Ray-Loriga

Foto: Lulú Urdapilleta

20 de junio 2019
Por: Fernando Hernandez Urias

Ray Loriga: Las novelas están llenas de retos

El escritor español, Ray Loriga, regresa a las librerías con Sábado, domingo, una historia sobre la culpa.

Tras Rendición, novela por la cual obtuvo el Premio Alfaguara, el escritor español, Ray Loriga, regresa a las librerías con Sábado, domingo, una historia sobre la culpa

A 27 años de la publicación de su primera novela, Lo peor de todo, Ray Loriga regresa a las librerías chilangas en la misma gran forma que ha estado siempre.

Su nuevo libro, Sábado, domingo, cuenta la historia de un joven quien, luego de una noche de fiesta, cree que ha sido parte de una tragedia que no está del todo clara y quizás nunca podrá resolver. Y, tras cargar con la culpa durante 25 años, el narrador se ve obligado a confrontar por fin ese oscuro y doloroso recuerdo.

¿De dónde surgió la idea para escribir Sábado, domingo?

Hay dos ideas. Una es la inquietud que tenía de hacer una novela con dos voces de la misma persona. Me interesaba ese desafío de narrar a través de un joven y también a través de esa misma persona transformada por el paso de los años. Y ver cómo dentro de nosotros hay más de un narrador.

Y luego estaba la idea de cómo sujetar ese concepto, entonces la trama de algo que sucede, que marca un pasado a este chico, una experiencia negativa, que él mismo no sabe muy bien lo que ha sucedido, pero teme que es responsable de algo. Y eso se me ocurrió, digamos el plot que es la parte de suspenso que lleva la novela, viendo a unos chavos en una mesa de al lado mientras estaba un día tomando un café y leyendo el periódico, y que estaban tonteando con una camarera y quedaron con ella para luego. Y viendo cómo hablaban con ella y le echaban los perros, y cuando ella se iba para servir otra comanda, cómo se frotaban las pezuñitas como diciendo esta cae seguro.

Ese tipo de actitud de machito, todavía de gallito, de chico que se la juega a ser hombre y ese tipo de manera de hablar de las mujeres como si fueran trofeos de casa. Y me pregunté qué harían esos dos idiotas.

¿Cuál fue el mayor reto que enfrentaste al escribir la novela?

Las novelas están llenas de retos. Retos de estilo, retos de frase, de estructura. Una novela es una construcción. Tiene que tener cimientos, ventanas, su tiempo, su pausa, su ritmo. Todo eso son los desafíos de la escritura. Y en este caso concreto lo más difícil era separar esas voces lo suficiente para que se notase el sedimento del paso del tiempo.

La erosión, también, de lo que es una personalidad a los 17 años, que lo tiene todo por delante de alguna manera, a quien ya tiene más por detrás que por delante, que es el segundo narrador, y que no se me cruzasen. Que se sintiera que era la misma persona.

Muchas de las frases de tus personajes parecen muy trabajadas, como artesanías, ¿qué es lo más importante para ti cuando escribes un libro?

Como te decía antes es una mezcla de todas las cosas. Tener una sólida estructura, una trama que encaje con el libro que quieres hacer. Y luego, para mí es fundamental siempre la escritura en sí misma. Lo que dices: la belleza de la escritura. Y al mismo tiempo crear esa sensación de naturalidad.

Siempre pienso en algo que decía Fred Astaire, el bailarín, “Hay que trabajar mucho para bailar como si no hubieses ensayado”, que él lo conseguía mágicamente. Y para crear esa sensación de ingravidez, de naturalidad, conlleva muchísimo ensayo. Es un trabajo de artesanía fina, como dices. Y para mí esa es la parte más apasionante de los libros.

Me interesa, cuando leo, la escritura en sí misma que la propia trama. La trama me parece la percha para la creación de un mundo de estilo.

En otras entrevistas has dicho que la culpa es inherente al ser humano, pero también dices que la gente no cambia. ¿Para qué nos sirve entonces la culpa?

Servir servir, para arrastrala, yo creo. Hay una parte en el libro que plantea una cuestión ética. Es un personaje al que nadie está acusando de nada. Es él el que necesita una respuesta. Es una necesidad moral, ética, saber hasta qué punto fue culpable en una situación así, la cual desconoce. Y es la manera de limpiar el resto de tu camino.

Todos tenemos, creo, momentos en los que, aunque nadie nos vea, pensamos que nos fallamos a nosotros mismos. Que no estuvimos a la altura de nuestras propias expectativas.

¿Sientes que con Sábado, domingo se cierra un ciclo?

Más que ciclo me gustaría pensar en espirales. No sé qué me depara el futuro. Tampoco es que cuando escribí Lo peor de todo o Héroes o Tokio ya no nos quiere o Trífero ya hubiese tenido en mente escribir Rendición. Uno va buscando y de pronto se aparecen las novelas. Se van madurando en tiempo, son como sensaciones e ideas. Y ahora mismo no sé para dónde ir, si te digo la verdad.

Lo que sí sé es que habrá siguiente.

¿Qué ha cambiado en la escritura para ti en los 27 años que han pasado desde la publicación de Lo peor de todo?

Por un lado muchas cosas. Uno va ampliando su abanico de lecturas, por ejemplo. Y luego, por otro lado, hay cosas que siguen igual.

El desafío de cada novela me lleva al mismo sitio donde empecé. Cada novela es otra aventura, es otro esfuerzo diferente. Hay que aplicar técnicas distintas. Y la emoción, que incluye el miedo o el vértigo, sigue vigente. Que no me gustaría perderlo nunca.

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