El mexicano Jonathan Paredes ha hecho del miedo y el estado de alerta dos aliados en su camino al éxito; hoy es campeón mundial de clavados de altura.
Menos de tres segundos lo pueden llevar a la muerte o a la gloria deportiva. La gloria implica caer a 90 kilómetros por hora y frenarse, de golpe, en 2.9 segundos, sin armaduras ni vehículos de por medio; solo el cuerpo, una plataforma y agua, mucha agua que, con la velocidad a la que viaja, simula la resistencia del concreto.
Está a 27 metros de altura: usa un calzón blanco con la bandera mexicana. Jonathan Paredes le da la espalda al Lago Ranco, en Chile. Es octubre de 2017 y antes de comenzar se encuentra 140 puntos por debajo del líder y seis veces campeón.
Fija las puntas de los pies en la plataforma, el resto de su cuerpo parece sostenerse en el vacío. Dobla las rodillas, respira y salta: una mano va a la cabeza y la otra en el pecho, los músculos que ejercita seis horas al día se marcan por el esfuerzo con el que hace un giro lateral. Cae hacia el frente, dobla el cuerpo a la mitad y gira. Se estira, va de nuevo, otro lateral con precisión. Hace una vertical y sus pies tocan el agua, se zambulle.
En 2.9 segundos ya es el campeón de la Serie Mundial en Clavados de Altura de Red Bull Cliff Diving. Jonathan Paredes entró al agua desde los seis años debido a que sus padres necesitaban canalizar su hiperactividad; a los 14, tras una demostración en la Alberca Olímpica, fue visto y contratado para hacer shows de clavados en la Feria de Chapultepec.
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“Tenía 14 y ya ganaba un sueldo que gastaba en tardes de boliche. Me apasionaba el deporte, pero esto me parecía mejor; no eran tantos entrenamientos, me divertía, hacía reír a la gente y ganaba dinero por presentarme los fines de semana. En ese entonces me pareció la ecuación perfecta”, dice Jonathan.
Un día recibió un email del medallista olímpico Fernando Platas: había un evento de clavados de altura y el mexicano que participaría no iba a competir; lo invitaba a él o a alguno de sus amigos a representar a México. A pesar del miedo y las dudas, tomó el teléfono, llamó a Fernando y le dijo “yo me lanzo”.
La competencia no le resultaba desconocida: un año atrás, Jonathan había trabajado en el grupo logístico llevando agua a los clavadistas y como asistente, pendiente de si necesitaban algo; esta vez le tocaba estar arriba: subir al Cañón del Sumidero, en Chiapas, y saltar al vacío.
“Me daba mucho miedo, otros mexicanos se habían lesionado y no sabía qué podía pasar. Decidí presentarme con un clavado sencillo que dominaba muy bien, esperaba un resultado favorable y así fue que quedé quinto lugar mundial en mi primera participación y luego fui sexto lugar en La Quebrada, en Acapulco”. En ese momento, sin saberlo, empezó su carrera.
Clavados de altura, el poder del miedo
El estómago se aprieta, el aire falta, los músculos se endurecen. Entras en un estado total de alerta que te hace dudar, te lleva a temer. Desde las alturas, los paisajes son imponentes: los ríos parecen inagotables, te sientes del mismo tamaño que las montañas, las personas lucen como pequeños puntos y las nubes están más cerca.
“El peor momento es cuando caminas hacia la plataforma —dice—. Te cuestionas por qué lo haces; una voz en la cabeza te dice que pares, piensas en los riesgos, en las fracturas de piernas o pelvis, en quedar inconsciente, en ser arrastrado por el río o por una ola. Piensas en que puedes morir; una vez que llegas todo se va: quedas tú y la plataforma”.
A sus 28 años, asegura haber visto suficientes accidentes para pensarlo. Porque frenar una fuerza en movimiento en 2.9 segundos implica riesgos: no entrar al agua correctamente se traduce en no generar la burbuja que se forma al sumergirse, sino estrellarse de lleno, como lanzarse desde un edificio al pavimento: por eso el miedo. El estado de alerta puede salvar su vida.
La meta olímpica
Su objetivo son los Juegos Olímpicos. Quizá en París 2024, los clavados de altura sean el deporte que se integre a las competencias, pues no alcanzarán a llegar a Tokio 2020. Para entonces, Jonathan tendrá 35: una edad aceptable si se toma en cuenta que en este deporte hay atletas que rebasan los 40 años.
“Espero estar en esto muchos años más y llegar a los Olímpicos. También me gustaría entrenar a otros, enseñarles un poco de lo que he aprendido, de la experiencia adquirida. Sería un paso natural en mi carrera”, dice.
El clavadista es originario de Naucalpan, Estado de México, pero habla con un ligero acento adquirido durante los años que ha radicado en España; allá entrena y vive con su esposa, una bailarina de flamenco que hace cuatro semanas que no ve por participar en la organización de la primera competencia de Clavados de Altura en la Ciudad de México.
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Este domingo 11 de marzo, Jonathan Paredes, el actual campeón mundial, junto a otros 12 mejores clavadistas de altura, se lanzarán desde la terraza de la Torre BBVA Bancomer a 35 metros de altura de Paseo de la Reforma, donde habrá un estanque de 12 metros de diámetro por ocho de profundidad.
“Queremos hacer visible este deporte, que se hable de él en México y más atletas se animen a practicarlo. Para mí significa mucha responsabilidad, voy de campeón y de local, y es la primera vez que mis padres me van a ver en vivo. Tengo mucho que demostrar, estoy nervioso, emocionado y en mi mejor momento”.
Datos:
- 14 medallas olímpicas han dado los clavados al deporte mexicano: 1 de oro, 7 de plata y 6 de bronce.
- 30 metros es la mayor altura de la que ha saltado, fue en las Cataratas Victoria en Zambia, África.
- 3 ocasiones ha sido nominado al Premio Nacional del Deporte el clavadista nacido en la CDMX.