Beatriz mantuvo un noviazgo de ocho años. Cuando descubrió que su pareja la había engañado, terminó la relación, se deprimió… y lo demandó por daño moral.
No todos los noviazgos largos terminan en una boda. Unos acaban en una dolorosa ruptura… y otros más, incluso, en un pleito ante un juez.
Tal es el caso de Beatriz, quien pidió ser citada con un pseudónimo para proteger su identidad. Durante ocho años, ella fue novia de un excompañero de la preparatoria. No vivieron juntos, pero compartían gran parte de su tiempo y tenían planes de matrimonio conocidos tanto por sus familias como por todas las personas cercanas a su entorno.
El paraíso de Beatriz, sin embargo, se desmoronó cuando encontró un par de videos en los que aparecía su pareja teniendo relaciones sexuales con otra persona.
A raíz de esto la relación terminó, aunque para Beatriz comenzó lo que describe como un infierno. La mujer cayó en depresión. Después, perdió su trabajo, se recluyó en su cuarto, no comía ni dormía y empezó a sufrir ataques de ansiedad y dermatitis. Mientras, a su cabeza constantemente llegaba un pensamiento: “Me robó ocho años de mi vida que nunca van a regresar”.
Fue esa sensación de haber sido despojada lo que convenció a Beatriz de actuar legalmente para hacer pagar a su exnovio. Entonces, se asesoró con un grupo de abogados y presentó una demanda civil, argumentando que el hombre le había causado daño moral.
Como ella, otros habitantes del DF —mujeres y hombres— han decidido acudir ante instancias judiciales para demandar a sus exparejas por daño moral, alegando afectaciones a sus sentimientos, honor, reputación o vida privada. Hasta el año 2000, la legislación local permitía demandar específicamente por una promesa de matrimonio no cumplida, pero esa figura ya fue retirada del Código Civil.
Carolina Ruiz, por ejemplo, mantuvo una relación de 10 años con su ahora exnovio. Ambos planeaban casarse y programaron la ceremonia para septiembre de 2014. La familia de ella invirtió en esto 100 mil pesos pero, a dos meses de la fecha, él se retractó. Entonces, Carolina optó por demandarlo por daño moral. Exigió que cubriera los gastos que hizo su familia y ganó el litigio.
En promedio, los juzgados de la ciudad atienden al día 22.7 casos de demandas por daño moral, según las cifras más recientes del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (TSJDF). Sin embargo, la institución dice no tener un desglose de cuántos de esos casos corresponden a demandas por noviazgos fallidos.
Rupturas costosas
El abogado David Ruiz, del despacho Ruiz y Gutiérrez, considera que las pérdidas emocionales deben valorarse tanto como las económicas.
“No existe esa cultura jurídica en donde se reclame una afectación individual, que en ocasiones trae más consecuencias y pérdidas que aquellas relacionadas con dinero o bienes”, dice.
En el caso de Beatriz, sus abogados presentaron como pruebas de la afectación testimonios de familiares y amigos, dictámenes médicos y psicológicos, y la copia de un crédito que compartía con su exnovio.
Bárbara Gutiérrez, especialista en Derecho Civil, explica que los jueces toman en cuenta todos estos elementos antes de emitir una sentencia. Con ellos, valoran las afectaciones y, aparte, evalúan la situación económica del demandado.
El exnovio de Beatriz, quien reconoció su responsabilidad en el rompimiento de la relación, tuvo que pagar 350 mil pesos, un monto que ya cubrió. Sin embargo, la ley permite a un demandado apelar el fallo.
Daño pagado, ¿corazón aliviado?
Aunque los abogados defienden la posibilidad de demandar a una expareja por daño moral, otros especialistas creen que esta opción no es la mejor para ayudar a una persona a superar un rompimiento.
Uno de ellos es Arturo Hernández Vera, experto en dependencia emocional y rupturas, para quien estos recursos legales únicamente tienen un efecto efímero.
“Sólo brindan un sentimiento de justicia a corto plazo, pero después de que se recibe la compensación económica viene frustración porque la herida no se resuelve de una manera monetaria, aunque la ley contemple la indemnización por estos daños inmateriales”, dice.
Rosario Esteinou, académica del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), señala que el concepto de matrimonio ha cambiado mucho a lo largo de los años. Antes era considerado un contrato de intercambio de bienes. Luego, una unión por amor.
Ahora, muchos jóvenes no quieren casarse ni estar mucho tiempo con una persona. Y esto, señala la especialista, abre la puerta a que aumenten las demandas por daño moral, por parte de personas que se sientan defraudadas y afectadas por aquellos con quienes compartieron una parte de sus vidas.
Del cambio social al cambio legal
Las normas locales en materia de matrimonio tuvieron un cambio clave en el año 2000. Ese año, se eliminó del Código Civil del DF la figura de los esponsales, es decir, la promesa de matrimonio entre dos personas. Los promotores de la modificación argumentaron entonces que las costumbres sociales se habían liberalizado, por lo que la figura de los esponsales resultaba obsoleta para las necesidades de la población. Antes de la reforma, la figura de los esponsales abarcaba siete artículos del Código Civil, del 139 al 145.