Diego Luna y Luis Gerardo Méndez, protagonistas de Privacidad, nos platican de qué trata la obra y cómo manejan su vida personal en internet
Prende tu celular. Sí, leíste bien. A diferencia de todas las otras obras de teatro —en las que te ruegan que apagues cualquier dispositivo—, en Privacidad te piden que lo tengas a la mano durante toda la función. La idea es que, a través de los actores —Diego Luna y Luis Gerardo Méndez, quienes alternan funciones— nos hagamos conscientes de qué pasa y a dónde va a parar toda esa información que compartimos en internet.
Esta puesta en escena es distinta a las que se han presentado en nuestro país. Primero: dura dos horas y media. Segundo: “Es una experiencia 360 para el público: a donde voltees algo va a estar sucediendo”, cuenta Luis Gerardo. “Además, está hecha con humor, porque para decir cosas así, lo necesitas como ablandador para que entre el cuchillo”, añade Diego.
La obra dirigida por James Graham y Josie Rourke habla de cómo nos volvemos cada día más vulnerables. Sin saber, lanzamos toda nuestra vida privada a internet, donde conocidos y extraños pueden saber todo lo que quieran sobre nosotros: desde lo que nos gusta, lo que no, hasta con quiénes salimos, cuándo, a qué hora, a dónde.
En este sentido, ¿cómo manejan su vida online los protagonistas de la obra?
Luis Gerardo (LG): Se trata de ir entendiendo la herramienta, de saber cómo utilizarla. Las redes sociales son de las pocas cosas que nos quedan como sociedad. Ahí uno puede expresar su opinión e indignación, pero también es complejo porque el activismo no solo se puede quedar ahí. Las redes sociales sirven para difundir, pero un tuit no va a cambiar al mundo; lo que sí hace es que ayuda a que más gente se entere de una injusticia. Hay que ser conscientes de que están ahí y hay que utilizarlas lo mejor que se pueda.
Diego Luna (DL): El uso de redes sociales es uno de los temas de los que habla la obra. Si miro atrás en mi historia, me doy cuenta de que era un niño cuando empecé a usarlas, que no entendía las consecuencias. Hoy me siento ya un adolescente, aunque no estoy ni cerca de la madurez porque no termino de entender qué son. Contengo el impulso, siempre pienso las cosas dos o tres veces antes de ponerlas, porque sé que hay una repercusión y esa opinión pertenece a un momento específico de tu vida. La información que ponemos de manera ingenua en las redes eventualmente será utilizada. ¿Qué va a pasar con esa información en años? Como esa, hay mil dudas y preguntas que toca esta obra y que nos va a dar herramientas para entender qué es esto y hasta dónde queremos llegar.
Diego, en tu cuenta de Twitter dice que no querías tener una. ¿Qué pasó?
DL: Es cierto. Cuando lanzamos Abel, los de la distribuidora me dijeron que tenía que abrir una cuenta de Twitter. La gente ya no promociona si no es en redes, que te va a poner en contacto con millones de personas. Dije que sí y nos fue muy bien. Me sirvió para monitorear la película. El problema es cuando depositas todas tus necesidades en redes, ahí sí ya estamos podridos.
¿De qué manera creen que podemos hacernos conscientes de la diferencia entre la vida real y digital?
LG: La obra plantea cuál es la diferencia entre el yo público y el yo privado, y cómo entendemos eso en nuestra vida privada. Es muy complejo porque parece que las redes sociales nos dan la oportunidad de hacer la versión que nosotros queremos para los demás. Subes tu mejor foto a Instagram y, cuando vas a tuitear, revisas 150 veces el tuit para no decir una estupidez. Hay una posibilidad de ir moldeando tu figura. Eso en la vida real no existe. En la vida real eres quien eres. Lo que publicas tiene que ver con lo que decides compartir. Nosotros lo tenemos muy trabajado porque somos figuras públicas. Yo tengo clarísimo qué fotos de amigos voy a subir a Instagram y qué fotos no, porque son de mi familia o amigos de toda la vida.
DL: Nos estamos quedando solos. Tú no subes a Instagram una foto en una depresión profunda. Me atrevo a decir que todas tus fotos hablan de una vida poca madre, en la que estás disfrutando con gente que quieres, comiendo cosas que te gustan. Yo puedo pensar que esa es tu vida, pero hay toda una parte que estamos perdiendo: todas esas cosas que no puedes esconder. Cuando un amigo te veía a los ojos y te preguntaba qué tenías, tú debías contestar porque no había manera de quitar esa miradita triste. Te abrías. Hoy vivimos esa parte que no queremos compartir en la completa soledad. Nos estamos aislando. A pesar de que debería ser todo lo contrario porque se supone que tenemos enfrente de nosotros herramientas que deberían conectarnos más. Creo que las herramientas sí pueden unirnos si las utilizamos de la manera correcta.
Daniel Radcliffe protagonizó esta puesta en escena en Londres. En CDMX —en el Teatro de los Insurgentes— estará hasta el 12 de noviembre. Compra tus boletos con anticipación, pues se agotan rápido.