceso a libros que no son fáciles de conseguir en ciertas partes del país; y, por otro lado, Amazon se consolidó en una de las principales plataformas de venta de libros. La pregunta aquí es ¿cómo construimos el acceso a los libros a partir del contexto de no existencia de librerías en México?
Hablar de ecosistema editorial nos permite ver que se trata de un espacio compartido entre muchos actores. Aquí habitan no sólo quienes producen el libro (intelectual o materialmente), sino también de otros agentes como editores, traductores, diseñadores, correctores, distribuidores, mensajeros, impresores, programadores, libreros, gestores y lectores. En un ecosistema hay tensiones, desafíos y crisis, pero también se requiere de dinámicas flexibles para reconocer y fortalecer el papel tan significativo que se realiza.
Los desafíos son enormes
Dentro del contexto de publicación independiente, el ecosistema del libro está pasando por una desarticulación entre los diversos agentes y es necesario hablar de la importancia de mantener las librerías y de generar condiciones estructurales para su sostenibilidad. En los últimos años hemos visto cómo el ecosistema se ha minado de prácticas depredadoras que afectan a todos. El libro puede ser una mercancía para unos, pero sobre todo tiene un valor cultural que busca preservar y conservar la diversidad cultural. En este caso, si las librerías desaparecen, desaparece la bibliodiversidad y los espacios de encuentro.
*Gestora cultural, librera y directora de Casa Tomada, espacio cultural independiente