La exposición “El placer después” reúne una serie de obras que parten de la idea de la tragedia como motor creativo y que confirman aquello de que la realidad supera a la ficción
Un día como cualquier otro, mientras Miguel Calderón caminaba por la colonia Roma tras el sismo del 19 de septiembre en búsqueda de material para un proyecto sobre siniestros, se encontró con una imagen que captó su atención: la fuente de la Cibeles estaba rodeada de humo que salía de debajo de ella. Intrigado, averiguó que los trabajadores de la glorieta estaban cocinando en la bodega que hay bajo el monumento y también se enteró de que uno de ellos portaba croquetas para perro en sus bolsillos para que fuera más fácil encontrarlo en caso de que se quedara enterrado por un temblor.
Ese fue el origen de El placer después, película que forma parte de la exposición del mismo nombre y que puede visitarse hasta el 27 de julio en la galería kurimanzutto (Gob. Rafael Rebollar 94, col. San Miguel Chapultepec).
“Curiosamente yo sabía que esta exposición no hubiera existido si yo no hacía esta película. Yo estudié cine, de hecho justo por ello dejé los estudios de pintura. Es un medio que me llena más por la mezcla de cosas que me interesan, como música, fotografía, interacción con gente, contar historias. La película fue primordial para poder tener las obras que surgieron a raíz de ella, y sin la película no existirían”, cuenta el artista.
Croquetas de perro y amuletos para un temblor
Como parte de la exposición, en la galería también pueden verse una serie de “joyas” hechas con croquetas de perro y llamadas Amuletos para un temblor. “Estoy de acuerdo en que si ves la obra sin ningún tipo de referencia es un poco complicado entenderla; sin embargo, eso se me hace importante en el arte: que tú entres en un lugar, veas una obra y no sepas qué es y te genere cierta curiosidad. Un trabajo que me influenció mucho fue una obra de Félix González-Torres, un monte de dulces que vi en una bienal Whitney, y me suscito una serie de preguntas que me hicieron investigar la obra y me encantaría despertar ese tipo de curiosidad”.
A un lado de los amuletos, también hay una serie de acuarelas que surgieron durante el proceso de filmación como un experimento. “En Navidad, le regalé a mis hijas unas acuarelas y durante todo el proceso de la filmación y edición, que no podía hacer mucho, y en el proceso de conceptualización de la exposición, que yo tenía tiempos muertos, comencé a explorar imágenes que se me suscitaban en la cabeza y empecé a exteriorizarlas y a hacer experimentos con las acuarelas de mis hijas.
Y las veo como una especie de secreciones muy inmediatas y espontaneas de estados de ánimo y de cosas que pasan por mi cabeza, y a la vez una especie de tributo a mis estudios de pintura y a mi adolescencia”, dice.
La importancia de las historias
En el trabajo de Miguel, las historias siempre tienen mucho peso. Calderón no solo expone, sino que también cuenta. Y para ejemplo está la serie de fotografías Empleado del mes, en la que guardias y personal de mantenimiento del Museo Nacional de Arte reproducen sus obras favoritas del recinto; o las pinturas que formaron parte de la muestra “Aggressively Mediocre/Mentally Challenged/Fantasy Island”, que surgieron a partir de la noticia de cinco hermanos que, en un parque nacional, mataron a un hombre y violaron a su novia, las cuales terminaron en manos de Wes Anderson y aparecieron en su película Los excéntricos Tenenbaums.
“Creo que las anomalías que se me aparecen constantemente no son gratuitas. Creo que son el resultado de estar muy despierto, muy atento, y buscando conexiones que suelen darse. Con el tiempo he desarrollado una manera de trabajar que es literalmente darle la vuelta a las cosas muchas veces. Y el proceso de contar algo muchas veces, lo va volviendo otra cosa. Y es un poco lo que es esta exposición, empezó como algo y acabó como algo diferente, y en ese sentido siento que hice mi trabajo llevándolo a sus máximas consecuencias”, cuenta.
La tragedia y el arte
No es la primera vez que Calderón habla sobre la catástrofe. “Considero que la tragedia nos circunda mucho más de lo que creemos. Creo que las redes sociales, los teléfonos, la televisión, las computadoras, nos bloquean de esta tragedia constante que estamos viviendo.
No es que yo sea una persona negativa, pero creo que nos han cerrado los ojos a una realidad que siento muy presente. Puede ser un cliché, pero siempre pienso en Goya y Los desastres de la guerra, y me parece que hoy vivimos los desastres de la paz, porque esta tranquilidad aparente esconde mucha violencia y mucha incomodidad y poca comunicación. No busco adoctrinar con mi trabajo ni discursar algo, pero sí es algo que tengo en mente”.
Mientras que sobre la función del arte, dice: “Es difícil describir en pocas palabras cuál creo que sea, pero afortunadamente no tiene una lógica o no es algo matemático. Es algo que no sabes a dónde te puede llevar.
Para mí se trata de poder comunicar algo, poder mostrar que hay diferentes modos de vivir y de hacer las cosas, y que no existen reglas para hacerlas. Creo que hoy en día, esta cosa de que el talento tiene que ser así o asá y que uno tiene que saber dibujar o hacer esto, no aplica. Yo pienso que, afortunadamente, el arte sigue siendo un mundo sin reglas y es lo que más defiendo como artista: poder explorar las cosas a mí manera que, de cierta forma, espero que sea particular”.