fingerboarding en la CDMX
5 de enero 2018
Por: Dulce Ahumada

Patinar con los dedos

Hacer que una patineta gire en el aire con los dedos necesita pericia. Platicamos con dos practicantes del fingerboarding en la CDMX.

Fingerboarding en la CDMX, el deporte para llevar el espíritu skate hasta en el bolsillo.

Ollies, kickflips, heel-flips, fakie flips… Esos son los nombres de algunas de las acrobacias que pueden hacerse a bordo de una patineta, un deporte conocido y en expansión en la ciudad. Pero hacerlo sobre una patineta de 10 centímetros todavía resulta algo extraño. Sin embargo, el fingerboarding en la CDMX—patinar con los dedos— es una práctica que comienza a extenderse entre los capitalinos.

José Luis Estanislao Antonio, mejor conocido como DonKhan, es ya un veterano de este deporte: con 30 años, complexión robusta y una pequeña barba de chivo, conoció esta práctica cuando aún era niño. Según él, la onda de patinar con los dedos surgió en los 70, en Estados Unidos. Aunque su popularidad se disparó 10 años más tarde, cuando Lance Mountain, una leyenda de la patineta, popularizara el juego en el video Future Primitive de Bones Brigade, el colectivo de patinadores que llevó las patinetas a su punto más popular y extremo.

“Cuando llevé mi fingerboard a la escuela me la robaron —cuenta DonKhan—. Esa misma noche soñé que tendría muchas patinetitas”.

Su sueño se cumplió. En el 2009, DonKhan comenzó a fabricar los pequeños monopatines. Tres años más tarde descubrió que la fiebre del fingerboarding seguía latente, así que decidió comercializarlos usando las redes sociales bajo el nombre de Mictlan Fingerboards.

Reuniones sabatinas

Poco a poco empiezan a llegar. Hoy es sábado, casi las 11 de la mañana y ellos son alrededor de 15 jóvenes, adolescentes, algunos adultos. Todos visten ropa cómoda: pantalones holgados, sudaderas, tenis Vans: la típica vestimenta skate.

Estamos en la calle de San Jerónimo, justo en la entrada del exconvento del mismo nombre, en el Centro Histórico. Desde hace cinco años, DonKhan instala aquí los fingerparks: parques de patinaje en miniatura, con rampas, árboles, escaleras y muros llenos de grafitis. Los mismos vecinos les donaron el espacio, además de que les prestan un sitio para guardar las mesas y rampas donde practican.

“Ellos nos dieron el visto bueno —dice DonKhan—, saben que promovemos el fingerboard  en la CDMX que es una actividad sana al aire libre”.

En estas pequeñas rampas, idénticas a las de tamaño humano, los practicantes harán piruetas como si sus dedos fueran las piernas de patinadores profesionales. Pero esto también es una profesión.

“Las TechDech —explica DonKhan— son las fingerboards más famosas del mundo. Con ellas nacen los primeros equipos profesionales de fingerboarding”.

A San Jerónimo acuden niños acompañados de sus familias, incluso algunos padres que han heredado el gusto a sus hijos. De aquí han salido grandes competidores, como José Salvador Pérez Ochoa, quien el año pasado ganó el primer lugar en el Rendezvous 25, en Massachusetts.

“No nos sorprendió su triunfo, ya que en Mictlan Fingerboards tenemos un equipo tan bueno como los mejores del mundo”, cuenta orgulloso DonKhan.

De aquí han salido otras promesas, como Sebastián Vázquez, quien obtuvo el octavo lugar en el Battle at the Harrics #6 en Berlín, Alemania, en el 2015, y un año antes, dieron una exhibición en el Nixon Day con la marca Aéropostale.

Fabricar en miniatura

Todo lo pequeño provoca fascinación. Hacer fingerboarding en la CDMX es menos peligroso que hacer piruetas a bordo de una patineta tamaño natural, pero al parecer resulta igual de difícil. Hacer que una patineta gire en el aire con un chasquido de dedos, o que no salga volando al momento de rielear por un barandal, necesita pericia y horas de práctica.

En México, el fingerboarding llegó de la mano de una refresquera, en los 90, cuando lanzaron los D2 de Fanta. Así fue como DonKhan se enamoró de este juego. En la actualidad, para la elaboración de una pequeña patineta, DonKhan y su esposa, Mariana Fabián, dedican todo un día. Siguen el mismo procedimiento que se seguiría para crear una tabla de tamaño normal: ocupan cinco hojas de maple canadiense, pegamento, un molde para aplicar presión, sin desperdiciar madera y con materiales amigables con el medio ambiente. En la parte inferior, cada tabla lleva una serigrafía que la hace única.

Una de las inspiraciones de DonKhan es Timo Kranz, quien tiene en Berlín la tienda más famosa de fingerboards. “Su amor por esta disciplina y su visión de la escena es muy semejante a la mía”, asegura.

Aunque en menor cantidad, en San Jerónimo también practican fingerboarding algunas chicas, quienes compiten por igual con los chicos. “Todos nos divertimos por igual, sin importar el género”, dice Mariana Fabián.

Son casi las seis de la tarde, el sol está por ocultarse. Los chicos de fingerboarding en la CDMX toman su pequeña tabla y la guardan en sus mochilas. La mayoría de ellos se alejan deslizándose sobre tablas tamaño natural. Mariana y DonKhan comienzan a desmontar los fingerparks y a barrer el espacio.

NUMERALIA

1990 es el año en que llega el fingerboarding a México con la promoción de una refresquera.

2017 es el año en que José Salvador Pérez Ochoa ganó un primer lugar en Massachusetts.

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