la changa

Foto: Mónica Blanco.

28 de mayo 2018
Por: Dulce Ahumada

La Changa: 50 años de fiesta

El Sonido La Changa cumple 50 años de convertir las calles en pistas de baile y de enviar saludos a todo México. ¿Cuál es su secreto?

Emblema de la vida nocturna y el baile popular de nuestra ciudad, el Sonido La Changa está cumpliendo cinco décadas de poner a bailar —y enviar saludos— a todo México

Por: Dulce Ahumada (@DulceAhumar) | Foto: Mónica blanco (@monawhitee)

Un par de jóvenes, no mayores de 20 años, hacen mancuerna y sincronizan sus pasos al ritmo de la Sonora Matancera. Levantan las manos y dan giro, una vuelta, otra, otra más. Poco a poco, la gente se amontona alrededor de ellos, unos solo miran, otros esperan su turno para entrar al círculo. No importa si no tienes pareja, no importa si tu pareja es hombre, mujer, aquí lo importante es contonearse. Mover el bote al son del Sonido La Changa.

“Las ruedas comenzaron conmigo —dice Ramón Rojo Villa, de 69 años, el fundador del Sonido La Changa—. Me gusta ver a los chavos bailar, ellos prenden el ambiente”.

Resonante, como un gran eco, una voz gutural emerge de las bocinas: “La Ch Ch Cha-Changa”. Y entonces el viejo salón del norte de la CDMX se llena de música, las paredes comienzan a vibrar. Ramón, este hombre moreno, de ojos pequeños, toma el micrófono y hace su entrada triunfal. “Todo listo, todo, todo preparado para esta noche”. Durante 50 años, su trabajo ha sido ese: hacer bailar a todo México con música sonidera.

Comenzó el sueño

Instalar el equipo de sonido de La Changa toma alrededor de dos horas. Luces, bocinas, tornamesas y, sobre todo, discos: una enorme colección de música de salsa y cumbia. Aunque el más grande tesoro de Ramón Rojo son los vinilos de la Sonora Matancera. Comenzó a coleccionarlos en su juventud, cuando sus tíos compraron una discotienda en la calle de Argentina, en el Centro Histórico.

“Me dijeron: ‘vete por la camioneta para empezar a echar los discos’, me guardé los de la Sonora Matancera”, recuerda.

Con esos discos pudo comenzar el sueño de hacer sus propios eventos. Antes, las fiestas eran algo que él miraba siempre desde lejos: no tenía un peso para pagar la entrada. En su adolescencia, recuerda, no había sonideros. A las personas que amenizaban las fiestas con música se les llamaba tocadiscos. “Me impresionaba ver que entraban las parejitas, los jóvenes y me preguntaba ‘pues qué hacen’. Yo quería entrar ahí”. Picado por la curiosidad, Ramón Rojo no solo logró entrar a la fiesta… Se convirtió en uno de los emblemas de la fiesta y el baile en la Ciudad de México.

No fue fácil. Los tocadiscos experimentados guardaban con recelo sus conocimientos. “Poco a poco me gané la confianza, y me sentía orgulloso de poder ayudarlos”.

Ahora, con risas, Ramón recuerda aquella vez en que se ofreció a cubrir al chalán de su patrón. Era Navidad y no había nadie disponible para tocar en un evento cerca del Peñón de los Baños, al norte de la ciudad. Ramón era todavía inexperto, y un cable mal conectado, o un voltaje equivocado, quién sabe, hizo que todas las bocinas se quemaran.

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El tíbiri

Para hacer una fiesta sonidera basta cerrar las calles de un barrio mediante las monumentales bocinas. Una cuadra puede convertirse en un auditorio o un salón de baile donde los asistentes presuman sus pasos.

El tíbiri, por ejemplo, es uno de los pasos más característicos de un sonidero que se respete. Se trata de un baile donde los pies parecen deslizarse, las piernas parecen torcerse de un lado a otro, en una danza genuinamente urbana. De acuerdo con Juan García, bailarín desde hace 40 años, el tíbiri es un baile callejero nacido en Tepito, sin reglas claras, cada quien lo baila como quiere.

En cada fiesta de sonido hay un grupo de jóvenes que practica el tíbiri. Muchos de ellos son gays o lesbianas, así que no es raro que en los sonideros de pronto se armen ruedas con parejas —o tríos— de hombres bailando al centro, o parejas de mujeres danzando con libertad. “Ellos son los que prenden el ambiente. Los respeto mucho, sin ellos no sería nada”, dice Ramón.

¡Un saludo… ludo-ludo!

En la Real Academia Española no hay una definición de lo que es un sonidero, pero algunas fuentes lo definen de la siguiente manera: “Sonidero es un término utilizado en México para designar al animador, propietario de equipos de audio y programador de temas musicales de extracto popular. Realizan eventos bailables, tanto en exteriores como en interiores de inmuebles. Es una variante del DJ, se caracterizan por estar mandando saludos durante todo el evento y se especializan en la música tropical y otros ritmos latinos. Su principal escenario es la calle”.

Los saludos son una de las características del Sonido La Changa, aunque Rubén reconoce que se inspiró en un viejo sonidero de Peñón de los Baños, lugar en donde se originaron los primeros tocadiscos en la CDMX.

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Medio siglo de La Changa

50 años se dice fácil, pero no lo son. Décadas de dedicación a la música, de estudiarla, de recorrer toda la ciudad e incluso EUA —aunque no tiene VISA, solía usar documentos falsos; ha sido deportado varias veces—.

¿Qué es lo que hace que, pese a los años, La Changa siga entre los favoritos del público? Sin pensarlo, Ramón responde: “Todas las noches me meto a mi estudio, trabajo la música, el piano, la escucho. No es tocar por tocar, es saber transmitir la música”, asegura.

El 21 de julio, Ramón Rojo celebrará sus 50 años en El Plaza Condesa (Juan Escutia 4, col. Hipódromo Condesa), un escenario nuevo para él. Asegura que puede hacer bailar a todo público, “es un priviliegio llegar a ese lugar y convivir con esa esfera de gente”.

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