El escritor argentino, Guillermo Martínez, visitó la Ciudad de México para presentar Los crímenes de Alicia, novela por la cual fue reconocido con el Premio Nadal
En 2003, Guillermo Martínez publicó Crímenes imperceptibles, una historia ambientada diez años antes, en 1993, y en la que el matemático Arthur Seldom intenta resolver una serie de crímenes que comienzan con el asesinato de una anciana.
La publicación de este libro supuso un gran éxito para el argentino. Por él obtuvo Premio Planeta latinoamericano, ha sido traducida a 35 idiomas y en 2008 fue llevada al cine por Álex de la Iglesia bajo el título Los crímenes de Oxford.
Y ahora, 16 años después, el escritor está de regreso en Los crímenes de Alicia, novela en la que reaparece Seldom, y por la cual Martínez se hizo acreedor al prestigioso Premio Nadal.
El narrador de la historia es un estudiante argentino de Lógica matemática en Oxford, quien termina involucrado en un conjunto de misteriosas muertes que están relacionadas con la publicación de los diarios privados de Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas, y un macabro secreto que alguien trata de prevenir que salga a la luz.
Leí en varias entrevistas que la idea para escribir Los crímenes de Alicia surgió cuando hacías un prólogo para un libro sobre Lewis Carroll, pero quería que me contaras un poco más sobre cómo fue el proceso.
La primera idea la tuve hace unos diez años mientras escribía este prólogo y descubrí este hecho que me pareció ya narrativamente con un potencial muy interesante que es que las sobrinas nietas arrancaron unas páginas del diario de Carroll pero guardaron una frase con el contenido de cada una de las páginas arrancadas y había un hecho que intrigaba a los biógrafos realmente que era la pelea que había tenido Lewis Carroll con los padres de Alice.
Bueno, la anotación de estas sobrinas nietas da una clave inesperada para esa pelea. Entonces ahí estaba el núcleo para mí de la novela, pero estaba trabajando en otra historia. Cuando finalmente decidí que era el momento de tratar de abordar este tema, leí varias otras biografías, me fui sumergiendo en el mundo de la época, en el personaje, y ahí apareció toda la información que luego tuve el trabajo de seleccionar.
Entonces se me ocurrió inventar una hermandad de biógrafos y esa fue la parte más difícil; es decir, yo tenía bastante clara la línea principal de la novela, sabía que iban a estar estos biógrafos, pero no sabía cómo retratar a estos personajes.
Eso me llevó unos seis meses hasta que los pude imaginar a cada uno con sus pequeñas manías, sus excentricidades, sus personalidades. Y luego el proceso fue el de cualquier novela. A mí me lleva mínimo tres años.
Al momento de escribir, ¿partir de un hecho real te ayuda o te genera presión de hacerlo lo más apegado a lo sucedido?
Yo dividí en dos mundos. Toda la parte que está referida a datos de la vida de Carroll son absolutamente fidedignos, así como el hallazgo del documento, la frase que aparece como enigma en la novela. Y luego toda la parte que tiene que ver con la parte policial, la hermandad, etcétera, es todo ficticio.
Entonces esa división de mundos me permitió trabajar con cierta libertad en la trama de ficción y, a la vez, no perder la fidelidad a la parte documentada.
¿Recuerdas tu primer contacto con la obra de Carroll?
Cuando era un niño, todavía no había llegado a la adolescencia, leí Alicia en el país de las maravillas y no puedo decir que me haya interesado particularmente en ese momento. Al escribir la novela releí el libro y pude encontrar una cantidad de planos, detalles, que no había visto, por supuesto en una lectura inicial.
Me sirvió el libro Alicia anotada, de Martin Gardner, y sobre todo el detalle para mí, importante para la novela, fue algunas escenas angustiantes y cercanas a la muerte que hay en el libro de Alicia y también la cuestión de las normas. O sea, cómo Alicia es una niña bien educada que de pronto sale a un mundo surreal en el que las leyes de su infancia ya no se aplican. Un mundo que es hostil, peligroso, arbitrario.
Ve cómo se ejerce el poder, que cualquiera puede morir de una manera absurda.
¿Se debe juzgar la obra de un artista tomando en cuenta su vida personal?
Creo que no. No hay forma de que ninguna biblioteca resista si uno empieza a quitar los libros de acuerdo a los pecados o las conductas juzgadas como impropias de cada época. Lawrence Durrell tuvo una relación incestuosa con su hija, entonces eliminamos El cuarteto de Alejandría. Borges también tuvo declaraciones espantosas sobre los negros y el arte indígena, entonces sacamos todos sus libros. Neruda, alguna vez forzó a una mujer, y lo cuenta en su biografía, entonces eliminamos su obra poética.
Es imposible, me parece. Mejor quedarse con la idea de que hay que separar la obra del artista, y más bien juzgar al artista por su obra y no por parámetros morales que cambian de época en época, y que cada época revisa.
Como lector, ¿qué es lo que buscas en una novela policial?
Busco suspenso, inteligencia, cierto humor que suele existir en las novelas policiales y que la solución final sea muy astuta sin ser demasiado artificiosa. Tiene que tener cierta naturalidad. Borges hablaba de necesidad y maravilla de la solución. O sea, tiene que ser lógica, pero con una lógica que no es la que uno hubiera previsto.
¿En qué estás trabajando ahora? ¿Tienes planes de escribir más historias con Seldom como protagonista?
Me gustaría escribir una última novela que cerrara una trilogía. Posiblemente los personajes aparecerían con algunos años más y sería la última. Ahora mismo estoy escribiendo una novela que no tiene nada que ver con el género policial, sino más bien con la escena literaria. Una como las novelas sobre escritores de Henry James.