16 de junio 2016
Por: Redacción

Flor sin abundancia

Invitaciones, discursos, rituales… Te decimos cómo son las reuniones de estos grupos que prometen multiplicar tu dinero.

MABEL PÉREZ

La primera instrucción es cerrar los ojos y relajar el cuerpo. Los pies deben estar bien plantados en el suelo y las palmas de las manos colocadas sobre las rodillas, pues solamente de esa manera “la energía” puede recorrer todo el organismo, dice la mujer que coordina la reunión.

Tiene menos de 30 años, su voz es suave y pausada, y asegura que el propósito del encuentro —así como el de otros de este tipo— es fortalecer las relaciones entre mujeres, que han sido acalladas por la sociedad machista a lo largo de la historia.

Frente a ese dominio, sostiene, ella y otras capitalinas han encontrado una solución: organizarse en torno a una Flor de la Abundancia, una pirámide en la que pueden acumular riqueza y ayudarse a adquirir poder. El requisito para entrar es aportar 27 mil pesos. A cambio, la promesa es algún día recibir ocho veces esa cantidad: 216 mil.

La reunión a la que acude Máspormás se realiza en un departamento en la Del Valle. Las asistentes son 14 mujeres de entre 20 y 45 años, quienes forman un círculo en la sala, amueblada con sillones y cortinas color verde esmeralda. Los focos se apagan antes de iniciar la sesión y la única luz en el lugar es la de cuatro velas al centro del grupo.

“Si tú estás aquí es porque la persona que te invitó te ama realmente y quiere verte triunfar, quiere que cumplas tus sueños”, dice la mujer que coordina el encuentro, con el objetivo de enfatizar que ahí no se llega así como así.

La Flor de la Abundancia, continúa la oradora, comenzó en Canadá, busca retomar tradiciones africanas que guiaban a las mujeres a tejer redes de apoyo en sus comunidades y este año llegó a la Ciudad de México. Sin embargo, al menos desde 2015 se escuchan noticias sobre estas agrupaciones. Y, a la par, también abundan las advertencias de autoridades y expertos, quienes las califican de fraudulentas.

Recientemente, la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) publicó un comunicado en el que pide a la gente no caer en promesas de dinero fácil.

“Para que estos sistemas se mantengan, requieren seguir captando dinero de nuevos ‘inversionistas’, hasta llegar un momento en que se vuelven insostenibles y, al romperse la cadena, terminan en la disolución del esquema antes de que los que ya aportaron su dinero puedan recuperarlo”, advierte la institución federal.

Para las integrantes de estos esquemas, esas afirmaciones son parte de una campaña de desprestigio promovida por el gobierno y los bancos, que solamente buscan proteger el sistema económico actual.

Un “regalo” contante y sonante

Cuando una mujer decide entrar a la flor, debe dar un “regalo”: dinero en efectivo.

Esto la convierte en “fuego” y, para poder escalar al nivel “viento”, debe atraer a más participantes. Más tarde llegará a “tierra” y coordinará a otras integrantes, hasta que finalmente —no se aclara cuánto tiempo después— será “agua” y recibirá riqueza multiplicada.

“Hay que confiar y eliminar esas barreras que la sociedad nos ha impuesto. Esto es un proceso de sanación. Aquí resolverás todas las cosas que tienes pendientes y te han frenado durante toda tu vida”, insiste otra de las coordinadoras.

Samantha, una madre soltera, sonríe y abre los ojos cuando escucha estas palabras. Ella ya está en “agua”, espera que lleguen más “fuegos” para recibir su recompensa y asegura que entrar a este grupo dio un giro a su existencia.

“A mí esto me cambió la vida. Hice todo por conseguir el dinero, porque no lo tenía. Esto me sanó”, dice durante la sesión.

“Me pareció una estafa”

Estos grupos también tienen otros nombres: Mandala, Telar, Células de Gratitud, Bolas Solidarias, Círculo de la Prosperidad, Rueda de la Amistad. A la fecha, su presencia crece en estados como Nuevo León, Puebla y Morelos, así como en la capital.

Según testimonios recabados, en algunas de sus reuniones los participantes realizan rituales, como bailar danzas africanas a la luna o aullar para reflejar fortaleza, mientras que en otras se replican estrategias de terapias grupales, clases de yoga o cursos de superación personal.

Lo que todos comparten, dicen autoridades y expertos, es que se aprovechan de las necesidades económicas y afectivas de las personas para seguir captando miembros.

Hace tres meses, Adriana acudió a uno de estos encuentros en una casa de la colonia Florida. No sabía de qué se trataba, pero en cuanto escuchó a las oradoras tuvo una mala corazonada. “Cuando comenzaron a hablar de dinero, meditación y por qué uno tiene que dejar de aferrarse a lo material, me quise ir. Eran incongruentes, pero me pareció grosero, porque me había llevado una de mis amigas más cercanas”, dice.

Algo similar le pasó a Laura, quien acudió a una casa en la Condesa a la que la llevó una compañera de trabajo: “Fue difícil porque tuve que convivir con ella después. A mí me pareció una estafa. Sólo buscan sacarle dinero a la gente mediante un discurso que no tiene nada que ver con los supuestos fines de este grupo: la unión femenina y el empoderamiento de las mujeres”.

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