Brenda Lozano es una de las escritoras menores de 40 años más reconocidas. Alfaguara acaba de publicar su libro de cuentos Cómo piensan las piedras
Desenfadada y café en mano, delgada y alegre, Brenda Lozano habla sobre Cómo piensan las piedras, su más reciente libro. Se trata de una compilación de cuentos en la que, sin ser protagonista ni un personaje, este material aparece en cada historia. Brenda nació en la Ciudad de México y estudió Literatura latinoamericana; además de escribir, es editora de la revista MAKE.
“Para empezar, me gusta mucho la portada de Cómo piensan las piedras”, comenta Brenda. “Es de una artista inglesa que se llama Tacita Dean. Respeto muchísimo su trabajo. Ella tiene muchas obras con piedras y la idea del tiempo, y esta pieza es una fotografía de archivo de dos mujeres victorianas que parece que rodean una piedra. Su intervención en esta foto de archivo es que ella les dibujó una especie de cuerda y hace parecer que la están midiendo. Me gustó mucho porque la presencia de las piedras pareciera materializar el tiempo mismo. Tienen este silencio que me parece muy misterioso, increíble, muy atractivo sobre todas las cosas”.
A lo largo de los cuentos que componen el volumen hay una ausencia: alguien muere o hay una figura que no visualizas.
Creo que las ausencias mueven o pueden ser el principio de cualquier historia. En el momento en el que ya no está algo, es cuando uno empieza a contar. En un caso extremo puede ser una muerte, pero también el hecho de ya no estar en una escena en la que estabas hace unos momentos te lleva a querer reconstruirla con palabras. Pienso que una ausencia es un motor muy importante en una historia. Definitivamente tenía que haberlas. Por ejemplo, en general no hay muchos diálogos y son más bien personajes hablándole a alguien más que no aparece. Hay algo en ese personaje borrado que lleva a un lugar que me interesa explotar.
El último cuento, que lleva el mismo título del libro, lo alcanzaste a meter al final…
En los otros cuentos ya había piedras. Y este de alguna forma termina de cerrar el libro. Quería que la palabra “piedra” estuviera en el título porque era un hilo, pero no lo tenía completo, me faltaba un cuento y, además, no había ninguna voz infantil. Este cuento salió de una plática con un amigo. Me contó que estaba haciendo un libro desde un punto de vista infantil. Tuvimos una charla muy larga al respecto y me dijo: “Si logras conectarte con algo de tu infancia, te vas a divertir mucho”. Me quedé pensando en ello y me acordé de que de niña —bueno, uno se hace sus propias explicaciones cuando no sabe— no sabía qué eran las rimas. Entendía que eran como dos cosas que quedaban bien una con la otra, un pay de piña o nuez con un Frutsi eran una rima en mi cabeza, porque eran una buena combinación. Por ahí, y con algunas cosas que me preguntaba de niña sobre el lenguaje, empecé con esta voz. Fue un ejercicio muy chingón en varios sentidos.
¿Fue difícil regresar a tu infancia?
Creo que es un ejercicio muy interesante y divertido, conectarse con quien fue uno. Y nunca lo había hecho así conscientemente. Es casi una escena como de un sueño: te ves ahí, eres casi un espectador de tu propia vida, pero ponerte en primera persona, en qué estabas pensando en ese momento o en lo que sentías, fue un buen ejercicio.
¿Qué fue lo más difícil de hacer este libro?
Saqué algunos cuentos. Quedó esta selección de 14. Justo platicaba con un amigo sobre qué hace que sea un conjunto de historias: si es un tema, los colores… ¿cómo agrupas? ¿Dónde están los nexos entre una historia y otra? Era algo que me preguntaba mucho y creo que un proceso que me gustó de formar este libro fue encontrar esos nexos entre las historias, donde las piedras no son protagonistas, pero sí están ahí como testigos. La relación aquí está hecha por el tono y lo difícil fue encontrarlo. Cuando encontré la última voz de este conjunto, supe que era el final.
¿Por qué cuentos y no una novela?
Creo que cada historia es un tentáculo de una misma cabeza, por así decirlo. Es más como un pulpo. Creo que son necesidades distintas y, aunque pertenecen a una misma familia, la relación que hay entre ellas va por caminos completamente separados. Creo que una novela integra más como una especie de planeta con sus pequeñas leyes. Aquí hay varios brazos.
En los últimos años, hay un boom de escritoras latinoamericanas. ¿Por qué consideras que es así?
A mí me da mucho gusto por varias razones. Una de ellas es que encuentren libros de estas mujeres en Latinoamérica, obras interesantes que me gusta seguir y que me interesan y respeto. Creo que no todo el camino está recorrido. Sí hay un alto grado de misoginia y machismo en nuestra sociedad. En la cultura, como en todas las áreas, hay tanto machismo.
Estas son algunas autoras imprescindibles de Brenda:
Algunas de las escritoras favoritas de Brenda son Clarice Lispector y Elena Garro, quien le gusta mucho más que Octavio Paz. También es seguidora de sus contemporáneas, como Valeria Luiselli y Fernanda Melchor.