A través del proyecto Cocina Baobab, Seynabou Diedhiou, mitad mixteca y mitad senegalesa, busca combatir el racismo desde la cocina y difundir orgullosamente la comida con matiz africano.
Nadie puede mentir a la hora de comer. El platillo que se elige, la forma en la que se degusta, la sazón que preferimos, todo eso dice algo de nosotros. Comer implica seguir una tradición generacional, reconocer las costumbres de una familia, identificarse con los sabores de una región o descubrir gustos individuales: es difícil no ser sincero cuando de comer se trata.
“En los alimentos hay historia, y tu cultura dicta tu forma de comer —cuenta Seynabou Diedhiou—. No puedes comer de cierta manera y negar tus orígenes; consciente o inconscientemente, ahí están. En México tenemos una cultura basada en el maíz y nos acompaña a donde vamos, pero si nos movemos a otros lados, generamos mezclas, le damos nuevos matices a la comida”.
Seynabou es cocinera y madre de una bebé de siete meses. Nació en la Ciudad de México y ella misma es una combinación de sabores y raíces: su mamá es indígena mixteca; su papá, senegalés. Mujer afrodescendiente, de piel oscura, negra, considera que la reflexión respecto a nuestra comida y sus orígenes puede contribuir a eliminar ciertos rasgos de violencia, el racismo que vive cada día en las calles. Cocinar es, entonces, una forma de reeducar, de informar. “Nadie puede mentir a la hora de comer”, insiste.
Su trabajo se difunde en ferias y festivales, eventos de embajadas y otros recintos gubernamentales, o en cualquier sitio donde se hable de la raíz africana en el mundo. Mientras pica rodajas de jitomate, cebolla y chile morrón para preparar una variante de Moqueca, que aprendió en un viaje a Brasil, explica que Cocina Baobab empezó hace tres años y medio con un objetivo: difundir la comida con matiz africano.
“Nos interesa que la gente vaya probando cocina de diferentes partes del mundo, pero siempre con el detalle de que sea comida negra de origen”, cuenta.
Seynabou enjuga con limón un par de pechugas de pollo y las fríe en aceite de palma; cuenta que el platillo original se prepara con frutos de mar, pero los ingredientes a veces son difíciles de encontrar. Sazona el pollo, vierte una taza de leche de almendra y coloca en camas las rodajas de verdura picada. Deja hervir por 20 minutos.
“En la comida mexicana está incrustado el sabor africano. Ahí está el arroz con plátano en la comida corrida, en los encacahuatados y en postres como los plátanos fritos y el arroz con leche. Son cosas muy comunes en nuestro día a día, aportaciones culturales de los pueblos negros que históricamente han sido invisibilizados y sobre los que se ha mantenido el rechazo, las agresiones, los estereotipos”, dice.
Vivir “como negro”
Desde niña, Seynabou se reconoció como negra y creció en un ambiente cultural ligado a África. Su padre llegó a México becado como estudiante de excelencia y desde ese momento se rodeó de personas de diferentes nacionalidades.
Estudió la primaria en un colegio francés en Polanco, donde convivía con estudiantes que compartían una mezcla cultural. Las complicaciones llegaron en su adolescencia, cuando una crisis económica familiar la llevó a una secundaria pública.
“Ahí me di cuenta de que existía una ‘curiosidad’ hacia mi persona. También me ocurría en el colegio privado, pero allí nunca me dijeron nada. En cambio, ahora me miraban con desprecio, los padres no me querían cerca de sus hijos, ya no había un filtro ‘políticamente correcto’ en los comentarios”.
Los comportamientos racistas se mantuvieron, incluso, en una preparatoria de la UNAM: un profesor le dijo a ella y a otros dos estudiantes con ascendencia extranjera que no merecían un lugar en la universidad, que no tenían derecho a ocupar un espacio por no ser “completamente nacionales” y que al estar ahí le robaban el lugar a otros estudiantes.
Para Seynabou, la escuela solo es un ámbito más donde el racismo se manifiesta. La verdad es que gestos de carácter racista aparecen en todas partes, incluso entre las personas cercanas. Por ejemplo, cuando sus padres se casaron había un rechazo familiar “por tratarse él de un hombre negro”, mismo que se agravó cuando tuvieron hijas: su madre decidió cortar contacto con los parientes que las criticaban por su aspecto.
Seynabou tiene una voz suave, habla con calma, pero su discurso es poderoso, rebelde. Se considera una mujer empoderada, autosuficiente, asegura que a los afrodescendientes no les sirve de nada la palabra “tolerancia”. Lo que exigen es respeto.
“No estamos para cumplir con las fantasías de lo que debe ser una persona negra para que quienes tienen prejuicios se sientan cómodos. Nuestro objetivo es como el de cualquiera: ser felices, hacer lo que nos gusta, obtener nuestros derechos o arrebatarlos si es que se nos niegan”, dice.
Y Seynabou intenta hacer eso a partir de la comida, de explorar sus raíces mixtecas y senegalesas. Habla de las aportaciones afro a partir de los sabores, exige reconocimiento a cada bocado, muestra en cada plato que no hay una sola forma de ser negro.
Cocina Baobab es un proyecto itinerante que se dedica a la venta de platillos. Se presenta en ferias y eventos a petición. Aquí te dejamos su página oficial de Facebook. Contacto: [email protected]
CIFRAS
3 formas de autoadscripción reconoce el INEGI: población negra, afrodescendiente y afromexicana.
160 mil personas que habitan en la Ciudad de México reconocen que cuentan con orígenes afro.