Sergio Fajardo narra cómo él y un grupo de ciudadanos incursionaron en la política y lograron ganar posiciones en Colombia. La clave para hacerlo, dice, fue perseverar.
De visita en marzo en la Ciudad de México, donde participó en el congreso Mextrópoli, el político colombiano Sergio Fajardo (Medellín, 1956) desmenuzó la forma en la que él y un grupo de ciudadanos construyeron una opción política independiente, que les llevó a obtener la alcaldía de su tierra natal para el periodo 2004-2007 y la gubernatura de Antioquia de 2012 a 2015.
¿Cómo iniciar la discusión por el poder en la ciudad?
Formo parte de un grupo de personas que venimos del mundo académico —yo soy un matemático—, de las ONG, de la ciencia, del periodismo, de la cultura, gente que hace 17 años llegó un momento en el que nos agotamos de decir: “Hay que hacer esto”. Porque cuando los ciudadanos decimos “hay que hacer esto”, ¿a quién le estamos diciendo que lo haga? Pues en principio son los políticos los que toman las decisiones más importantes.
El origen del movimiento se dio hace 17 años, cuando dijimos: “Ya no vamos a decir más ‘hay que hacer esto’, nosotros vamos a organizarnos, vamos a participar en política, vamos a participar en la elección de la alcaldía de Medellín, la vamos a ganar y vamos a transformar la sociedad”. Éramos ciudadanos indignados cuando hace 17 años esa palabra no se utilizaba como hoy, pero no sólo indignados, sino éramos personas mayores, con experiencia, no éramos un movimiento de jóvenes, sino uno de personas con experiencia que tomamos esa decisión, nos dispusimos a participar en política.
¿En cuánto tiempo vieron resultados?
Veo que ahora en México aparece una primera generación de políticos independientes. En Colombia empezamos mucho antes. El primer día que entregamos un volante en la calle, porque esa fue la forma en la que nos acercamos a la ciudad, porque dijimos “vamos a acercarnos directamente a la ciudadanía”, lo hicimos caminando, físicamente, caminando la ciudad no sé cuántas veces. Y Medellín no es un pueblito, eh, es una población de 2.5 millones de personas entre montañas. No ganamos esa primera elección, pero empezamos y fue muy emocionante, porque nos íbamos acercando a las personas, establecimos una relación directa. Fue un proceso de descubrir la ciudad, las comunidades, un proceso para nosotros inédito, porque nosotros estudiamos, sabíamos de la ciudad, pero caminarla era un proceso de ponerse la ciudad en todos los sentidos, desde ver, oler, sentir los rostros de la ciudad con una pasión total.
El principio era sencillo: la gente de la casa sale y por caminar no cobran. Pues vamos para allá y establezcamos esa relación. Y empezamos a desplegarnos por la ciudad. Eso nos permitió acercarnos a la ciudad de una forma que, a medida que íbamos caminando, descubríamos que teníamos más energía, arrancando de cero, todo eso para señalar la importancia de sentir la ciudad, de saber escucharla, de irla reconociendo.
Todo mundo se burlaba: “Estos pobres peludos de blue jeans caminando no van a sacar nada, sin darle un solo peso a las personas para que voten por ustedes”… Quedamos terceros y a los tres años ganamos con ventaja de más de 100 mil votos.
¿Cuál fue la clave en esos tres años, entre el tercer lugar y ganar?
Perseverar. Gente inteligente hay por todas partes, que tiene buenas ideas, que tiene espíritu, pero habitualmente lo que ocurre es que muchos se desaniman o dicen: “Bueno, tres años esperando a la siguiente elección” […] Entonces, perseveramos. Esto requería gran entusiasmo, creer que se podía. Dijimos: “Vamos a hacerlo”. Y seguimos caminando, y cuando uno persevera y establece esos nexos, y cuando la comunidad nos veía muchas veces en barrios agobiados, con gente asustada, barrios que habían vivido la violencia, nosotros íbamos tranquilos, sin carros blindados, nosotros aprendimos a hacer la política con cada persona. Era algo muy mágico.
¿Cuándo llegas al poder no hay una pérdida de inocencia?
Me gusta que uses esa palabra: inocencia. Nosotros definimos: “El poder nuestro es el poder de la inocencia, de la ingenuidad, es que vamos a cambiar el mundo, es que lo podemos cambiar”. Llegamos frescos, con claridad de principios y convicciones, y empezamos a hacer cosas, y hay un mecanismo que funciona bien: si usted tiene claros los principios, las decisiones son relativamente fáciles. Entonces, dijimos: “No hay ni un puesto ni contrato para un solo concejal en Medellín. Nosotros no le pagamos a una sola persona para que votara por nosotros. Entonces, no le debemos nada a ningún concejal”. Y había gente que nos decía: “No, momento, es que la gobernabilidad…”.
Nosotros ganamos abrumadoramente. Entonces, a todos les quedaba claro que representábamos a la comunidad. Entonces, teníamos el respeto y así avanzamos, sin negociar nada, en ningún momento. Además, nosotros somos hasta el día de hoy independientes hablando todos los días de la transparencia, contra la corrupción.
Porque al que tiene precio se lo encuentran, si tiene precio se lo encuentran, la diferencia es entre tener principios y tener precio, pero hay personas que tenemos principios y no tenemos precio.
¿Existe eso en la política?
Es nuestra convicción. Siempre tenemos en la transparencia una forma permanente de actuar. Cuando llego a ser gobernador de Antioquia, la primera acción que tomamos en torno a los contratos es con una expresión que te lo dice todo: “Muchos ojos, pocas manos”. Cada trámite tiene que tener muchos ojos encima, es que la transparencia es una condición, y que sean muy pocas las manos que tocan cualquier paso de un contrato o de un recurso que entra a lo público. Eso es en contraposición a pocos ojos —que no se vea— y muchas manos para que enrede. La transparencia hay que construirla. Estoy seguro que hay muchas personas que comparten esto, y que no tenemos precio. Seguro que aquí en México hay montones de personas así, que creemos en la dignidad, que queremos cambiar una sociedad. Ese es el reto.
Tenemos que romper con una política que está asociada con “todos son iguales, todos son ladrones y no cumplen”. Que genera la paradoja más lamentable: los políticos toman las decisiones más importantes, no tengamos la menor duda, y son las personas en las que menos confía la sociedad. Quien toma las decisiones más importantes es en quien menos se confía.
Quienes son independientes hoy tienen una gran responsabilidad de hacer gobiernos ejemplares, para que no vaya a terminar México diciendo: “¡La misma cosa, son lo mismo, se dicen independientes, pero hicieron lo mismo!”. Eso sería una fatalidad.