Felipe Takajashi lleva 12 años dirigiendo el Instituto de Ciencias Forenses, lugar al que llega todo chilango que muere repentinamente.
FOTOS: LULÚ URDAPILLETA
No salió de ningún cómic ni participó en ninguna serie de televisión. A su parecer, está fuera del cliché de esos personajes, sin embargo, también resuelve crímenes con rigor científico. Así, cuando se acaba una vida de manera repentina, la Ciudad de México tiene un guardián de la muerte.
Si existiera un personaje con su nombre, Felipe Edmundo Takajashi dice que sería uno normal, “alguien que mantiene una relación familiar y al mismo tiempo es director del Instituto de Ciencias Forenses”.
A diferencia de la televisión, afirma que en el mundo real las muertes violentas no se resuelven con facilidad, nadie anda perfectamente vestido ni se traslada en vehículos de lujo. Niega que para ser forense haya que tener un trastorno psiquiátrico, pero de lo que sí está convencido es que para esa labor se necesita ser una persona empática y preparada, porque significa poner la ciencia al servicio de la justicia.
En más de 26 años de carrera, 12 de ellos como director, Felipe Takajashi se ha convertido en una especie de vigilante de la muerte en la ciudad.
Empezó haciendo turnos en los que certificaba lesiones de accidentes y abusos sexuales; después comenzó a recibir cadáveres, a practicar necropsias y dar noticias a los deudos. Hoy, como Caronte, lleva el barco del Instituto de Ciencias Forenses (Incifo), comanda la balsa que reúne a familias a pesar de la muerte.
Un guía preparado
Takajashi Medina quiso ser médico desde niño, pero llegó a la especialidad forense al darse cuenta de que ahí podía encontrar un empleo con facilidad por su baja saturación.
Aunque de joven pensó utilitariamente, con el paso de los años ha descubierto que su trabajo contribuye a que las personas cierren ciclos de sus familiares fallecidos.
“Es una especialidad muy interesante, no bonita porque no da agradecimientos, pero sí da satisfacciones. Permite reconfortar a los deudos, ayudar y encontrar a un ser querido, que un dictamen u opinión técnica ayude para resolver una situación, todo eso da sentido a nuestro trabajo”, dice.
Datos del Incifo revelan que en los últimos 20 años disminuyó la cantidad de cuerpos que se reciben, pues mientras en 1997 eran en promedio 6,300, ahora la cifra apenas sobrepasa 4,700 cadáveres. Las principales causas por la que llegan son accidentes de tránsito (60%), violencia e inseguridad (30%) y el resto por otras causas, como muertes naturales en la vía pública.
El director del Incifo lleva 12 años en el puesto y 14 más de trabajo operativo, en los cuales probó todas las áreas desde certificar lesiones hasta practicar necropsias y platicar con deudos, pues aunque se trata de una institución forense, sólo 50% del trabajo tiene relación con los cadáveres.
En su experiencia, Takajashi cuenta que no hay ningún caso particular que haya marcado su carrera, pues a cada persona se le brinda una atención precisa sin importar si es alguien en situación de calle o si se trata de alguien con influencias, sin embargo, reconoce que tratar a niños es de las experiencias más terribles.
“Todos los pequeños de entre dos y tres años de edad que no tuvieron esa posibilidad de defenderse y que ingresan por motivos violentos intencionales son los que se quedan con más énfasis, son personas que en primer lugar no pidieron venir al mundo, tuvieron una vida terrible de maltrato y de falta de cariño, y finalmente terminaron su vida con dos o tres años sin haber podido hacer algo. Es una sensación de enojo porque no debería suceder”.
Ayudar a decir adiós
Uno de los requisitos para desarrollarse en la medicina forense es ser buena persona. A decir del director del Instituto de Ciencias Forenses, la calidad humana es una habilidad necesaria para trabajar, pues a diario se convive con la tristeza, la desesperación, el enojo, la negación y la agresividad de quienes acuden a preguntar por sus familiares.
“Imagínate cómo es cuando sabes que alguien sale de su casa en perfecto estado de salud y de repente le avisan a la familia que su ser querido perdió la vida porque lo asaltaron o porque se accidentó; esa situación emocional es muy traumática y si como especialistas no tenemos tolerancia para entender el estado emocional, si no podemos ser empáticos, si no podemos ser buenas personas, esto no va a funcionar bien”, dice.
Felipe Takajashi dice que toda persona que fallece de manera violenta en la ciudad llega al Incifo como si fuera el Mictlán que está representado en los vitrales del Instituto. En ese lugar, a diario acuden familias que buscan a personas accidentadas y desaparecidas, y aunque tienen la esperanza de hallarlas, en el fondo nadie desea que su familiar se encuentre ahí.
“Cuando alguien está enfermo hay una preparación psicológica, pero cuando se interrumpe el ciclo, cuando la muerte viene por causas antinaturales se generan problemas porque son ciclos que no se pueden cerrar y muchas veces ahí entramos nosotros. Para la gente es importante recuperar a su familiar, darle los honores dependiendo su creencia y no para olvidarlo, sino para guardarlo en el recuerdo, para empezar a decir adiós”, cuenta.
En cifras:
- 26 años de carrera en el Instituto de Ciencias Forenses de la CDMX tiene Felipe Takajashi.
- 4,700 necropsias al año se realizan, en promedio, en el Instituto de Ciencias Forenses.
- 50% de los casos que atiende el instituto se relacionan con cadáveres, el resto no.