Stephen Wiltshire pinta la Ciudad de México. Foto por Lulú Urdapilleta

La ciudad vista con otros ojos

Especiales
Por: Nacho Lozano

El artista plástico Stephen Wiltshire nos muestra lo que muchos pasamos por alto a diario, el esplendor de la CDMX.

FOTO: LULÚ URDAPILLETA

 

Stephen Wiltshire se coloca frente a un mural blanco, que espera. Pasa su mano derecha por la superficie del panel, como haciéndole una caricia tan prolongada que parece el inicio de un ritual entre el artista y su lienzo vacío.

Stephen se ajusta los audífonos que lo ponen en contacto con el resto del mundo y presiona el botón de play de su reproductor para que comiencen a sonar los años setenta, la década de su infancia: “Bohemian Rhapsody”, “Y. M. C. A.”, “How Deep Is Your Love”, “Too Much Heaven”, “Funkytown”, “That´s The Way I Like It”.

Son sólo él, la música, su memoria y un muro sobre el que durante cinco días fue apareciendo, casi milagrosamente, una reproducción de la Ciudad de México.

A los tres años de edad Stephen fue diagnosticado con autismo y por ello no puede responder preguntas directamente. Las dudas pasan por el tamiz de su hermana, quien las traduce —o modifica—, para hacerlas comprensibles en un lenguaje que sólo ellos dos entienden.

No queda más que verlo a los ojos, visitarlo en su lugar de trabajo, observar sus manos, sus trazos y las muecas delicadas que hace para lograrlos. No calca nada, sino que reproduce lo que su memoria le permite recordar —que, sorprendentemente, es mucho—. Es su memoria, precisamente, la que cabalga montada en su mano derecha y su rotulado para trazar las calles, las avenidas, los edificios, los parques y el caos de las ciudades que dibuja y en donde vivimos.

Stephen sobrevoló durante 30 minutos el cielo de la Ciudad de México, se encontró con esos picos de oficinas que intentan alcanzar las nubes, cuando las hay. Esos gigantes de cemento, con brazos de metal y rostro de vidrio que conviven allá arriba con la nata de contaminación que respiramos los de aquí abajo.

Una memoria de verdad

Había leído alguna vez que quienes se la pasan fotografiando sus vacaciones, grabando en video los momentos más divertidos y sorprendentes de su vida, en realidad están olvidando vivirlos y verlos en tiempo real, y se distraen queriéndolos capturar en una fotografía que durará para siempre.

Leía también que hay quienes no confían en su memoria y por eso se la pasan tomando fotos en los viajes: temen olvidar lo que están viendo, que nadie les crea cuando cuenten las maravillas que vieron.

¿Qué no por eso tiene sentido la fotografía? A Stephen no le pasa así, él confía en su memoria, pero se ayuda de las fotografías que toma para resaltar los detalles. Mientras vuela, su mirada se concentra durante un par de segundos en una parte del panorama, lo disfruta y sonríe emocionado. Sus ojos se apropian de lo que ve y luego saca una foto con su celular.

Después repite la fórmula: observa, sonríe y saca una foto, otra más y otra. Así más de veinte veces. Existe una frase que dice: “Si tu memoria te es infiel, hazte una de papel”, en el caso de Stephen sería: “Si tu memoria te es infiel, saca una foto”.

Una vez con su material listo, se sienta en su habitación de hotel y pone en orden su memoria y sus fotografías.

“No es sencillo ni rápido, toma mucho tiempo y es muy cansado”, dice Stephen sobre su proceso creativo, que le funciona para dibujar ciudades alrededor del mundo.

El edificio más bello

Stephen Wiltshire, apodado la camara humana, fue diagnosticado también con el síndrome del sabio, una condición presente, al menos, en una de cada 10 personas con autismo, algo similar a lo que padecía Raymond Babbitt —interpretado por Dustin Hoffman en la película Rain Man (1988)—. Intento preguntarle si ya vio esa película; cómo explicaría a un ciego su mural, cuál es la mentira más grande que escuchó sobre esta ciudad, si fuera una colonia, edificio o avenida cuál sería, si su discapacidad lo limita o lo potencia.

No responde a nada de eso. Es más, el equipo de personas que lo acompaña prohíbe preguntas sobre su discapacidad. Entonces, no queda más que observarlo.

“Me siento bien cuando ellos se sienten bien al ver una versión de su hermosa ciudad a través de mis ojos”, dice Stephen, quien explica que su edificio preferido en la ciudad es la Torre Latinoamericana, porque le recuerda a una versión mini del Empire State, de Nueva York.

Tras cinco días de trabajo, el artista londinense concluye su dibujo de la Ciudad de México, cuyo destino final será la Torre Bancomer, en Paseo de la Reforma.

Antes de eso, la mirada de Wiltshire hará escalas en el World Trade Center, en la colonia Nápoles, en la Estela de Luz, en Paseo de la Reforma y, precisamente, en la Torre Latinoamericana, donde será exhibido al público.

Wiltshire ha reproducido ciudades como Nueva York, Sydney, Hong Kong, París, Roma, San Francisco, Dubai y Estambul. La Ciudad de México es la primera de América Latina que es interpretada por su genio a través de sus trazos.

Sobre la capital, Stephen Wiltshire dice que es una ciudad grande y con muchos detalles que vale la pena recordar y que pueden ser apreciados en su dibujo.

En cifras:

  • 42 años de edad tiene Stephen Wiltshire, diagnosticado con autismo a los tres.
  • 5 días tardó Wiltshire en dibujar una panorámica detallada de la CDMX.
  • 30 minutos de sobrevuelo le bastaron para memorizar gran parte de la ciudad.