En 2013, tras ocho temporadas exitosas, la serie de televisión Dexter llegó a su fin con un capítulo que dejó al público, a la crítica y a varios de sus protagonistas insatisfechos. Varios dijeron estar molestos y enojados por la decisión que tomaron los productores y los guionistas de convertir al protagonista de la historia en un leñador aislado del mundo. Uno de los peores finales en la historia de la televisión, gritaron a los cuatro vientos algunos. La muerte de Dexter hará justicia a una serie que marcó época.
Para aquellos que no saben de qué estoy hablando, va una breve explicación. Dexter Morgan es un asesino serial de asesinos seriales. Durante el día trabaja en el laboratorio forense de la policía de Miami como analista de manchas de sangre y durante la noche es un vengador que calma su sed de sangre persiguiendo y matando a toda clase de oscuros criminales. Es metódico, es limpio, es obsesivo. Pero sobre todo es un justiciero.
Hijo adoptivo de un policía —quien es el encargado de desarrollar un código para asesinar que incluye instrucciones como no matar a gente inocente y jamás involucrarse emocionalmente—, Dexter intenta llevar una vida normal junto a su hermana y tratando de formar una familia con una mujer llamada Rita y sus hijos. Sus esfuerzos por ser humano y acallar aquella voz que le pedía matar lo convirtieron en un personaje entrañable. Una especie de Robin Hood contemporáneo y sangriento, del que varios se enamoraron.
No muchos saben que la serie está basada en una saga de libros. La muerte de Dexter es el octavo y es la gran oportunidad para quitarse el mal sabor de boca que dejó el programa. La historia arranca con Morgan encerrado en la cárcel, acusado de asesinato y pedofilia —crímenes que no cometió—. Con ayuda de su hermano, consigue salir de prisión, pero solo para verse envuelto en una persecución encabezada por un peligroso narcotraficante quien hará imposibles los últimos días de su vida.
La muerte de Dexter
Jeff Lindsay
Umbriel, Barcelona, 2016
348 páginas
$260
También te puede interesar: ¿La inocencia de la infancia?