Con la promesa de tocar canciones de prácticamente todos sus discos, el español Javier Corcobado llega este viernes al Teatro Metropólitan para complacer a sus fans
En más de 30 años de carrera, Javier Corcobado ha pasado por muchas etapas, lo mismo como compositor, músico y poeta que como persona. Hoy se acerca a una especie de iluminación que lo ha llevado a la sencillez, a revisitar materiales que habían quedado fuera de sus discos anteriores y a componer pensando más en los otros que en sí mismo.
“Al principio tenía esa soberbia, esa arrogancia de hacer canciones para mí, cuando estuve en Mar Otra Vez, en Demonios Tus Ojos o incluso en los inicios de mi carrera en solitario, con Agrio Beso”, cuenta. “Pero luego me di cuenta de que tenía un público, no era consciente de él”.
Eso se sumaba a que no tenía planes, allá por mediados de los años 80, de grabar un disco. Tenía nulas intenciones de ponerse a grabar discos, estaba metido de lleno en la experimentación musical, en el ruido… Pero su faceta de crooner, de cantante melódico, tardó muy poco en querer expresarse. Pronto apareció desde aquellos discos tempranos y siguió expresándose hasta Mujer y Victoria, su material más reciente y con el que llegará al Metropólitan este viernes.
“Me encantan la canción melódica, la canción romántica, la canción tradicional mexicana, el tango, el bolero. Todas esas melodías se han unido también con la parte más arriesgada”.
A ello se suma que Corcobado suele plantearse los discos como obras de arte completas, que deben emocionar, sorprender y aportar belleza a quien los escucha. Eso habla de una responsabilidad que nuestro crooner ha asumido.
“Mi público me ha ayudado mucho a seguir vivo y a seguir mi carrera. Agradezco muchísimo a mi público en México, porque cada vez que voy a cantar ahí, vuelvo con un entusiasmo enorme de seguir en la música y seguir haciendo cosas. Porque Europa está viviendo una parte muy triste de su historia, está viviendo la parte más triste. Ir a México es encontrarme otra vez con el entusiasmo”.
Además de la promesa de tocar canciones clásicas de su repertorio que hace tiempo que no toca, como “Ladrada del afilador”, escucharemos en esta visita suya casi todo Mujer y Victoria, que será como escucharlo en su faceta junto a Los Chatarreros de Sangre y Cielo, por la forma en que cobró forma el disco.
“Tomamos canciones antiguas que desechamos con Los Chatarreros porque no cabían en los LP y estaban ahí grabadas en cintas digitales, como ‘Labios rotos’ o ‘Lluvia’, que eran canciones realmente hermosas. También rescaté algunas versiones que tocábamos en directo, y al final salió un disco bastante espontáneo. Esta vez no fue un disco tan conceptual. Al final resultó ser una especie de catálogo de lo que he hecho a lo largo de mi carrera; están ahí todas mis facetas. Es un disco con el que, quien no me conozca, puede hacerse una idea de quién soy”, cuenta Javier Corcobado.
Cuando escribes, ¿encuentras frases que te piden ser canción? ¿Cómo conviven música y poesía en tu proceso creativo?
Yo creo que antes que nada soy poeta. Un poeta que interpreta. Soy afortunado y he podido usar mi voz para cantar mis poemas. Pero, en un principio, todo viene de la poesía. Si no hay poesía, no hay preguntas que resolver, y una de las mejores cosas que hay en este mundo es siempre tener preguntas que resolver, porque quien cree que lo sabe todo, es insoportable. Siempre hay que estar aprendiendo y buscando.
Al principio, cuando empecé a cantar canciones, no me preocupaba en absoluto de la métrica que tuvieran los poemas y los encajaba en las canciones tal y como estaban escritos. No cambiaba ni un verso, ni una palabra… Según fue pasando el tiempo, allá por principios de los 90, adquirí el hambre de saber construir canciones de una manera más convencional. Entonces algunos poemas los he transformado de manera que encajen en ciertas melodías, y a partir de ahí, las canciones surgen en mi cabeza constantemente.
La música está brotando siempre por ahí en mi sinapsis, en mis conexiones neuronales, y es una especie de necesidad recibir esa señal divina y luego procesarla. Hay quien dice que crea canciones: “Soy un creador de canciones”, “soy creador de tal…”, pero yo más bien pienso que soy una especie de receptor y transmisor. No sé cómo he sido elegido para eso, pero de repente provienen de mí melodías, palabras, versos que tengo la necesidad de procesar y luego expresarlos al mundo. Es algo bastante misterioso, la verdad.