El verano es buena temporada para comer insectos y estos son nuestros lugares favoritos para probarlos
Quizá se te pone la piel de gallina al imaginar una araña o un alacrán sobre tu plato, pero comer insectos es normal y deseable. Piensa en todos esos animalitos que comemos —y nos saben rico— aunque no nos guste su aspecto, como la langosta, un mounstrillo con ojos colgantes —¡iuuu!—. No desprecies a los bichos por feos, no seas así. Lo que importa es el sabor y ellos lo tienen de sobra.
Además, su alto valor nutrimental —tienen tanta o más proteína que un bistec, menos grasa y muchos minerales— y su bajo impacto ambiental —producen de diez a 100 veces menos gases de efecto invernadero por kilo que los cerdos, según reportes de la ONU— los convierten en la mejor opción de alimento para hoy y para 2050, cuando seamos nueve mil millones de personas habitando la Tierra.
Atrévete a probar estas delicias
Ser entomófago es fácil, sobre todo si te gusta comer cangrejos, camarones, langostas y otros crustáceos —considerados “insectos marinos”—. Más fácil aún es ser entomófago en México, donde los bichitos comestibles son abundantes, variados y relativamente accesibles —tienen precios elevados porque las técnicas de recolección son las mismas que hace siglos: escarbar en la tierra, raspar las hojas de maguey o emplear trampas caseras—. Además: están sabrosos y no, no son viscosos.
Los artrópodos que habitan en la tierra (es decir: insectos, arañas, ciempiés, milpiés, escorpiones y sus parientes) son la comida del futuro. Se tenía que decir y se dijo, así que hakuna matata, éntrale a la entomofagia. No es nada raro, es una costumbre del hombre desde sus primeros pasos por el mundo que, además, nos ayuda a reducir nuestra huella de carbono. Hay cerca de 1,900 especies de insectos de consumo en todo el planeta —de los que se sabe—, pero puedes empezar con estos que están aquí, en tu ciudad, al alcance de un taquito con guacamole.
Tarántula
Entre su piel peluda y sus ocho patas gordas, tiene el aspecto menos apetitoso. Puede ser difícil comerla, pero su sabor no está mal —entre pollo frito y camarón—, y su textura es crujiente, como chicharrón. En México en el Paladar venden la de cola rosa, veracruzana y la revuelcan en una mezcla de sal de camarón con ajo (después de quemarle los vellos urticantes y freírla). Puedes echártela sola o en taquito con guacamole. Su precio varía de acuerdo con el tamaño, y ronda entre $500 y $800.
México en el Paladar: Mercado San Juan Pugibet, locales 102 y 109 (Ernesto Pugibet 21, Centro Histórico). Lun-dom, de 9:00 a 17:00
Acociles
Son pequeñas langostas de río que adquieren un intenso color rojo cuando se cuecen y saben como los camarones pero con menos intensidad marina. En Chon, un lugar con amplia tradición de cocina con bichitos, los sirven durante todo el año en taco, con tortilla hecha a mano y guacamole picoso. De la orden sacas cinco tacos bien hechos. El precio promedio es de $250-$300.
Restaurante Bar Chon: Regina 60, Centro Histórico. Lun-dom, de 9:00 a 19:00
Zats
En tzotzil, zats significa gusano. Estos gusanillos chiapanecos, largos y gorditos, crecen en los árboles de caucho y son recolectados por niños quienes se trepan hasta las ramas más altas. En La Sorpresa, doña Martha Marín —la dueña—, los fríe en manteca y los sazona con sal, ajo, limón y chile. Los puedes pedir solos, en quesadilla, gordita o tostada, y acompañarlos con un mezcal o una cerveza. Solo aceptan efectivo y el precio varía de acuerdo con el tamaño (por lo general oscila entre $500 y $600).
La Sorpresa Cocina: Mercado San Juan Pugibet, local 271 (Ernesto Pugibet 21, Centro Histórico). Lun-dom, de 9:00 a 18:00
Chinicuiles
Estos gusanitos colorados tienen un sabor terroso y acidito que recuerda al pulque —quizá porque se crían en las raíces del maguey—. Abundan en los mercados y casi siempre se comen tostados, en taco. En Los Danzantes los sirven en salsa con chile cuaresmeño sobre unos taquitos de barbacoa de picaña, cocida a baja temperatura durante ocho horas.
Los Danzantes: Parque Centenario 12, Col. Villa Coyoacán. Lun-mié, de 12:30 a 23:00; jue, de 12:30 a 00:00; vie-sáb, de 9:00 a 1:00; dom, de 9:00 a 23:00
Alacrán
Del mero Durango, popular allá y aún considerado exótico acá en la Ciudad de México. Casi siempre se come frito y sabe como entre pollo y res con textura de banderilla (crujiente pero que se deshace). En Los Coyotes lo bañan en chocolate oscuro, pa’l postre. También lo muelen para hacer bombones de chocolate blanco con él. Te vas a gastar, en promedio, unos $140.
Los Coyotes: Mercado San Juan Pugibet, locales 177, 178 y 201 (Ernesto Pugibet 21, Centro Histórico). Lun-dom, de 9:00 a 17:00
Saltamontes
O sea: chapulines. Su consumo ya está normalizado por completo, sobre todo en lugares oaxaqueños. Hay de varios tamaños y por lo general son salados, crujientes y con un rico sabor umami. En Pixza es muy querida la Chayito, cubierta de saltamontes (casi siempre grandotes), sazonados con sal y limón. Como esta pizza es de maíz azul, se acerca mucho a la tlayuda —no es queja.
Pixza: Liverpool 162-B, Col. Juárez / Córdoba 234, Col. Roma Norte. Mar-jue, de 13:00 a 20:00; vié-sáb, de 14:00 a 21:00; dom, de 14:00 a 20:00