La película de Astrid Rondero y Fernanda Valadez plantea una pregunta clave: ¿puede la educación ser la puerta para salir de la violencia que afecta a miles de niñxs en México?
Liz Basaldúa
La historia de esta película sigue la vida de Sujo, un niño de cuatro años que queda huérfano cuando su padre, sicario de un cártel, es asesinado. Criado por su tía en un pequeño pueblo de Michoacán, el protagonista enfrenta las dificultades de crecer en un entorno marcado por la pobreza, el aislamiento y la constante amenaza de la violencia.
Un día debe mudarse a la CDMX para salvaguardar su vida; mientras trabaja en la Central de Abasto, conoce la UNAM y comienza a soñar con estudiar, pero eludir el pasado y construir un futuro no es tarea fácil.
Para muchas audiencias, Sujo es un recordatorio de la realidad que viven miles de niñxs y jóvenes en México. Inspirada en entrevistas y recorridos por comunidades rurales de Guanajuato, la película combina crudeza y esperanza. “Nosotras no queríamos quedarnos sólo en el retrato de la violencia, queríamos plantear un mensaje de resiliencia y de posibilidades”, declaró Astrid Rondero, una de las directoras, en entrevista con Chilango.
Educación: ¿la clave del cambio?
El filme no cae en los clichés del cine sobre el narcotráfico, tampoco idealiza la educación como una solución única, pero sí como un punto de partida para cuestionar la realidad. Según sus directoras, la educación no nada más implica acceder a un salón de clases, sino también adquirir herramientas para imaginar un futuro distinto. “Marca la diferencia entre tener una vida o no tenerla”, enfatizó Rondero.
Para las directoras, un libro fundamental en la creación de la película fue Los huérfanos del narco, de Javier Valdez, que documenta las historias de niñxs y jóvenes atrapadxs en el círculo de la violencia. Este contexto les permitió construir a Sujo como un personaje profundamente humano y complejo, que lucha por sobreponerse a un destino aparentemente predeterminado.
Contada en capítulos, la estructura narrativa de Sujo lleva al espectador por momentos clave en la vida del protagonista: desde su infancia en Michoacán, pasando por su adolescencia en un ambiente cada vez más violento, hasta su llegada a la CDMX. Este formato permite profundizar en el arco emocional del personaje y resaltar las conexiones con figuras que marcaron su historia, como su padre, su tía y su maestra.
Para sus creadoras, el éxito de la película radica en su capacidad para mostrar una faceta de México que a menudo se ignora: la resistencia y esperanza que persiste incluso en las condiciones más adversas. “Cada niño que va a la escuela, cada madre buscadora, cada migrante que rehace su vida… son historias de resistencia y esperanza”, señaló Fernanda Valadez.
Sujo no es una película sobre violencia, es una invitación a imaginar un México distinto, donde la educación y las oportunidades sean posibles incluso en los contextos más difíciles. Actualmente está en varias salas de cine comerciales e independientes en CDMX.
*Texto adaptado para + Chilango diario