Desde mañana, Fe pública de Paul Ramírez Jonas estará en el Museo Jumex, donde el artista va a intercambiar dibujos por promesas afuera del lugar
Desde los inicios de su carrera, Paul Ramírez Jonas (California, 1965) se ha considerado, antes que un artista, un lector de textos. Con “texto” alude a cualquier artefacto cultural que pueda ser interpretado como un músico haría con una partitura: desde un diario o una foto antigua hasta una banqueta. Y la lectura de ellos puede tomar la forma de una escultura, un video, una fotografía o una acción, como fue el caso de Fe Pública, el proyecto que cobrará forma desde este sábado 3 y hasta el 18 marzo en la plaza del Museo Jumex como parte del programa Ágora: un anteproyecto para la utopía.
Además, a Ramírez Jonas le ha interesado siempre hacer obras interactivas. “Llevo haciéndolas desde hace muchos años”, cuenta en entrevista. “Quiero que la gente participe, y para que eso suceda, tiene que haber un intercambio”.
Como habitualmente Ramírez Jonas trabaja con públicos en la calle, en parques o espacios públicos, pronto descubrió que ese intercambio debía ser con algo que ellos llevaran consigo en todo momento. Así fue como decidió que trabajaría siempre con palabras.
“He trabajado con mentiras, promesas o cualquier tipo de cosa que se pueda hacer al hablar”, explica.
En Alternative Facts, por ejemplo, la gente podía llegar a contar mentiras o fantasías que eran transformadas en “verdades” a través de documentos “notariados” por el artista.
Después de aquel ejercicio lúdico, Ramírez Jonas empezó a pensar cómo podría darle seriedad al ejercicio. Y decidió que podría ser a través de hacer promesas.
“Todo lo que decimos está en camino de ser una verdad o una mentira”, sostiene. “Una promesa es una cosa que está en medio: todavía no es verdad, todavía no es mentira; todo depende de la persona, y eso sí tiene consecuencias. Es una manera de que la gente realmente reflexione sobre lo que está diciendo, lo que vale, qué significa cuando decimos ‘dame tu palabra’ o ‘te lo prometo’”.
Mientras Ramírez Jonas preparaba Fe Pública (Public Trust), su proyecto sobre las promesas, los eventos en el mundo comenzaron a cambiar. De pronto, la gente a cargo de los medios comenzó a mentir con descaro. Esa práctica común en Latinoamérica empezó a extenderse a medios estadounidenses y europeos.
“Es un fenómeno muy interesante: la gente que promete en público es generalmente de quienes menos nos fiamos. Y a nuestras amistades o la gente que conocemos en el trabajo generalmente sí le tenemos fe. Fe Pública es una obra en la que pueden compararse las dos cosas”.
Cuéntame cómo se activa Fe Pública
Primero es la invitación a la gente que pasa. Lo más difícil es la primera persona. Pero una vez que una persona está sentada haciendo una promesa, la gente lo nota: “ah, está sucediendo algo”, “le están haciendo preguntas”. Hay una marquesina enorme de cuatro metros por cuatro metros donde uno ve promesas, tomadas del periódico, de la radio, de la televisión; promesas que se han subido en las anteriores 24 horas, de algún candidato a presidente, una corporación, pero en medio de alguna promesa muy personal. A la gente le da curiosidad y se acerca. Los facilitadores explican qué está sucediendo. “Esta es una oportunidad de que hagas una promesa en público”. Hay una mesa donde se sientan a hacer la promesa, y lo que se está escribiendo en ella se refleja en la marquesina de cuatro por cuatro. La mesa tiene las mismas palabras, pero en chiquito, y se amplifica en la marquesina. Luego se hace un dibujo. Cada persona sale con un dibujo de lo que han dicho.
Este año hay elecciones en México. Háblame un poco de qué sentido tiene, desde tu perspectiva, que un espectador se encuentre con Fe Pública en un año electoral.
Para mí es mucho más fácil, porque va a haber muchas promesas. Es ideal. Porque alguien que quiere ser presidente es una persona que está tratando de proyectar una imagen de quién es y también quieren que tengamos confianza en ellos. Los políticos son las personas de las que menos nos fiamos. En Boston, Fe Pública fue un mes antes de la elección de Estados Unidos. Entonces tuve que tener mucho cuidado; si había una promesa de Trump, también tenía que haber una promesa de Clinton. Tengo que hacer lo mismo aquí en México con la diversidad de partidos políticos, para que nadie crea que la obra está tomando una postura política. Yo no estoy tomando una posición política, estoy tomando una posición sobre la humanidad. Creo que va a ser muy interesante.
¿Qué reacciones ha encontrado Fe Pública en los distintos lugares donde la has presentado?
Eso es interesante, porque todas las obras dependen del público para cobrar un significado, reflejan el público que está presente. Hice una escultura ecuestre enorme, de corcho con chinchetas (The Commons, 2011). La gente de inmediato decía: “ah, puedo escribir algo y ponerlo en la escultura”. Lo que es fascinante es cómo cambia el público según el contexto.
Si es una galería en un barrio que es solamente de galerías de arte, verás que todos son artistas o curadores. Una de las primeras versiones de Fe Pública fue en Santa Ana, a las afueras de Los Ángeles. Había mucha más religión, por ejemplo. Mucha gente juraba por Dios. Cuando lo hice en Boston, eso se dio mucho menos. También es complejo por la parte personal de la obra. Cuando alguien se sienta a hacer promesa, te va a prometer algo que desde afuera puede parecer muy sencillo, pero que es una promesa importante para esa persona, que tiene un significado enorme. Pero eso nunca sale de lo privado. La única persona que sabe es ella y la persona que les ayudó a formar la promesa en la marquesina. Me interesa mucho que haya un interior y un exterior de la obra.
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