Como cada maratón, Alejandro Ruiz saldrá muy temprano de casa, se subirá a su bici, llegará al punto de partida, se pondrá su chaleco y posará para las fotos. Minutos después correrá
Ha corrido maratones con una carga extra de entre 10 y 20 kilos. Minutos antes de las carreras, su preparación va más allá de los estiramientos y las flexiones: incluye enfundarse en un chaleco con 120 peluches y hacer sonar dos trompetas para motivar a sus compañeros runners.
Alejandro Ruiz Olivares es conocido en el mundo de las carreras como “El Peluches”, un hombre de físico atlético, expresión amable, voz suave y pausada, que casi susurra las palabras. Le gusta bromear y sonríe tan fácil que contagia.
Desde los 17 años dedica buena parte de su tiempo a correr. Inició dándole vueltas a las canchas del Deportivo Guelatao, en la delegación Cuauhtémoc, y asegura haber participado en las 35 ediciones pasadas del Maratón de la Ciudad de México, aunque desde hace 11 lo hace enfundado en un traje repleto de muñecos de peluche.
“Siempre me gustó llevar banderas y escudos nacionales, así empecé a llamar la atención porque me los ponía en las carreras largas, las cortas y las de campo traviesa, que se hacen rumbo a Querétaro; años después llegaron los peluches”, cuenta.
Entrenar en bici
Además de su atuendo, su manera de entrenar es poco convencional. Mientras hay quienes se preparan con una dieta rigurosa y varios kilómetros al día, Alejandro se sube diario a la bicicleta de las 7:00 a las 18:00 para repartir tortillas en la Gustavo A. Madero.
“Tengo que andar en las zonas altas cargando 50 o 60 kilos de tortillas, subirlas en la bicicleta es muy pesado, a veces siento que no llego, pero mi trabajo me deja estar activo todo el tiempo, es la manera en la que entreno, no necesito más”, señaló.
A sus 59 años, “El Peluches” asegura que el tiempo no pasa en vano. Antes solía portar más de 200 muñequitos en un traje que rebasaba los 20 kilogramos de peso, se colocaba un sombrero que aumentaba otros tres kilos y usaba tenis decorados.
“Ya no tengo la resistencia de antes, ahora mi calzado es distinto, no uso el sombrero y le quité peso a la botarga: me quedé con unos 120 muñecos y bajó como 10 kilos”.
Demostrar que siempre se pueden librar obstáculos es uno de los objetivos de Alejandro: llevar peso extra encima le permite probar que las competencias, al igual que la vida, no tendrían sentido si fueran fáciles.
El otro ideal que persigue es contagiar su amor por el running, llamar la atención de quienes alientan desde las vallas y cambiar el chip de los que están en la pista.
“En las carreras largas, la mente te traiciona más que cualquier cosa: ahora imagínate que vas pensando que ya no puedes y de repente ves a un tipo sonando trompetas, con una botarga encima gritando que le eches ganas, que ya eres campeón; si no te motiva, por lo menos te sacude la cabeza, te saca de ese estado de derrota y te pone de nuevo en tu meta personal”, dice.
Más que peluches
El primer peluche que recibió Alejandro fue un oso rosa que le regaló un niño con discapacidad para animarlo a llegar a la meta. Como pudo, lo atoró en el pecho y lo llevó con él durante 42 kilómetros. Descubrió que esa figurilla había hecho algo por él: lo motivó.
“Lo traje mucho tiempo cerca del corazón, fue un regalo muy hermoso, y empecé a pensar que esa vibra que a mí me llenó podía servirle a quienes sienten que ya no pueden terminar la carrera. Empecé a colgarme peluches en el cuerpo y la gente se emocionaba, las carreras se hacían más amenas”, cuenta.
Entre el centenar de muñecos que lleva colgados con seguritos, están los que le regalan en las carreras, como un halcón que le obsequió un grupo de invidentes que corre con apoyo de guías o los que los niños le entregan al terminar las competencias. También están los que compra en el tianguis, siempre “coloridos y con bonita expresión”.
Además porta imágenes de maratones y competencias en las que ha participado, así como números de serie, frases motivacionales, botones, banderas y escudos mexicanos.
“El traje tiene unas bolsitas para llevar una botella de agua si hace falta, dulces y analgésicos. Uno nunca sabe cuándo se pueden necesitar”, dice con seguridad. “El Peluches” padece un problema en los oídos que de vez en cuando le provoca mareos, desorientación y desvanecimientos.
También lo dice porque acostumbra apoyar a otros. Hace varias ediciones del Maratón capitalino, un compañero se sintió mal a la mitad de la carrera. Alejandro le dio un analgésico, le ayudó a relajarse, y cuando estuvo listo, continuaron hasta terminar. Años adelante, como agradecimiento, esa persona lo invitó a Monterrey a otra competencia y se hizo cargo de todos los gastos.
“Los que corremos somos como una familia, nadie que no haya estado en una carrera sabe las pachangas que se arman en el camino. No siempre es importante llegar rápido, sino terminar, apoyar al otro, aprender de las fallas y ser mejor con uno mismo. Correr es una cuestión personal”, asegura.
Como es costumbre, el próximo domingo “El Peluches” saldrá de su casa en la Gustavo A. Madero antes de las 5:00, se subirá en su bicicleta forrada con banderas mexicanas para llegar al centro de la ciudad, se pondrá su chaleco y posará para las fotos. Minutos después correrá.