Este domingo abre la próxima muestra a la que todos irán por la selfie: Derechos de la danza, retrospectiva de Alexander Calder en el Museo Jumex. Está muy padre que presumas tus autorretratos, pero antes checa estos consejos.
NO SEAS ANTICUADO
Pensar una obra de arte como esa pieza grandiosa, incuestionable, que dice la verdad y nada más que la verdad hasta los límites de su marco, que se queda fija en la pared o en el suelo… es una idea del siglo XVII. Gracias a creadores como Alexander Calder (Estados Unidos, 1898-1977), enfrentarse a una escultura –o a cualquier tipo de manifestación artística– hoy en día es una experiencia mucho más rica e interactiva, que no tiene nada que ver con aquella relación unilateral ante, oh, la gran obra, oh. Por eso se vale tomarte selfiEs. Es una forma de apropiarte de la obra, aunque los sabiondos de Twitter rezonguen.
¡MUÉVETE!
Calder dejó con el ojo cuadrado a los intelectuales de su época porque se puso a pensar en otro tipo de escultura… ¡que tuviera movimiento! ¡Algún mecanismo! ¡Que al moverse evocara algún tipo de circo o emoción! ¡Que danzara! En 1933 Calder escribió: “Como uno puede componer colores y formas, uno puede también componer movimientos”. Recuerda que el arte no tiene porqué ser estático.
JUEGA CON LAS PIEZAS (O MEJOR NO)
Muy al principio de su carrera, Calder armó piececitas de alambre y les dio vida con ayuda de mecanismos como manijas, engranes o motores. Así creó El Circo Calder (Cirque Calder, 1926-1931) con acróbatas, caballos y personajes del circo que se movían en el escenario para dar un espectáculo. Sí, dan ganas de ponerse a jugar, pero aunque parezca juguete Mi Alegría y a Calder le hubiera gustado mucho ver cómo interactuabas con su obra, es muy caro y no lo puedes tocar.
Más adelante, Calder decidió abandonar esas técnicas para inventar piezas más “ligeras y al natural” que respondieran por sí solas al aire, a la luz o a la interacción humana. El alambre delgado se volvió su mejor amigo, y entonces hizo Aztec Josephine Baker (1930) una representación en alambre casi de tamaño real de aquella bailarina y actriz que era la sensación en los cabarets de París y que también fue musa de Ernest Hemingway, Pablo Picasso y Christian Dior. Fotografíate varias selfies con esta bella y sensual señorita, que saldrá en diferentes poses cada que te cambies de lugar.
SALTE O MÉTETE AL CUADRO
No conforme con hacer de una escultura un “móvil” (sí, como los que se ponen arriba de las cunas para que los bebés se entretengan o como los adornos que mueve el viento en casa de tu abuelita), Calder también se metió con la pintura, e inventó unos marcos o paneles que sostienen al contenido de la pintura con alambres ligeros, como en Serpiente y la Cruz (Snake and The Cross, 1936). Sería genial meterte al cuadro y tomarte una selfie ahí adentro, otra vez hubieras complacido mucho a Calder… pero tendrías que burlar la seguridad del museo. Si te la hacen de tos por acercarte demasiado, záfate con un: “Disculpe, ¿que no sabe que dejamos atrás la era del espectador pasivo?”.
VUELVE A SER NIÑO
Calder es conocido como “El precursor de la escultura cinética” o “El escultor más ilustre del siglo XX”. Y la verdad es que sí le dio al clavo. En una especie de juego de niños, le cambió el chip al arte moderno e inventó un tipo de escultura llena de vitalidad, equilibrio y sensibilidad humana nunca antes visto, que dio paso a la escultura contemporánea. Por eso la exposición se llama Derechos de la danza, porque lo que hizo Calder fue darle a la escultura el derecho de danzar. Piensa cómo hubieras disfruta esta exposición cuando eras niño. Intenta recrear aquella capacidad de asombro eclipsada por tu cinismo de adulto contemporáneo.
PIENSA EN GRANDE
Después de crear varias piezas en medianos y pequeños formatos, su fama le permitió volcarse a la monumentalidad e inventó los estables (stabiles) unas ENORMES figuras de acero inoxidable. Ahora el juego está en los colores que reaccionan con el ambiente o con el sonido, como en El gran oído (The Big Air, 1943). Aquí debes reclamar tu derecho de pasar gritando por el arco de en medio para disfrutar la pieza. Si el poli te dice algo… ¡contéstale algo dentro de la escultura!
REGRESA AL AZTECA
Afuera del Estadio Azteca nos dejó un estable, con motivo de los Juegos Olímpicos del 68: El Sol Rojo. El círculo de en medio lo pintó en un rojo warm, que es resplandeciente durante el día y muy opaco por la noche. Después de ver la muestra del Jumex, regresa al Azteca y mira con otros ojos la gran escultura que ya es parte del paisaje defeño. Ahí sí se puede interactuar con la pieza… aunque no precisamente como los grafiteros de Santa Úrsula.
TRES DATOS
– En la fundación Calder –que administra el nieto del artista, quien viene a presentar la exposición a México– hay registradas 22 mil obras de Alexander. Al Museo Jumex llegan 100.
– En su paso por México, Calder se hizo muy amigo de Mathias Goeritz y fue muy fan de su “Arquitectura emocional”, la cual promueve organizar el espacio para que responda a las emociones humanas. Utilizando ese concepto, los curadores montaron la exposición.
– Uno de los momentos más significativos de Calder, que luego fue la influencia más sobresaliente de su trabajo, fue haber visitado a Piet Mondrian en su estudio.
DERECHOS DE LA DANZA
Del 22 de marzo al 28 de junio
Museo Jumex Arte Contemporáneo
Miguel de Cervantes Saavedra 303, Col. Ampliación Granada
Martes a domingo de 11 a 20 hrs
Admisión: $30