El editor Diego Rabasa y el escritor Rodrigo Márquez Tizano presentan Breve historia del ya merito, compilación de relatos alrededor de 14 mundiales de futbol… La derrota del Tricolor es una constante que encapsula recuerdos y tragedias cotidianas
Por Carlos Acuña (@esecarlo)
–Carlos Velázquez es… es como Daniel Guzmán, el Travieso Guzmán.
–Sí, claro.
–Pero a ver, Diego, ¿Juan Villoro cómo sería en la cancha?
–Ese sí está perro… yo creo que Juan Villoro es un gran central. Pero no como Rafa Márquez, ¿eh?
–No, no: Juan Villoro siempre dijo que él jugaba de extremo.
–¿En serio?
–Eso dice. Checa bien tus fuentes, revísalas.
–Tú, Rodrigo Márquez Tizano, serías Isaac Terrazas.
–A huevo. Acuérdate que le decían El Mago Terrazas. Ojo ahí. La magia es importante.
–A ver, uno difícil: ¿Quién sería Antonio Ortuño?
–Él sería del estilo Mohamed, claramente: Ricardo Antonio Mohamed. No hay de otra.
–¡Jajaja!
Hay quien mide el tiempo en décadas. Los más masoquistas pueden recitar la historia de México y la propia a través de los sexenios. Pero para el escritor Rodrigo Márquez Tizano y Diego Rabasa, editor y director comercial de la editorial Sexto Piso, la vida se mide en mundiales. Responsables de compilar y editar la antología Breve historia del ya merito, en la que 14 autores mexicanos construyen historias, ensayos o crónicas sobre futbol, cada una ubicada en 14 mundiales distintos, Rabasa y Tizano se entretienen esta tarde imaginando qué papel jugarían los escritores que participaron en el libro si fueran parte de la selección de futbol.
–¿Guillermo Fadanelli? –pregunta Rabasa.
–¡Ahhh…! ¡Híjole! Él sería una especie como de Hermosillo, güey.
–¿Neta?
–¡Fadanelli jugaba de delantero!
–¿En serio? Pero más diletante, ¿no?
–Pues su juego siempre es más contra el arquero, no con la pelota. Él lo que quiere es agredir al rival.
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La gramática de la derrota
Escribir sobre futbol parecería una tarea simple. Con la fiebre futbolera que invade al país cada cuatro años, publicar un libro sobre el delicado arte de patear una pelota parecería una estrategia de mercado. Basta escuchar dos segundos a Rabasa y a Tizano para percatarse de que el soccer los obsesiona incluso más que la literatura.
–Sucede que la prensa deportiva está llena de clichés –dice Rabasa–. Creo que es refrescante que exista una mirada literaria que pueda narrarlo desde otra óptica.
–Una mirada no pretendidamente literaria –interrumpe Tizano–, que no intente convertir al futbol en una metáfora de la vida, ni explicar con él la identidad del mexicano ni quiénes somos como país. El futbol es un generador de historias, un disparador de la memoria.
Todos los autores que participan en la antología, explican, no solo son escritores de primer nivel, sino personas que disfrutan el futbol a nivel cancha: Rabasa y Tizano han jugado futbol con muchos de ellos, han visto partidos a su lado o compartido largas charlas al respecto. La idea no era diseccionar el deporte ni escribir desde el palco intelectual; se trataba de disfrutar el juego en sí mismo, la belleza de un pase o de una barrida.
A través de 14 relatos, BEF, Juan Villoro, Raúl Vilchis, Luigi Amara, Claudina Domingo, Daniela Tarazona, Carlos Velázquez, Julián Herbert, Gabriel Wolfson, Juan Pablo Villalobos, Antonio Ortuño, Pablo Duarte, Guillermo Fadanelli y el mismo Rodrigo Márquez Tizano convierten el futbol en un instrumento de goce, donde las derrotas del Tricolor en cada mundial aparecen no como un motivo de escarnio, ni como una lastimera forma de entender los traumas de los mexicanos.
–No se trata de decir: “qué chingón que perdemos siempre” –aventura Tizano–, sino de entender la gramática de la derrota. El mundo no se divide entre ganadores y perdedores; vilipendiar al que pierde es una estupidez. La historia de los vencidos puede ser más vital, con más sabor y sustancia, que la visión de los campeones.
Lo que enseña el futbol
En el futbol se entrelazan las historias familiares, los dilemas de identidad y de camiseta. Las rupturas amorosas suelen competir con las derrotas del equipo. De alguna manera, quien jugó futbol de niño puede perpetuar esa infancia a través del amor por el siempre inútil juego de correr detrás de un balón. Esas son las historias que busca rescatar Breve historia del ya merito.
–¿Cuál es el recuerdo más vivo que guardan del futbol?
–Viví muy pocos años con mi padre –responde Rabasa–. Lo recuerdo como un hombre esquivo, medio lunar. Un tipo siempre lejano, de sus hijos y de todos en general. Pero tengo dos momentos en que logré atisbar una dimensión de humanidad en él. Una vez que lo caché fajando con su segunda esposa. Fue intrigante: “Ah, mira, tiene vida”. La segunda fue en el Mundial de Estados Unidos, en el 94, en el México-Irlanda. El primer gol de México se lo había perdido porque había ido al baño. Pero lo recuerdo en el segundo gol de Luis García, gritando y saltando, y creo que fue la primera vez que sentí que estábamos compartiendo la misma cosa, la misma emoción.
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–Muchos de los amigos más importantes de mi vida los conocí en una cancha de futbol –dice Tizano–. Yo creo que el que es generoso en la cancha es generoso en la vida. No es una prescripción. Pero jugar futbol de niño te hace pensar en el equipo. Sí hay una educación afectiva y de camaradería, de poner al conjunto de la colectividad antes que a ti. Eso enseña el futbol.
A continuación te compartimos un extracto del libro: