El escritor mexicano, Juan Villoro, estrena en el Museo Tamayo su obra La Guerra Fría, una historia inspirada en la música de Lou Reed
La vida está llena de muros y no solo en las fronteras. Hay muros entre las personas y más aún en relaciones amorosas. Eso explica Juan Villoro, uno de los escritores más importante de México en los últimos años. El tema de los muros sale a propósito de su regreso como dramaturgo, pues acaba de estrenar La Guerra Fría.
Se trata de una obra de teatro multidisciplinaria y es que, dice, con ella se cruzan varias líneas creativas: “La pieza de Abraham Cruzvillegas, la dirección de Mariana, música en vivo y las líneas de Lou Reed y el marco del Tamayo”. Sí, la puesta en escena se realiza en el Museo Tamayo, pero no en el auditorio, sino en la sala 4. La obra de Cruzvillegas a la que se refiere el escritor es Autodestrucción 8, que forma parte de la colección del museo.
Originalmente, Villoro quería presentarla en algún teatro de la UNAM; sin embargo, Claudio Sodi, el productor de la obra, le propuso montarla en el museo y al escritor le pareció una gran idea. “Queremos teatralizar un espacio. Esa es una de las grandes apuestas: en qué medida el teatro puede ocupar espacios que no son teatrales, eso me parece muy importante”, cuenta.
La Guerra Fría es una obra que se desarrolla en el Berlín de los años 80, cuando todavía estaba dividido por el Muro. En esa época sonaban Lou Reed y David Bowie, y el Gato y Carolina, un músico de rock y una actriz mexicanos, viajan a la capital alemana siguiendo las huellas de estos legendarios músicos. Son pareja, están rodeados de drogas, autodestrucción y un muro entre ellos. “La guerra fría es la que ocurre entre la pareja, esa relación de unión pero también de agresión y destrucción involuntaria. Muchas veces queriendo a una persona te conviertes en imposible e insoportable para ella, por la forma en que la quieres”, dice Villoro.
El Gato y Carolina son como un imán: uno se cae y jala al otro. Ella decidió dejarlo todo para compartir su vida en Berlín, pero están perdidos cada uno en su carrera y en su vida. Entre la pieza de Cruzvillegas y una banda de punk, la pareja se encuentra entre el quién jala a quién, si hacia una vida insatisfecha, triste e infeliz, o todo lo contrario; ambos buscan quitar el muro que hay entre ellos —literal.
La idea de escribir esta obra sale del gusto de Villoro por la música de Lou Reed, está inspirada en el disco Berlín, de 1973, descrito por el escritor como una novela sonora, en el que cada canción en un capítulo. Hace casi seis años falleció el músico; después de eso, el director español Andrés Lima invitó a Villoro a escribir una obra junto a Juan Cavestany y Pau Miró, con letras de Lou Reed. Además, anteriormente Reed ya había aparecido en Arrecife, una novela de Villoro. Así que se sentó a escribir La Guerra Fría.
“Los personajes siguen la estela de ese disco, pero entienden la realidad como Lou Reed, en el sentido de decir que la manera más importante de ser vital es evitar la aniquilación. El mundo no es perfecto, la vida es difícil, es cochina, es espantosa, pero podemos sobrevivir, y esa es una forma, la vitalidad”, cuenta.
En su sillón está una selección de discos, el primero de ellos es Outlandos d’Amour, de The Police. Son parte de la escenografía, pues son discos que podrían escuchar los protagonistas. Gato y Carolina okupan un departamento en Berlín, en esa época había muchos edificios vacíos y la gente los habitaba con muebles que recogía en la calle.
Los protagonistas son interpretados por Mariana Gajá, Mauricio Isaac y Jacobo Lieberman, quienes están acompañados por el músico Alejandro Preisser. La persona detrás de la dirección es Mariana Giménez, a quien Villoro elogia como actriz y también como directora. De hecho, él la escogió para ser la capitana de La Guerra Fría.
Para Villoro “ha sido un trabajo creativo muy intenso entre los dos. Desde luego ella es la capitana y lo que ocurra en escena será decisión de ella, pero yo en la medida de lo posible digo algunas cosas. Me parece muy importante no tanto involucrarme para modificar la dirección, sino para que el texto sea lo más eficaz posible en el montaje”.
Cuando era joven, además de vivir en Berlín, Villoro quería dedicarse a la dramaturgia; sin embargo, decidió seguir el camino de la literatura. “La única posibilidad real que tenía de hacerlo era por un actor que se enamoró de mí y me quería promover, esa era mi única posibilidad”, cuenta. A su edad, en aquel entonces era más complicado conseguir recursos, pero el tiempo le dio la oportunidad de hacerlo.
Y cuando se le pregunta si es fácil hacer teatro, el novelista responde: “Siempre es difícil montar obras. El teatro es complicado en cualquier momento. El público no está muy acostumbrado a asistir ni a pagar por estas cosas, porque la gente va a un antro y se gasta tranquilamente $1,000 en una noche, pero le parece que es muchísimo pagar $600 en una obra. Creo que hay buen público de teatro y variado, pero sería deseable que creciera y respaldara más los proyectos para que una obra durara más tiempo”.
Villoro se centra en hablar sobre la importancia de resistir y seguir montando obras. Cuenta, también, el caso de Argentina, donde en momentos en los que la economía no ha sido tan buena, se creó el teatro de gorra, el cual consiste en que se hacen puestas en escena en casas y el público da al final el dinero que puede. Tal vez por eso para Villoro fue una gran elección instalarse en el Tamayo, fuera de cualquier espacio teatral común. La Guerra Fría está los sábados y domingos desde el 6 de julio hasta el 8 de septiembre a las 18:00. El costo del boleto es de $240 y están a la venta en museotamayo.org o en la taquilla hasta una hora antes de cada función.