Marialuisa D’Chávez sabe que vivir intensamente la tercera edad es posible si, además de tener salud, se tiene un trabajo y una ilusión… la alta costura y el arte, por ejemplo
Marialuisa es una abuelita de peinado eléctrico. Chaqueta negra y anteojos, sentada en la silla del restaurante de una casa de retiro ubicada al poniente de la CDMX, intenta darle ánimos a uno de sus compañeros, porque la vida, dice, no termina después de los 60 años; al contrario, empieza una etapa nueva, donde todo lo aprendido se puede potencializar.
Según el Consejo Nacional de Población, hasta el 2017, en el país habitaban cerca de 13 millones de personas mayores de 60 años.
Marialuisa D’Chávez tiene 77 años, pero su energía hace que aparente menos. El secreto de una vida plena, dice convencida, es mantener una actitud positiva. La frase, que sonaría a libro de autoayuda, cobra realidad en ella. Hace apenas unas semanas, esta casa de reposo le otorgó el reconocimiento Belmont, creado para distinguir a aquellas personas que han demostrado que la edad no es un impedimento para continuar aportando a México y cosechando logros.
“Es dedicado a hombres y mujeres que no se quieren retirar para hacer chambritas o cuidar a los nietos; no podemos limitarnos a eso, tenemos muchas cosas más qué hacer”, dice Marialuisa D’Chávez.
Diseñadora y artista
Marialuisa creció rodeada de cintas métricas y tijeras. Su madre confeccionaba vestidos para ella y su hermana, aunque confiesa que odiaba que las vistieran igual. “Le aprendí tanto a mi madre, y ahora mírame: haciendo ropa”, cuenta orgullosa. Hoy, D’Chávez, a sus 77 años, todavía diseña ropa y se considera artista plástica.
Estudió la carrera de Arte y Decoración. Allí se aficionó al óleo, la acuarela y todo lo que tuviera colores o se pudiera combinar con la moda y la alta costura, sus grandes pasiones. Los diseños de la artista de peinado alocado están llenos de colores; sus piezas, dice, están inspiradas en cada rincón del país.
E insiste en esto: los diseños mexicanos, hechos por artesanos, tienen que ser valorados en su justa medida. No es posible que marcas extranjeras retomen las imágenes de distintas culturas para vender diseños de alta costura, reconociendo pocas veces a los verdaderos autores. Ella, en sus más de seis décadas de trayectoria, ha visto cómo esos trabajos son menospreciados en México.
“Tengo clientes que me piden vestidos muy mexicanos para presumirlos en Europa, aunque no se atreven a ponérselos aquí, porque los ven menos o les dan pena”.
Es por eso que, desde hace años, D’Chávez trabaja directamente con grupos de artesanos mexicanos. Intenta impulsar el trabajo y los diseños de los artistas locales, sobre todo el de quienes ya pertenecen a la tercera edad.
La inspiración
Marialuisa jura que la sola palabra “México” la inspira. Y aunque las pinturas de Frida Kahlo la aterran, hay algo en la pintora más popular del país que le sigue fascinando: aún muerta, “sigue promoviendo a nuestro país con su ropa y sus cuadros”.
El sufrimiento que Frida reflejó en sus obras inspiró a Marialuisa para realizar en papel maché algunos bustiers y corsés decorados por artesanos mexicanos, quienes le otorgan diferentes texturas y color, según la imaginería visual de cada comunidad.
“Tengo cierta cercanía con los museos. Gracias a eso me dejan exhibirlos”. De acuerdo con Marialuisa, muchos artesanos no cuentan con estos contactos o son subestimados por las mismas instituciones culturales, por lo que les es difícil mostrar su trabajo en algún recinto.
Con 77 años de edad, Marialuisa D’Chávez no solo se limita a ser una abuelita tierna que teje u hornea pasteles. D’Chávez ha recorrido el país y el mundo con sus diseños; realizó una exposición de moda étnica en Italia y, en conjunto con el escultor Sebastián, desarrolló colecciones con un concepto que llamaron “Moda Escultórica”, que se presentó en el Espace Pierre Cardin, en París, con la presencia del diseñador francés.
“Esa noche, el lugar se llenó por completo, y fue un elogio para nosotros que una figura internacional nos acompañara”, recuerda.
Además de llevar el nombre de México por el mundo, Marialuisa se da tiempo para convivir con sus 12 nietos, quienes la bombardean con preguntas incomodas sobre su voluminoso y peculiar peinado. “Les digo que metí los dedos a la corriente eléctrica y que por eso se me erizaron”, ríe.
Lo fundamental para llegar pleno a la tercera edad, dice, es la calidad de vida. Y esta no se consigue sin “la ilusión por vivir”: “levántense, mírense en el espejo, díganse lo que ustedes valen y salgan a buscarlo”.