Platicamos con la sueca Liv Strömquist sobre El fruto prohibido, libro en el que cuestiona la mirada del patriarcado al órgano sexual de las mujeres
Cuando la historietista sueca Liv Strömquist (Lund, 1978) era adolescente, se avergonzaba de su cuerpo. En particular, sentía que la menstruación era realmente vergonzosa. Años más tarde, ya adulta, recordó aquellos sentimientos y pensó que sería buena idea indagar en ellos. Quería saber de dónde provenían, al igual que varios tabús alrededor de la vulva.
“¿Había sido vista de la misma manera a lo largo de la historia? ¿De qué manera esos tabús nos afectan psicológicamente a las mujeres”, se preguntaba Liv. “Todo eso me resultaba intrigante, quería investigar por qué hay tanta vergüenza en torno a los cuerpos de las mujeres, y en particular, a los genitales, para luego contribuir a cambiar esa circunstancia”.
De esa investigación nacería El fruto prohibido (Reservoir Books), novela gráfica que rastrea la historia cultural de la vulva.
¿Cuándo te diste cuenta de que la biología femenina y sus funciones corporales habían estado sirviendo para llenar de culpa a las mujeres a lo largo de la historia? ¿Y cómo decides combatir esas posturas desde el dibujo?
Siempre he hecho cómics desde que tengo más o menos como seis años de edad, pero desde luego, no siempre fueron políticos. Me volví feminista cuando tenía 17 años y fui a ver a mi hermana más grande, que vivía en Estocolmo. Nosotros somos de un pueblito y nunca había escuchado a nadie decir que fuera feminista o que hablara de asuntos feministas. Casi por accidente, llegamos a un pequeño café anarquista, donde una socióloga sueca, Carin Holmberg, estaba dando una conferencia. Ella había hecho un estudio sobre las inequidades entre las parejas jóvenes heterosexuales. Comenzó su conferencia diciendo: “Ahora, veremos la sociedad a través de un punto de vista feminista”, y explicó cuál era ese punto de vista. Su estudio mostraba cómo las inequidades en parejas jóvenes persisten, y todas reconocimos eso de lo que hablaba. Esa charla nos voló totalmente la cabeza a mi hermana y a mí; las dos quedamos convencidas de volvernos feministas desde ese día. De inmediato volví a casa en mi pueblo, rompí con mi novio y comencé a leer toda la literatura feminista que pude encontrar en la biblioteca local. ¡No era mucha
¿De qué manera crees que la información, además de comunicarla con cierto humor, ayude a combatir la inequidad?
Mucha de la historia alrededor de la vulva es impactante y brutal. Me sorprendieron muchas cosas que aprendí mientras escribía el libro. Por ejemplo, que el doctor Kellogg, el inventor de los cornflakes, escribió un artículo en el que plasmó su cristianismo y su oposición a la masturbación. En él decía cómo impedir que las mujeres se masturbaran, y su método era poner ácido en el clítoris. Creo que es importante conocer la historia para entender tu sociedad y tus propias emociones actuales. Todo viene de algo más. Conocer tu historia tiene que ver con libertad y equidad. Creo que te afecta de manera psicológica profunda vivir en una sociedad que piensa que tu sexualidad y tu órgano sexual son algo de lo que tienes que avergonzarte, porque constituye una parte importante de ti en lo humano y lo individual. Tu sexualidad es fundamental. Así que si es vista como algo sucio, vergonzoso, que debemos esconder, será gran parte de sentirse oprimida.
¿Cómo consigues ese equilibrio entre humor y rabia?
No suelo pensarlo de manera muy intelectual, solo trabajo desde la intuición. Para mí, el mejor humor sucede cuando se acerca a la oscuridad. Así que no veo problema con bromear sobre temas muy serios. Creo que el humor es crucial para sobrevivir a cosas horribles.
Hace unos meses entrevisté a Jacky Fleming sobre su libro El problema de las mujeres. Me decía que el dibujo fue la única manera que encontró para abordar áreas de su vida que le resultaba demasiado desagradable articular. ¿De qué manera ves tú el dibujo en relación con los temas que tocas en el libro?
No lo sé bien a bien. Solo creo que dibujo cómics porque me gusta. Siempre me han gustado los cómics, desde que era niña. Si te encuentras un cómic en una revista, de inmediato quieres leerlo. Esa es una de las razones por las que me gusta esa expresión artística. Es atractivo, nada difícil ni pretencioso. Los artículos sobre feminismo y política de izquierda tienden con frecuencia a ser demasiado pesados, académicos y serios, así que quise hacerlo divertido de leer. Además, me hace muy feliz hacer cómics. Si solo tuviera que escribir un artículo o algo parecido, me aburriría.
¿Cuánto tiempo necesitaste para escribir y dibujar el libro? Hay temas, como el de la industria de los tampones, que imagino requirieron bastante investigación.
Me tomó dos años acabar el libro. Pero estuve trabajando en otros asuntos al mismo tiempo. Cuando comienzo a escribir un libro, trato de encontrar tanta información como sea posible para partir de ella. Tengo un historial de navegación en Google muy extraño, con palabras como “vagina”, “vulva”, “pussy” y demás para encontrar literatura sobre todos esos temas.