Hace 10 años, eran jóvenes con flecos y pantalones entubados. Hoy son adultos que recuerdan cómo expresaban su soledad.
Alfonso Lira tiene 28 años, es administrador de empresas y trabaja en el área de seguros de una compañía. Hoy, su imagen diaria contrasta con la que mantuvo durante su adolescencia: cabello sobre la cara, pantalones entubados, ropa negra. En resumen, era uno de los jóvenes que perteneció al movimiento emo, que vivió su auge en la capital mexicana entre 2008 y 2009.
Sociólogos y antropólogos coinciden en que esta tribu urbana no ha desaparecido de la ciudad. Sin embargo, señalan que ha tenido un fuerte declive, que atribuyen tanto a las agresiones que sufrió este grupo como al desinterés que surgió entre sus propios integrantes.
Alfonso, por ejemplo, dejó de ser emo cuando tenía 21 años, después de ir a una fiesta en la que sintió que todos los asistentes se veían igual. Entonces se rapó y, entre otras cosas, dejó de ser un usuario asiduo de redes sociales como MySpace, Fotolog o Metroflog, que considera ayudaron a difundir el movimiento.
Desireet coincide con lo anterior. Para esta diseñadora editorial de 25 años, internet fue el espacio donde se refugió una generación de adolescentes cuyos padres trabajaban y los dejaban solos la mayor parte del tiempo. Frente a esa situación, dice, acudían a sus computadoras y, poco a poco, se ponían en contacto con otras personas con gustos, sentimientos y problemas similares.
Así le ocurrió a Sergio Tirador, ingeniero textil, quien cuenta que recurrió a MySpace para escapar de sus dificultades familiares y escolares, como lo hicieron miles de jóvenes que aseguraban defender su derecho a expresar sus emociones.
¿Sociedad tolerante?
José Ruelas es otro capitalino quien cree que ser emo fue sólo una etapa de su vida. “De manera natural tenía que madurar y así evolucionar”, dice. Sin embargo, afirma también que haber formado parte de esa tribu urbana le hizo darse cuenta de que en la ciudad existe poca tolerancia hacia algunos grupos. “La sociedad no acobija lo que desconoce”, comenta.
Entre 2008 y 2009, en la capital y en otras localidades —como Querétaro y Monterrey—, emos fueron insultados y golpeados en espacios públicos donde solían reunirse, hechos que incluso motivaron recomendaciones por parte de organismos de derechos humanos.
A Alfonso le tocó vivir la golpiza de 2008 en la glorieta del Metro Insurgentes, donde él no sufrió violencia física pero sí vio cómo, a otros, jóvenes mayores —algunos identificados como punks— les cortaban los flecos, les pegaban y les llamaban “maricones”. Y ese mismo año, una adolescente emo fue asesinada en Parque Lira, en la delegación Miguel Hidalgo.
El sociólogo Héctor Castillo Berthier, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que este tipo de agresiones es reflejo del machismo que persiste en la sociedad, porque quienes agredieron a los emos rechazaban su estética andrógina y su búsqueda de identidad.
“Los emos vinieron a evidenciar las carencias de una sociedad incoherente consigo misma, la necesidad de una mayor educación sexual, del derecho a la identidad y de la búsqueda de la igualdad, coartadas por un machismo que se expresa con un alto nivel de violencia”, dice.
El antropólogo Alfredo Nateras, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), coincide con lo anterior y agrega que los emos eran incomprendidos, pues se les asociaba exclusivamente con sentimientos de melancolía cuando también reivindicaban la felicidad.
La herencia de la tribu
Hoy, los emos siguen reuniéndose en espacios como la Glorieta de Insurgentes y el Foro Alicia, aunque en menor cantidad que hace casi una década.
Para los expertos, una herencia que dejó el auge de este movimiento es la organización a través de internet. Según Nateras, fue la primera tribu urbana que nació a partir de este medio.
“Las escuelas quedaron rebasadas como espacios de sociabilización y organización. Los jóvenes emo comenzaron esta nueva era de buscar personas con intereses similares sin afrontar los obstáculos de la vida real, cuestión que da mayor seguridad y que genera círculos más cercanos, una nueva forma de familia”, dice.
Alfonso recuerda cómo, gracias a internet, se puso en contacto con emos de otros estados y esto, a su vez, influyó en decisiones que tomó conforme fue creciendo, como dejar la banda de música que tenía con amigos para buscar una actividad redituable que le permitiera tener dinero para viajar por el mundo.
Para Desireet, la web y haber sido emo también fueron aspectos clave de su vida. Como ejemplo menciona que se hizo diseñadora debido a su interacción con MySpace. Además, conserva amistades que conoció en esa red social y asegura haber aprendido a ser más tolerante, para no ofender a otros como a ella le ocurrió. “Prefiero tener un amplio criterio en vez de juzgar a las personas por su aspecto o apariencia”, dice.
¿Quiénes son?
Estos son algunos rasgos de los jóvenes que pertenecen a esta tribu urbana:
- Tanto los hombres como las mujeres usan pantalones entallados. También suelen delinearse los ojos y dejar que el cabello les cubra el rostro.
- Durante el auge de este grupo, acostumbraban reunirse en la glorieta del Metro Insurgentes, así como en la Zona Rosa y sitios como el Foro Alicia.
- Además de utilizar redes sociales como MySpace y Metroflog, escuchan música de grupos como My Chemical Romance, Insite, Thermo y División Minúscula.
¿Por qué se forman las tribus urbanas?
El sociólogo Héctor Castillo Berthier, especialista en cultura urbana y juventud, señala que la formación de tribus urbanas —como los emos— responde a contextos históricos determinados. Estos grupos, dice, encarnan demandas y acciones sociales específicas. Por ejemplo, los hippies exigían paz en una época de guerra, los punks se oponían al sistema político y económico, mientras los emos buscaban igualdad. Con el tiempo, estas tribus no desaparecen, sino que se transforman y pueden dar pie al surgimiento de otras.