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Mundialito Callejero: Una estrategia deportiva para las poblaciones en abandono social

Por: Redacción

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600 jóvenes en situación de riesgo, que pernoctan en la calle o viven en casas hogar, disfrutarán de una semana de alegría y diversión

Por Brenda Raya 

Una tarde de verano de 1994, un grupo de jóvenes pensaba qué podían hacer con su tiempo libre en las vacaciones. Imaginaron un torneo de futbol en el que pudieran participar otros que, como ellos, compartían la misma historia: haber vivido en las calles.

Esos jóvenes se encontraban en un hogar, la Fundación Renacimiento, dirigida por José Vallejo quien, desde entonces (con excepción del periodo de pandemia) ha impulsado la realización de lo que fue nombrado Mundialito Deportivo, en referencia a la Copa Mundial de ese año. Con el tiempo recibió el nombre de Mundialito Callejero

En su primera edición el Mundialito logró reunir 600 jóvenes de varios sitios de la CDMX que provenían de terrenos baldíos o lugares de pernocta. Lo más difícil de organizarlo no vino por parte de quienes jugaron, sino de quienes creían que organizar algo así no valía la pena.

Invertir la posición de la mano

En entrevista para + Chilango, el creador de tan singular evento cuenta cómo ha sido esta larga historia: “Para la gestión de las canchas, la primera vez que comenté la propuesta a los deportivos, me trataron de loco; me dijeron que cómo iba a juntar a tantos, que se iban a matar.

Estuve buscando y logré el convenio, me prestaron unos campos hasta el fondo de la Ciudad Deportiva, pero lo hicimos. Causó tal asombro que los guardias iban a asomarse a ver cómo estaba todo; desconfiaban de ellos”.  

Desde aquella primera vez quedó claro que el Mundialito era algo más que un torneo deportivo. Hubo jóvenes que pidieron su incorporación a las instituciones de atención con tal de participar. La magnitud del evento y el ambiente de compañerismo despertó en algunos las ganas de empezar una vida fuera de las calles. Para los educadores fue una oportunidad única de reunirlos a todos y, para las instituciones, la ocasión de darse a conocer, de ofrecer sus atenciones y servicios. 

El Mundialito se volvió una estrategia de intervención y, por su naturaleza de convivencia, una tradición entre las poblaciones en abandono social. Año con año fue creciendo la participación, llegando a contar hasta 800 jugadores de todas las edades.

Uno de los aciertos es que propicia el encuentro entre quienes alguna vez vivieron en la calle e invitan a participar a quienes aún se encuentran en esta situación. En palabras de José Vallejo: “Los acompañan, los invitan; que tengan la oportunidad de aportar algo en lugar de recibir; se trata de invertir la posición de la mano”. 

No se les permitía el acceso

Esta iniciativa es apoyada por instituciones gubernamentales como el Gobierno de la CDMX, la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX y organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, organizarlo representa un trabajo enorme. Por ello se buscan apoyos para el arbitraje, los trofeos, el material necesario para jugar; alimentos, hidratación y la gestión de los espacios.

Este 2024 retoma su curso después de cuatro años de ausencia a causa de la pandemia. Durante 27 años este evento ha tenido sede en la Ciudad Deportiva, el Velódromo, el deportivo Venustiano Carranza y, finalmente, en el Deportivo Oceanía, donde se realiza desde el año 2002 con enorme reconocimiento entre las poblaciones callejeras y también entre los trabajadores del deportivo, quienes ya los conocen muy bien y, con el tiempo, han aprendido a tratarlos con respeto. 

Antes de esta propuesta las poblaciones callejeras no tenían acceso a los espacios deportivos. Si derechos tan básicos como la alimentación o la salud no están garantizados, menos el derecho al juego y a la recreación. Sobre ello comenta José Vallejo: “A los muchachos no se les permitía el acceso a estos espacios; logré que se rompiera esa barrera, que ejercieran su derecho a jugar, a ingresar a los deportivos.

El deporte tiene una implicación social muy importante: planeación, respeto, organización en grupo; sólo pensar ‘cómo le voy a hacer para ganar’ va introduciendo conductas necesarias en ellos”. Las herramientas que genera la colectividad son valiosas para trazar rutas que pueden impactar en la construcción de una vida fuera de las calles. 

Un derecho ganado 

El evento ha agregado otras disciplinas como lanzamiento de disco o saltos de longitud. Este año se añadieron al programa: ajedrez, atletismo, dominó y futbol 7. Las categorías son: Morritos, Morros, Valedores, Ñeros, Rucos y Veteranos para aquellos que superan los 23 años, pues llegar a esa edad en buenas condiciones físicas viviendo en la calle es todo un reto. También se incorporó la categoría para equipos LGTB pues, aunque siempre ha existido esta comunidad dentro de las poblaciones callejeras, ni siquiera se les nombraba. 

Este año se espera la participación de al menos 600 jugadores, pues las poblaciones han cambiado socialmente con los años y esta época, después de la pandemia, se volvió mucho más compleja. El evento también sirve para hacer un diagnóstico rápido de ello y generar nuevas estrategias de atención. No garantiza un cambio de vida, pero ya con sólo participar les da un derecho ganado que debe conservarse. 

Por más corporativizado que se encuentre este deporte, siempre conservará su esencia popular y democrática que implica trazar una cancha y armar un partido sin más elementos que un balón y la organización de sus jugadores.