Cada año, la biblioteca central de la UNAM recibe a dos millones de personas que hacen tareas, se titulan o trabajan en investigaciones que buscan cambiar al país y este 5 de abril cumple 63 años
Una por una. Son cuatro mil metros cuadrados de uno de los murales más grandes del mundo y una a una se colocó una variedad de 1,500 piedras de colores que le dieron vida al edificio más fotografiado de México: la Biblioteca Central de la UNAM.
A 63 años de su inauguración, el edificio de corte funcionalista de diez niveles, ideado para que solo la planta baja estuviera abierta al público, sigue siendo uno de los recintos bibliográficos más importantes del país.
Era 1950, y dos años antes, Juan O’Gorman había sido elegido como el arquitecto encargado del proyecto, mientras Carlos Lazo trabajaba en la construcción de Ciudad Universitaria. Junto a O’Gorman estarían Gustavo Saavedra y Juan Martínez de Velasco, todos egresados de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Se tuvo una visión futurista. Seguimos viendo que la biblioteca se mantiene en las tendencias mundiales. Fue concebida bajo aspectos de seguridad por el tipo de terreno, se previó cualquier desastre natural, calcularon de más el peso que con el paso de los años tendría que soportar y, además, tuvieron una visión de futuro para conservar los materiales en buen estado y crear una atmósfera que cautivara a lectores y trabajadores. Si lo reflexionas así, es impresionante”, dice Elsa Margarita Ramírez Leyva, directora General de Bibliotecas de la UNAM.
La construcción de la Biblioteca Central tardó seis años y el proceso más largo fue la creación del mural Representación histórica de la cultura, pues O’Gorman se inspiró en el trabajo que él y Diego Rivera hicieron en el Museo Anahuacalli, y recorrió el país en busca de piedras de colores.
Del lado norte se representa el pasado prehispánico; el sur es la época colonial; al oriente está el mundo contemporáneo y al poniente el México actual. “Es un códice hecho de pictogramas que de alguna manera alude a la función de una biblioteca al ser un libro abierto al exterior. También es interesante la concepción del edificio como una obra de arte que en 2007 —junto con el campus de CU— fue declarada por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad”, cuenta Ramírez Leyva.
Un espacio para todos
Basta asomarse a la Biblioteca Central para encontrar diversidad: un alumno de Arquitectura o Geografía que a lo largo de la mesa extiende un plano. Al mismo tiempo, estudiantes de Medicina cargan pilas de libros; un par de estudiantes de Ciencias Políticas pasan la vista del papel a la pantalla de su laptop y los de Derecho, trajeados, están en una orilla absortos en la lectura, mientras un grupo de niños de primaria o secundaria hacen una visita guiada.
“Quienes vienen aquí, leen”, dice la coordinadora de más de un centenar de bibliotecas de la UNAM. “Todas las colecciones se usan. Aun con la tecnología, los jóvenes siguen viniendo por el papel y eso se refleja en los programas de adquisiciones de libros”.
Explica que para actualizar la Biblioteca Central existe un comité formado por investigadores, trabajadores, alumnos, profesores y expertos en novedades editoriales que hacen propuestas de contenidos. Se discuten, se presupuestan, se seleccionan y se adquieren. De esa manera, la biblioteca se ha hecho de colecciones que complementan el acervo teórico-académico.
Entre los ejemplares más curiosos está un incunable de 1492 —que forma parte del Fondo Antiguo—, al que solo acceden estudiantes de posgrado acreditados, con cubrebocas y guantes para evitar dañar el manuscrito.
“Tenemos las tesis de expresidentes, investigaciones de premios Nobel mexicanos y ejemplares de políticos e intelectuales destacados. Hay 357,839 títulos y 333,985 fascículos de revistas; una mapoteca, una colección de arte, tesis digitalizadas desde 1921 y cuatro mil libros electrónicos; además de un Laboratorio de Restauración encargado de ‘curar’ a los libros”, cuenta Verónica Soria, subdirectora de Servicios Bibliotecarios.
Van por innovación digital
A sus 63 años de edad, la Biblioteca Central de la UNAM persigue la modernidad. Actualmente forma parte de un movimiento en el que participan recintos de todo el mundo que buscan centrar el trabajo en los usuarios: ofreciendo salas de lectura, diversidad de mobiliario, acceso a las tecnologías y recursos digitales.
Uno de sus proyectos más ambiciosos desde los años 70 es la digitalización de contenidos y la búsqueda de herramientas para hacer más accesible y completa la experiencia del usuario. A través de internet se pueden hacer recorridos virtuales por la Biblioteca Central y trámites para los que antes había que saltarse una clase. Además de que los académicos e investigadores pueden conocer las métricas e impacto que causa su trabajo al subirlo a internet.
“Ahorita estamos yendo más allá. El 28 de enero liberamos (para sistema Android) la aplicación Bibliotecas UNAM que creamos aquí mismo y que tiene integradas 16 bibliotecas. Esto significa más de un millón 500 mil registros indizados que permiten hacer una meta búsqueda y saber, en unos segundos, dónde está el libro que necesitas”, explica Miguel Ángel Jiménez, subdirector de Informática de la DGB.
Además de la búsqueda, en la app se pueden descargar tesis en texto completo, así como hacer autopréstamo y resellos para evitar las multas por entregas tardías.
“Actualmente, los procesos de investigación, las tareas y las actividades recreativas se hacen desde un teléfono celular, y decidimos acercar los servicios al usuario, queremos que todos los universitarios tengan las bibliotecas de la UNAM en su bolsillo”, agrega la directora general.