Los espacios albergan un acervo de más de mil 300 piezas con las que se analiza y comunica la complejidad de las fiestas y textiles de los pueblos originarios de México
El Museo Nacional de Antropología (MNA) cuenta a partir de este jueves con dos nuevas salas de exposición permanente, que albergan un acervo de más de mil 300 piezas con las que se analiza y comunica la complejidad de las fiestas y textiles de los pueblos originarios de México.
Autoridades de la Secretaría de Cultura federal y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) inauguraron ambos espacios ubicados en la planta alta del recinto, que tras su renovación, forman parte del proyecto prioritario Chapultepec, Naturaleza y Cultura, y en el que se han invertido más de 104 millones de pesos.
El objetivo, indicaron, es “difundir los saberes ancestrales, las cosmogonías y los valores tangibles e intangibles de las fiestas y de los textiles de las comunidades indígenas del país”, indicaron en un comunicado.
Durante la ceremonia de apertura, la secretaria de la dependencia, Alejandra Frausto, señaló que con la renovación del recinto, el sueño era mostrar cómo las raíces mayas, olmecas o mexicas, en el primer nivel del MNA, dan frutos y vida a pueblos que, ahora, dejan de ser objetos de estudio y pasan a tener voces propias.
En el evento participó el activista mazateco Filogonio Naxin, quien habló de los más de 500 años de resistencia de los 68 pueblos indígenas de nuestro país. En dicho contexto, resalta que la museografía de ambas salas integró artesanos, danzantes, líderes indígenas y a miembros de poblaciones afromexicanas.
Por su parte, el secretario técnico de la institución, José Luis Perea, calificó esta apertura como un suceso histórico, en conjunto con la inauguración del Gran Museo de Chichén Itzá, en Yucatán, también este jueves.
Explicó que la Sala Textiles consta de 512 piezas, mientras la Sala Fiestas contiene 869 obras. Arturo Gómez Martínez y Johannes Neurath Kugler se encargaron de la curaduría de cada sala, respectivamente.
De acuerdo con la dependencia, en el primer espacio se analiza el modo en el que las prendas de vestir, inicialmente surgidas por la necesidad de cubrir al cuerpo ante las inclemencias climáticas, han adquirido relevancia en las relaciones sociales, políticas, religiosas y económicas de los pueblos indígenas y afromexicanos.
La segunda, explicó, se enfoca en mostrar cómo se viven estos eventos en las comunidades, qué relaciones se tejen entre las y los actores que participan en ellas, y cómo, mediante estas, se establecen y fortalecen relaciones con los muertos, los animales, el maíz, los espíritus o los dioses.