“Sabroso veneno”, la nueva muestra del boricua Radamés ‘Juni’ Figueroa, es un homenaje al mundo de la salsa que requirió convertir Anonymous en un salón de baile exuberante
“Me gusta mucho que mi trabajo se involucre con todo tipo de personas, que tenga la posibilidad de abarcar un gran marco de público y no se quede en un círculo”
Fiel a su estética de modificar y resignificar espacios, y como parte del proyecto residencia de Anonymous Gallery (Lago Erne 254, colonia Cuauhtémoc Pensil), Juni —quien ha expuesto en Estados Unidos, Colombia y Guatemala, entre otros países— montó su instalación más reciente, muestra que permanecerá abierta al público hasta el próximo 24 de agosto.
¿Cómo le describirías la exposición “Sabroso veneno” al público?
Básicamente, mi intención fue transformar la galería en un salón de baile —o lo que aquí llaman “salsoteca”— para que el público tuviera una experiencia refrescante más allá de solo observar cuadros u obras de arte. Se trata de un espacio que se presta a otras disciplinas: música, teatro, baile, poesía… La obra central es una tarima y la idea es que, mientras la exhibición esté montada, se realicen actividades ahí. El día del opening, por ejemplo, invité a un grupo musical llamado Lasser Moderna, pero estamos abiertos a que el público proponga y sucedan cosas.
La instalación me recuerda a la estética de Miami en la década de 1980…
Está muy relacionada con los programas de televisión donde se presentaban salseros en los años 70 y 80. Las tarimas de esa época, sobre las cuales todas las estrellas de salsa hacían sus performances, fueron mi inspiración.
¿Por qué se llama “Sabroso veneno”?
Mientras hacía la investigación sobre el diseño de este tipo de escenario, me metí bien duro en el mundo de la salsa y encontré que la palabra “sabroso” era bastante recurrente durante esa época. Entonces, quise jugar un poco con la idea y hacer algo más poético. En cierto sentido, podría decir que también es un juego con lo decadente.
Las pinturas hacen referencia a Luis “Perico” Ortiz, un salsero a quien en todos sus discos se puede ver retratado con un perico. Su imagen me pareció adecuada para la decoración del lugar: era uno de los artistas que se presentaba en los escenarios en los que me inspiré.
¿Cómo se te ocurrió la idea de trabajar en la modificación de la galería?
Tuve la oportunidad de conocer el espacio en otras visitas a México. Antes de venir a la ciudad, yo ya tenía una idea bastante clara de lo que quería hacer, lo cual platiqué con el director de la galería: quería activar el lugar, provocar un poco más la “onda” e involucrar al público. Sin embargo, al llegar acá muchos elementos se fueron complementado (digamos que México me ayudó a cristalizar mi idea). Tal vez lo único que tenía completamente claro fue la tarima, que, por cierto, es de madera y fue hecha por gente del barrio. En total, entre la búsqueda de un buen carpintero, elaborar diseños, montar el neón, “Sabroso veneno” me llevó tres semanas.
Me gusta mucho la idea de trabajar conforme al lugar y obedecer a las pautas del espacio para desarrollar el concepto. Me atrae mucho la idea de transformar los espacios de exhibición en un bar o una discoteca; convertir todo el lugar en una experiencia resultó ser algo de lo más excitante. El punto al que he llegado en mi carrera —de comenzar pintando a ya no tener que hacer cuadros— es para mí un logro que me brinda mucha satisfacción.
¿La Ciudad de México ha marcado tu trabajo?
El arte mexicano me encanta y es muy importante en Latinoamérica. México es muy potente. Yo, por ejemplo, prefiero poner mi vista en México que en Nueva York o Berlín. Tal vez se debe a que me siento más cercano a su lenguaje y estética.
Por otra parte, me gustan mucho Abraham Cruzvillegas, José Dávila, Francis Alÿs —quien también está por acá—; soy muy cercano a Adriana Lara y creo que el programa de la galería House of Gaga vale mucho la pena.
¿Quiénes son tus mayores influencias?
Hay un sinnúmero: la música y la escena del arte en Puerto Rico, lo que tengo cerca, son importantes para mí. Aunque creo que mis amigos son quienes más me han marcado en la vida.
En mi trabajo hay una parte que siempre se relaciona con la música. Mi familia tuvo cantinas y bares, así que de la pintura —yo estudié Pintura en Viejo San Juan, Puerto Rico— me expandí hacia otro lugar: aunque no dejo de pintar, me gusta ampliar un poco el escenario y experimentar con los espacios. Además, me gusta producir eventos musicales.
Siempre me gustó la pintura outsider, obras que veía en el bar de la esquina, trabajos de pintores que no son reconocidos en el circuito o gente que hace arte sin ser realmente consciente de ello.
¿Por qué te interesa lo outsider?
Me parece verdaderamente auténtico. No son trabajos hechos por gente que quiere ser parte de la historia y nadie allí está siguiendo las tendencias del arte contemporáneo. En lo outsider uno encuentra una necesidad real de hacer arte.
Fotos: Lulú Urdapilleta/ Especiales